Debate sobre la traducción de la obra de Amanda Gorman, II

Viernes, 12 de marzo de 2021.

A medida que pasan los días, el debate sobre la traducción de la obra de Amanda Gorman ha ido creciendo en prensa, foros y redes hasta hacerse cada vez más complejo. Incluso la prensa, ante la que solemos ser invisibles, se ha dirigido a ACE Traductores para recabar la opinión de los profesionales.

Aquí tenemos la segunda parte de comentarios de la lista de distribución de ACE Traductores correspondientes al 10 y el 11 de marzo (véase aquí el primer CENTÓN). Reflejan la diversidad de opiniones de los traductores profesionales en un contexto informal, una charla entre colegas; no obstante, el tema dista de estar agotado y seguiremos reflexionando sobre todos sus aspectos. 

 

María Enguix: Acaba de salir un artículo en la BBC que arroja algo más de luz sobre el origen del asunto. La propia Janice Deul lo ha retuiteado. Y lo cierto es que está todo mezclado. Entre otras cosas dice:

It was a decision that Janice Deul believes perpetuated the marginalisation of black voices in the Netherlands. She wants Dutch publishing houses to expand their horizons and look behind their «white ivory tower». «Why only celebrate Amanda, as we should? Why be blind to all the talents we have in our own country,» she asks.

Pero también:

«I’m not saying a black person can’t translate white work, and vice versa,» Janice Deul told me when we met near her home in Leiden. «But not this specific poem of this specific orator in this Black Lives Matter area, that’s the whole issue».

Y por último quería reflexionar sobre algo: ¿Qué hubiera pasado si la editorial hubiera confiado la traducción a un profesional, a un currante de la profesión? ¿No habría pasado la noticia sin pena ni gloria? ¿Habría sido noticia siquiera? La noticia ha sido noticia porque han encargado la traducción a une escritore y de prestigio, ¿no os parece?

María Teresa Gallego: Pues la verdad es que no lo sé, María. Pero es una buena pregunta. Aunque sí quiero aprovechar para decir (y ya me callo): un escritor no es mejor traductor por el simple hecho de ser escritor. Pero esto también es otra historia.

María Enguix: Claro, eso lo sabemos muy bien. Lo que me parece es que se crea una polémica en torno a una traducción, pero esta traducción se la han propuesto a une escritore (si no he entendido mal, esta iba a ser su primera traducción) y la persona que lo critica propone a otras escritoras, por todas las razones aducidas, pero a otras escritoras. Total, que los traductores seguimos sin aparecer por ninguna parte.

María Teresa Gallego: Es un vicio muy extendido.

Marcos Pérez Sánchez: Cito el Ara de hoy, 10 de marzo:

Els agents de la poeta Amanda Gorman veten Víctor Obiols com a traductor al català de «The hill we climb». Des de fa tres setmanes Víctor Obiols treballava en la traducció d’El turó que enfilem (The hill we climb), el poema que Amanda Gorman va recitar el 20 de gener durant la investidura de Joe Biden com a president dels Estats Units. El text va causar un gran impacte, fet que va despertar l’interès d’editorials arreu del món. «És un poema d’estil pamfletari, però de qualitat –explica Obiols–. Ja el tenia acabat de traduir quan em van trucar d’Univers, el segell d’Enciclopèdia Catalana que me l’havia encarregat i amb qui he treballat en altres ocasions, per dir-me que els agents de Gorman consideraven que, tot i el meu currículum, el meu perfil no s’ajustava com a traductor». Obiols afegeix que, segons els representants de la jove autora, la traducció El turó que enfilem l’hauria de fer «una dona amb un perfil d’activista i, si pot ser, d’origen afroamericà».

Isabel Llasat: De entrada, el señor Obiols ya nos explica que el poema es panfletario «pero de calidad». Pues tal vez no andan tan errados los agentes de Gorman. En los comentarios al artículo (ya sé que no es una sección que haya que visitar) hay una decena de señoros blancos muy enfadados que prometen que nunca leerán a Gorman. Pero esto ya no es sobre traducción, claro.

Claudia Toda: Como contribución, una entrevista sobre el tema al editor de Hoffman und Campe, que edita el poema para Alemania: al parecer, ya antes de la polémica, Hoffmann un Campe había creado un equipo de tres traductoras. Todo lo que pongo está sacado de la entrevista: Hadija Haruna-Oelker, una periodista negra que investiga en migraciones y racismo; Kübra Gümüşay, feminista musulmana que lleva velo y experta en cómo el lenguaje determina nuestro pensamiento; Uda Strätling, reconocida traductora literaria. Han trabajado en equipo y realizado una traducción conjunta, que el editor califica de brillante.

