Miércoles, 12 de mayo de 2021.
El 12 de mayo de 2001, hace exactamente veinte años, falleció en Madrid Esther Benítez Eiroa. Dedicó toda su vida no sólo a la traducción de literatura sino también al empeño de que se reconociera al traductor su categoría de autor y a la defensa de sus derechos patrimoniales y laborales.
Nacida en Ferrol en 1937, hija de un médico y una profesora, fue la segunda de once hermanos. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras, en las especialidades de Filología Románica y Filología Italiana, y donde realizó cursos de doctorado.
Ejerció como profesora en los Estados Unidos y en Dakar, Senegal; tras ese periodo docente, en 1968 empezó a dedicarse profesionalmente a la traducción. Colaboró con cierta frecuencia en las páginas de cultura de El País. Véanse aquí algunos artículos.
Tradujo más de un centenar de obras de Giovanni Boccaccio, Nicolas Maquiavelo, Alejandro Manzoni, Cesare Pavese, Italo Calvino, Alberto Moravia, Pier Paolo Pasolini, Dino Buzzati, Vincenzo Consolo, Leonardo Sciascia, Guy de Maupassant, Alexandre Dumas, Émile Zola, Jules Verne y Albert Camus.
Y especialmente popular fue la traducción de las aventuras del personaje de la serie infantil de El pequeño Nicolás, creado por René Goscinny y Jean-Jacques Sempé.
Para Anaya-Mario Muchnik comenzó a dirigir y coordinar en la década de 1990 un equipo de traductores para editar en castellano la obra completa de André Malraux, proyecto que, por desgracia, quedó abortado por la repentina desaparición de ese sello.
De APETI a ACE Traductores: militancia asociativa
Formó parte de APETI, Asociación Profesional Española de Traductores e Intérpretes, fundada en 1954 por Marcela de Juan, destacada traductora e intérprete. Desde su creación, APETI fue miembro de la FIT, la Federación Internacional de Traductores, como representante de España. Junto con Marcela de Juan, Consuelo Berges, María Luisa Balseiro y Francisco Torres Oliver, Esther Benítez sentó las bases de las primeras reivindicaciones de los traductores.
El primer encuentro medianamente importante fue el que la APETI organizó en noviembre de 1980 en Madrid bajo el título de Primer Simposio Internacional sobre el Traductor y la Traducción. Desde entonces ha habido docenas de ellos.[1]
APETI se marca como objetivo proteger a los traductores e intérpretes en cuantos aspectos jurídicos su ejercicio pueda verse involucrado, asesorándolos en cuestiones técnicas y laborales. En el seno de esta Asociación se integran especialistas de todas las ramas de la traducción e interpretación: intérpretes jurados, intérpretes de conferencias, traductores técnicos, literarios, etc. Todos ellos encuentran en APETI un órgano que defiende sus intereses, vela por la calidad del ejercicio, está atento al desarrollo terminológico y a la irrupción de nuevas tecnologías. Buena prueba de su interés por defender el reconocimiento social y de la profesión ha sido su empeño en redactar un Estatuto Profesional de la Traducción e Interpretación.[2]
En 1983, Esther Benítez dejó APETI para defender la figura del traductor literario como autor y, junto con unos cuantos compañeros, fundó lo que es hoy ACE Traductores y empezó siendo la SATL de ACE (Sección Autónoma de Traductores de Libros de la Asociación Colegial de Escritores). No fue casual (ni fue en vano) la decisión de crear la nueva asociación como una sección de la Asociación Colegial de Escritores que había fundado en 1976, con un ideario reivindicativo y progresista, un grupo de escritores a cuya cabeza estaba Ángel María de Lera. Esa inclusión proclamaba la categoría de autor del traductor literario, propietario de su obra, que cedía temporalmente a empresas editoriales, pero cuyos derechos patrimoniales no perdía nunca, hecho que se hizo realidad por fin en 1987 en la Ley de Propiedad Intelectual.
