Del amigo, el consejo: entrevista a Rita da Costa

Rita da CostaLunes, 13 de septiembre de 2021.

Retomamos esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con Rita da Costa, licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad Autónoma de Barcelona. Se dedica profesionalmente a la traducción editorial desde hace más de dos décadas. Traduce del portugués, inglés y catalán al castellano, y ha tocado todos los géneros, pero siente especial predilección por la novela contemporánea y la literatura infantil. Entre sus autores más queridos se cuentan Chico Buarque, Khaled Hosseini, Nicole Krauss, David Walliams o Ngũgĩ wa Thiong’o.

  1. Un libro sobre traducción

He pasado el último año en compañía de Susan Sontag, así que he tenido ocasión de leer sus escritos sobre traducción, muy recomendables: en «El mundo como la India» (Al mismo tiempo) habla del papel de la traducción en un mundo globalizado. En «Traducida» (Cuestión de énfasis) reflexiona sobre el hecho de traducir y ser traducido partiendo de la atribulada versión bosnia de Esperando a Godot, obra que llevó a escena en Sarajevo durante la guerra. También disfruté con las memorias de Gregory Rabassa, If This Be Treason, por el tono personal de las vivencias narradas y la apabullante selección de autores.

No es un libro, pero sí un ejercicio de traducción comparada: desde hace años, haciendo un uso subversivo de herramientas como Google Books, cotejo las versiones en otras lenguas de pasajes del libro que tengo entre manos, lo que me ha deparado grandes sorpresas. A veces me apropio de lo que me parecen auténticos hallazgos y me divierte pensar que lo que hago es «coser» de algún modo las distintas traducciones entre sí, convirtiéndolas en retales de una gran pieza que vendría a ser algo así como la entretela del original.

 

  1. Una traducción favorita

La primera vez que fui consciente de estar ante una traducción fue a los trece o catorce años, leyendo Los hermanos Karamazov, que me absorbió de un modo brutal. Me fascinaba pensar que se había escrito en ruso, me parecía algo mágico que pudiera leerlo en perfecto portugués, así que es una traducción muy especial para mí. También recuerdo con especial cariño El halcón, de Yaşar Kemal, en traducción de Rafael Carpintero, porque aun sin saber una palabra de turco se adivinan el mimo y la riqueza semántica en la reproducción del habla popular, en la descripción del entorno rural, en la adjetivación precisa.

Puesto que suelo manejar el inglés como lengua de partida, me cuesta leer traducciones anglosajonas sin verles las costuras, sin intuir el original. Eso puede ser bueno o malo, depende. He aprendido mucho de las traducciones ajenas, pero también se me han caído unos cuantos libros de las manos. Uno que me fascinó en su día, al punto de que acabé comprando el original para compararlo con la traducción, es La historia del amor, de Nicole Krauss, traducido por Ana María de la Fuente. Un prodigio de naturalidad y fidelidad a partes iguales.

Cuando la traducción me gusta no me abstengo de subrayar, señalar y apuntar soluciones especialmente luminosas. El último libro con el que me pasó es Nueve cuentos malvados, de Margaret Atwood, en impecable traducción de Victoria Alonso.

 

  1. Un diccionario

El que siempre está ahí, al alcance de la mano, es el Corripio de ideas afines. Sobado, deshojado y bastante maltrecho (es decir, victorioso). El Aurélio, cuando traduzco del portugués de Brasil; me fascinan las diferencias entre las variantes europea y americana. Mi última adquisición es el Diccionario fraseológico documentado del español actual, dirigido por Manuel Seco, que recomiendo vivamente.

Torre de Babel e Abel Grimmer

  1. La búsqueda más rara que he hecho en mi vida

No sé si por suerte o por desgracia, suelo olvidar las búsquedas una vez que entrego el libro. Me temo que no tengo suficiente memoria RAM en el cerebro para almacenar tanta información. Pero sí recuerdo que, después de documentarme a fondo sobre el terrible síndrome de Morgellons, pasé días inspeccionándome la piel en busca de fibras extrañas. Es lo que tiene ser sugestionable.

Y cómo olvidar la extraña casa de Tel Aviv tomada por los gatos donde vivía hasta hace poco Eva Hoffe, hija de la amante de Max Brod, amigo y editor de Kafka, en la que guardaba celosamente una maleta con los manuscritos del escritor. Hasta en sueños la veía.

 

 

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