Viernes 30 de abril de 2021.
Traduire comme transhumer [«Traducir como trashumar»], Mireille Gansel, Rennes, Éditions Calligrammes, 2012, 96 pp.
Mateo Pierre Avit Ferrero
Mireille Gansel es una veterana autora en francés de obra original y derivada, que recibió el Grand Prix de traduction Gérard de Nerval en 2011 por cuarenta años de trayectoria. Entre sus cuatro obras originales se encuentra Traduire comme transhumer, memorias que transitan un subgénero del ensayo fecundo en lengua francesa, cuyo·a autor·a narra su experiencia traduciendo, con un tono poético que se impregna del tema tratado y que lo convierte en una obra literaria por derecho propio.
El libro comienza con un prólogo de Jean-Claude Duclos, conservador del patrimonio, que titula Traducción, poesía y trashumancia; le siguen veintiséis breves capítulos, en los que Gansel abre ventanas a escenas vitales decisivas, lo que permite reconstruir cronológicamente su trayectoria: desde Anthologie de la RDA y Trésor de l’homme (poemas y cuentos de Vietnam) en 1971 hasta las obras completas de la etnóloga Eugénie Goldstern en 2007, pasando por la poesía completa de Nelly Sachs y la correspondencia de esta con Paul Celan o su colaboración con el poeta Reiner Kunze. Gansel remata muchos capítulos con una sentencia que va declinando y que condensa su filosofía: «la traducción como gama en la que ejercer la escucha y como ajuste a lo ínfimo de los matices», «la traducción como una mano tendida entre orillas sin puente», «la traducción como un riesgo y como un cuestionamiento siempre en ciernes», «la traducción como riesgo sintáctico y semántico para verter la urgencia y la intensidad de esos lenguajes de lo extremo entre dos seres». En uno de esos finales se sirve de su medio de expresión natural, un poema que resume perfectamente el libro:
traducción y poesía
encuentro extremo en las lindes de las lenguas
en la repartición de las aguas
bajo el signo de la hospitalidad
Del libro se desprende que, si para Gansel la literatura es un acto político, la traducción se convierte en la forma de emanciparse. De padre húngaro judío, pronto descubre que «las palabras, como los árboles, tienen raíces», lo que la lleva a la «convicción de que ninguna palabra que habla de lo humano es intraducible». Así, para comunicarse con su familia paterna, aprende ese alemán sin fronteras de Kerstész en Budapest, de Appelfeld en Czernowicz, de Tibor y Kafka en Praga, de Celan y Roth en París, de Canetti en Londres, de Zweig en Brasil, de Sachs en Suecia…; «ese alemán atravesado por los exilios y llevado a lo largo de las generaciones de país en país, como se lleva un violín»; empapada en hebreo, «esa lengua del alma», también del silencio tras el Horror. Con Brecht, desnazificador del idioma, descubre que la poesía puede salvar; con Kunze, proscrito y exiliado en el checo, que pueden pasar treinta años hasta encontrar la palabra adecuada. A la vez se embarca en transmitir las voces de la·os poetas vietnamitas para responder a la amenaza de Mac Namara, ya que «la poesía vive y se inscribe en ese lenguaje universal de la inteligencia y de la sensibilidad humanas, que comparte con las matemáticas». Entonces comprende que traducir supone «salvar la palabra, la de los humildes».
Para preparar un proyecto, Gansel no escatima los medios y moviliza a la·os profesionales más variada·os: aprende vietnamita con nativa·os que viven en París, un lingüista para la estructura, un músico y compositor para los acentos y la dicción, un musicólogo para el acercamiento a la melodía, una escultora para la inmersión en la cultura, etnólogos nativos para transcribir la lengua de los montañeses; viaja para conocer a los autores que traduce hasta Sachs, ya fallecida; consulta, en busca de equivalencias entre dialectos, a un etnólogo plurilingüe, un arquitecto, antropólogos, veterinarios, historiadores del arte, botanistas… Uno siente envidia por este despliegue y entiende que para Gansel la traducción trasciende la actividad profesional y se convierte en un objetivo vital.
El título bien puede desconcertar: cabría esperar un ensayo que indagase en los paralelismos entre traslación y trashumancia, en la línea de lo que cultiva en español María Sánchez. Sin embargo, la referencia al traslado de reses solo se explicita cuando Gansel guarda en su bolsa, «alforja de pastor», una carta de René Char para un poeta vietnamita que quería traducirlo: «[…] caminos trashumantes de la traducción, ese lento y paciente tránsito, abolidas todas las fronteras, de un país a otro, de una cultura a otra, de una lengua a otra». No deja de sorprender que en nuestro ámbito, aunque aquí esté más que justificado, sea recurrente la metáfora para tratar de explicar un fenómeno tan complejo. La naturaleza, de todas formas, sobrevuela el libro, con dos pasajes que simbolizan la universalidad que ansía Gansel: Kunze, al tener que abandonar la RDA, plantó en su nueva casa a orillas del Danubio unos «brotes de secuoya que su amigo Alexander Graf von Faber Castell trajo de Canadá con el sueño de que se convirtiesen en tantos árboles que desafiaran durante milenios todas las fronteras del tiempo y del espacio»; para el pueblo vietnamita «los árboles, los olores de los arrozales, de las flores en la noche, todo eso era la fuerza de la vida, en nada diferente del compromiso, de la resistencia, al contrario».
El libro ha cosechado cierto éxito: agotó la primera edición y se ha traducido al alemán (tr. Maria Weber y Fabian Gregori, Thelem, 2014), al italiano (tr. Claude Cazalé-Bérard, Pacini Editore, 2014), al inglés (tr. Ros Schwartz, The Feminist Press, 2017; Les Fugitives, 2018, 2020) y al catalán (tr. Dolors Udina, Lleonard Muntaner, 2021). Uno solo puede esperar que la pastora Gansel cruce los Pirineos o el Atlántico, de la mano de un·a colega, para que el ganado hispanohablante también forme parte de su rebaño.
Mateo Pierre Avit Ferrero cursó en la Universidad de Salamanca el grado en Traducción e Interpretación, y la maestría en Evaluación y Gestión del Patrimonio Cultural. Resultó ganador del I Premio Complutense de Traducción Universitaria «Valentín García Yebra» por una selección de textos de Marcel Schwob. Se dedica a traducir libros y revistas infantiles: del francés ha vertido a Nerval, Peeters y Daive, y del alemán, a Schweikert y Jacobs. Socio de ACE Traductores, en junio de 2020 se incorporó a su junta.