Itziar Hernández y Paula Zumalacárregui: Aprender a escribir de Gertrude Stein

Lunes, 15 de marzo de 2021.

Itziar Hernández Rodilla y Paula Zumalacárregui Martínez han traducido del inglés la obra de Gertrude Stein Aprender a escribir, editada por Greylock, enero de 2021.

Sobre la autora

Gertrude Stein (1874-1946) fue una escritora estadounidense que causó un gran impacto en la cultura del siglo xx, tanto por su personalidad como por su papel de mecenas de las artes y su propia producción literaria. En 1903 se estableció en París, donde vivió el resto de su vida con su pareja, la escritora Alice B. Toklas. Su casa fue durante muchos años el punto de encuentro de un importante grupo literario conocido como la Generación perdida, donde escritores estadounidenses como Sherwood Anderson, Ernest Hemingway y Thornton Wilder eran animados por Stein a desarrollar su propio estilo.

​Siempre desarrolló un estilo narrativo alejado de las convenciones, en el que la trama queda casi eliminada, empleando una prosa libre y radicalmente innovadora en lo que a sintaxis y puntuación se refiere. Stein continuó experimentando con las posibilidades del lenguaje durante toda su vida.

En su trabajo, trató de poner en paralelo las teorías del cubismo, específicamente en su concentración en la iluminación del momento presente y su uso de repeticiones ligeramente variadas, llevando la fragmentación y la abstracción hasta el extremo.

 

Sobre el libro

Aprender a escribir está compositivamente construida como una pintura cubista, en la que cada elemento está relacionado con cada elemento de forma aparentemente abstracta pero, al igual que ocurre con las pinturas cubistas, esa abstracción es una ilusión. Y es a esta relación «real» —entre palabras y objetos— a lo que Stein llama gramática, siendo esta el hilo conductor de Aprender a escribir, un texto compuesto de párrafos que parecen estar en meditación ante un territorio de posibilidades narrativas. Aprender a escribir contiene los pensamientos de Gertrude Stein sobre el oficio de escribir pero también es un canto libre y un homenaje al hecho de crear a través de las palabras; es una celebración, un logro asombroso y arduo que no significa nada, o sí.

 

Sobre la traducción

Cómo traducir un texto que nadie compraría en la librería si abriese sus páginas al azar sin conocer a la autora. Un libro donde las frases parecen no tener sentido. Un libro de pensamientos. Un libro que parece escrito en el crepúsculo entre la vigilia y el sueño. Un libro que, además, fallando a la expectativa que despierta su título, no enseña a escribir. Porque este libro, si enseña algo, es en todo caso la manera en que Gertrude Stein escribía mientras lo escribía. Y quizá esa sea, después de todo, la forma de afrontar la traducción.

Pero, como decía Eduardo Mendoza, «el problema es que el texto original siempre está escrito en otro idioma, y eso lo complica todo de mala manera». ¿Cuántas palabras homónimas conocen en español? Quizá las únicas que se les ocurran sean «haya» y «aya»; pues bueno, esas no las van a encontrar en esta traducción. Pero, es más, ¿cuántas palabras conocen que puedan ser verbo y adjetivo sin cambiar de desinencia? ¿Cuántas que pululen por la frase cambiando de función? Nosotras, lo podemos decir ya, pocas.

Tomamos pocas decisiones apriorísticas, pero ahora, después de traducir, sí podemos hablar de estrategias. La principal es la que concierne a la puntuación. Solo está en español la que utiliza la autora en inglés, excepto en el caso de las preguntas. Stein escribe en un idioma en el que las oraciones interrogativas se marcan con un signo de cierre porque el uso de auxiliares que preceden al sujeto o los pronombres interrogativos marcan dónde comienzan las preguntas. Probamos varias estrategias, pero acabamos rindiéndonos a la evidencia. El español inventó el signo de apertura de interrogación por una razón: hacía falta. Y, si Gertrude Stein utilizaba las herramientas que le proporcionaba su idioma, ¿por qué no hacerlo nosotras con el nuestro? Así pues, todos los signos interrogativos son nuestros y están colocados donde Stein marcaba una interrogación que en español, sin ellos, es imposible detectar.

Esta explicación resume, de hecho, muchas estrategias de traducción de las que hemos usado. Conscientes de que nuestro idioma no nos permitía muchas de las cosas que a Stein el suyo, hemos optado por utilizar las herramientas que sí nos brindaba, incluida la del género femenino y masculino, en un texto en que ninguno de los dos está marcado salvo por el uso de ciertos pronombres y nombres propios. Las aliteraciones, los paralelismos, los parónimos, las figuras retóricas son todas españolas, intentando siempre encontrar el juego más cercano al posible sentido semántico del inglés. Siempre que fuese posible significa, por supuesto, que la interpretación ha sido muy laxa en diversidad de ocasiones. Pero, como esperamos haber dejado claro hasta ahora, consideramos que no es el sentido lógico lo que prima en el texto original, así que ¿cómo de fiel sería respetarlo sobre todas las cosas? Para nosotras, ha sido más leal no hacerlo. Por supuesto, sabemos que no todo el mundo pensará así.