Fue igualmente uno de los motores decisivos de empresas tales como la negociación del primer contrato tipo con la Federación de Gremios de Editores de España, en el año 1989; el primer censo nacional de traductores, en 1988, y el primer Libro blanco de la traducción en España, en 1996. Fue también fundadora, junto con otras asociaciones europeas, del CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios) e impulsora de CEDRO.
Y, por supuesto, como se dice más arriba, implicó a ACE Traductores activa y eficazmente en la consecución de la Ley de Propiedad Intelectual que se promulgó en 1987 y fue en su momento, y sigue siendo, la más avanzada de Europa.
Cuando Esther nos dejó, sus compañeros de ACE Traductores siguieron en el empeño de defender y dar mayor visibilidad al traductor; por ese motivo, decidieron crear un premio de traducción y darle el nombre de Esther Benítez. ACE Traductores, al redactar las bases de la convocatoria, tuvo como objetivo crear un premio distinto a los existentes. En primer lugar, uno de los rasgos distintivos es que tiene un jurado compuesto por traductores profesionales. Sin embargo, en el caso del premio Esther Benítez, se trata, al mismo tiempo, de un jurado «popular», ya que está compuesto por todos los socios de ACE Traductores, los cuales tienen derecho a proponer obras y votarlas.
Televisión
En 1978 se incorporó al programa de televisión Encuentros con las letras, (dirigido por Carlos Vélez entre 1976-1981), y el 3 de enero de 1978 inauguró una sección propia llamada «A título personal». En los archivos de Radio Televisión Española podemos encontrar todavía algunos vídeos suyos. En este tenemos un breve fragmento de una entrevista a Mercè Rodoreda:
«Encuentros con las letras», 1981:
Y en este, una extensa conversación con Eduardo Mendoza y Rosa Montero en 1979:
Entre 1983 y 1984 participó como crítica literaria en el programa «Tiempo de papel», dirigido por Isaac Montero, y posteriormente dirigió «Señas de identidad», dedicado también a la literatura.
Compromiso político
A la cabeza de ACE Traductores, y también en su labor en Televisión Española, no cejó en el propósito de crear una conciencia social de la necesidad y la importancia del traductor literario como pieza indispensable en la difusión de la cultura.
En el homenaje a Esther, celebrado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2001 (véase VASOS COMUNICANTES 20), dijo Ángel Sánchez Gijón, traductor e histórico militante comunista que compartió muchos momentos con Esther Benítez:
(…) el recuerdo de Tereto quedaría demediado si no la recordásemos también en su calidad de militante y activista contra la Dictadura y durante la Transición y la cojitranca democracia que no acaba de cuajar en nuestro país. Tereto no esperó a que el Dictador muriera en una cama de hospital ni a las primeras elecciones libres desde febrero de 1936 para sacarse el diploma de «demócrata de toda la vida». Tereto ya lo tenía desde sus lejanos tiempos de universitaria. Ya en 1961 militaba en el FELIPE, que movilizó a tantísimos jóvenes españoles, sobre todo universitarios. Esa gran cantera de demócratas y antifranquistas algo más tarde engrosó las filas del Partido Comunista de España. En 1963 —doce años antes de la muerte del Dictador— Tereto ya era miembro del Partido Comunista con una militancia activa, entusiasta, eficaz y disciplinada y de una manera especial con su gran capacidad de convencimiento y de proselitismo entre los medios intelectuales y profesionales en los que brillaba con luz propia, no sólo por su talento sino también por su inteligencia, su agudeza y por su gran encanto personal. En esos años de dura y arriesgada clandestinidad formó parte de una de las células de Trabajadores Editoriales del PCE y fue una de las fundadoras de la Asociación Democrática de Técnicos Editoriales, al flanco de las recién nacidas CCOO. (…) Tereto , sin dejar de ejercer su derecho a la crítica, permaneció en las mermadas filas del PCE y ya desde 1980, y más tarde en IU, la encontramos en la Agrupación de Arte y Cultura del PCM hasta que sus menguadas fuerzas y la enfermedad que nos la ha arrebatado se lo impidieron. Y murió con su carné del Partido Comunista de España y al día en el pago de sus cuotas. ¿Y por qué Tereto se mantuvo en el PCE y en IU hasta el final? ¿Por sectarismo? ¿Por terquedad y por ceguera? ¿Por «sostenella y no enmendalla»? ¿Por no querer abrirse a los nuevos tiempos? No. Yo creo que lo hizo por lealtad a su propia historia personal y a la historia colectiva de tantos camaradas en aquellos años de plomo y porque su memoria siguió siendo insumisa hasta el final. Lo hizo porque el llamado «pensamiento único» y «lo políticamente correcto» le parecían obscenos. Porque no creía ni en el fin de las ideologías ni en el fin de la Historia. Porque, como escribió Antonio Machado: «Ni el pasado ha muerto, ni está el mañana —ni el ayer— escrito».
Premios
Durante su carrera profesional, Esther Benítez recibió múltiples galardones: en 1978 recibió el Premio Fray Luis de León de traducción en lengua románica, por su versión de la trilogía de Italo Calvino Nuestros antepasados, publicada por la Editorial Alianza; en 1979, obtuvo el Premio del Ministerio de Exteriores Italiano. En 1982 fue Nominada en la Lista de Honor del IBBY por su traducción de Los amiguetes del pequeño Nicolás, de René Goscinny. Y obtuvo el Premio Nacional de Traducción el año 1992.
Más sobre Esther Benítez
En la prensa
Bayon Pereda, Miguel, Esther Benítez, premio nacional de Traducción, El País, 5 junio 1992.
Burgoa, Juan José, Esther Benítez, Diario de Ferrol, 18 noviembre 2018.
Carrasco, Bel, Los traductores exigen reconocimiento profesional, El País, 29 junio 1978.
Conte, Rafael, La traductora fiel, El País, 31 julio 2001.
Gallego Urrutia y Francí Ventosa, «El premio de Traducción Esther Benítez» en Hermeneus, Revista de la Facultad de Traducción e Interpretación de Soria, número 12, año 2010, pp. 349-354.
Gómez, Juan J., Amigos y colegas elogian el arte y la profesionalidad de Esther Benítez. El Círculo de Bellas Artes acoge un cariñoso tributo a la traductora, El País, 19 junio 2001.
Un equivalente de Delibes, El País, 26 enero 1979.
Esther Benítez, presidenta de la Asociación de Traductores, El País, 4 enero 1980.
Muere en Madrid Esther Benítez, traductora de Calvino y Pavese, El País, 13 mayo 2001.
Páginas web
Biblioteca Universitaria de la Universidad de Alicante: biografía de Esther Benítez.
Libros
Lafarga y Pegenaute, Diccionario histórico de la traducción en España, Madrid, Gredos, 2009. Entrada dedicada a Esther Benítez.
[1] Lafarga y Pegenaute (eds.), Historia de la traducción en España, pág. 599. Salamanca, Ambos Mundos, 2004.
[2] Ibid., pág. 598.
Hubiera sido bueno que tambien considerara al publico latinoamericano. Estoy leyendo su traduccion de cue tos de Pavese y en cada pagina hay por lo menos 10 palabras incomprensibles. Toda la belleza de Pavese destruida por esta mujer
Como no podría ser de otro modo, el traductor español traduce para el editor español y cumple las expectativas de quien le hace el encargo. Tal vez si en Hispanoamérica hubiera una industria editorial potente que tradujera a su gusto, la situación sería la inversa.
No parece razonable convertir en debate lingüístico lo que es consecuencia directa de dónde está el poder editorial: como dicen los economistas: es el mercado, amigo.
Es obvio que no está en el propósito del traductor español escribir textos «incomprensibles» más allá de la Península. Aunque cabría preguntarse por qué si el lector hace el esfuerzo de comprender a un autor que no escribe en su variante lingüística del español, por qué se supone que el lector de una traducción no puede o no debe hacerlo.
El tema es complejo y aunque Vasos Comunicantes ha publicado ya bastante sobre el asunto, estaremos encantados de recibir nuevas propuestas.