Hay momentos interesantes, como cuando la entrevistadora pregunta si no sería necesario también ser madre soltera (como Gorman) para poder traducir bien el poema, dónde terminan las fronteras. También apunta que forma parte de la labor de la traductora meterse en el mundo lingüístico y de la experiencia del autor.

El editor insiste en que piensan mucho en quién traduce qué, pero en un momento termina reconociendo que también es importante quién esté disponible 😉

Daniel Najmías: A todo esto, ¿qué pasa con las traducciones que ya circulan por la red del famoso poema?

He visto dos en español. Una de ellas me ha parecido mala malísima, y no me hace falta ir a leer el poema original. Tipo: «Soltemos nuestros brazos / para que podamos extender nuestros brazos a otro».

¿Se escala una colina? Y por ahí veo una «hill» convertida en montaña.

¡Andayá!

Con la delicadeza que hace falta para traducir poesía…

Teresa Jarrín: Yo también pienso que la polémica se ha generado porque el poema lo iba a traducir una escritora famosa (no una traductora).

Y hay otra cosa más que retuitea Janice Deul en su cuenta de Twitter:
 
The essence of Deul’s plea is not that a white translator can never translate a Black writer (…). It is a call to action to literary agents, editors, publishers, translators and reviewers to broaden their view.
 
Personalmente, creo que fomentar la práctica de dar encargos de obras de afrodescendientes a afrodescendientes, de feministas a feministas, etc., podría fácilmente degenerar en el encasillamiento: como eres afrodescendiente, traducirás autores negros; como eres feminista, traducirás textos feministas, etc. 
Quería apuntar también otra cosa. No sé cómo será el resto de la obra de Amanda Gorman, pero ayer me leí el famoso poema de la investidura y la verdad es que me parece superamericano y superpatriótico, una apología del Estados Unidos más liberal y buenista: para nada radical, ni reivindicativo de la negritud, de la comunidad negra estadounidense, ni nada parecido. Es una apología de la democracia estadounidense y una llamada a la unión y la conciliación: «We are striving to forge our union with purpose. / To compose a country committed to all cultures, colors, characters, and conditions of man…». De verdad que no le veo esa radicalidad de la que se ha hablado por ningún sitio… Todo es muy edificante y conciliador. Y no digo que me parezca mal, al contrario: hacen falta voces conciliadoras, siempre, y más hoy en día, con la que está cayendo. Todo lo contrario de algunos de los debates que se han generado, que no me parecen nada conciliadores. Y la «slam poetry» que menciona Janice Deul solo la veo en este caso en la intención y el ritmo con que se ve que Gorman lee e interpreta en la grabación del acto, pero ese ritmo no se corresponde necesariamente con el ritmo del texto escrito (lo que en música clásica se llama rubato: el intérprete aporta en su ejecución un ritmo que no está presente en la partitura). Es un texto que más que un poema es un discurso, una homilía (de hecho, se citan las Escrituras…). Parece más prosa que poesía, contiene muy pocas imágenes, tropos. Es decir, que, en sus palabras, no hay tampoco tanto que interpretar (que «blanquear», como se ha dicho, si es que alguien iba a hacerlo), pues su sentido es claro y meridiano. Al parecer, lo escribió en respuesta a la toma del Senado por los partidarios de Trump el pasado enero. (¿No me habré confundido de poema? Ja, ja, ja).
De todas formas, y siguiendo con el otro debate, el «lingüístico», me sigue sin parecer que, como norma, un afrodescendiente vaya a traducir mejor (o diferente) un texto escrito por otro afrodescendiente que una persona de otra descendencia. O que una mujer vaya a traducir mejor un texto feminista que un hombre. No estamos hablando de que el traductor tenga que «explicarle» al lector las vivencias de una persona (eso sería volver a escribir algo sobre un tema), sino de traducir a otro idioma unas palabras con las que esa persona YA ha explicado su vivencia o su pensamiento. Las palabras están ahí, no hay que inventar la forma de expresión, solo hay que buscar el equivalente de esa forma de expresión en otro idioma. Investigar y ponerse en la piel del otro, sí, pero eso lo hará mejor quien mejor investigue, quien tenga un temperamento más empático, mayor sensibilidad y capacidad de expresión, más ahínco y profundidad en la búsqueda, y quien mejor conozca la lengua de origen y de partida en todos los registros de que trate la obra. Y la persona que reúna esas cualidades o que trabaje de esa manera, no tiene por qué coincidir ni en sexo ni en raza ni en edad con el escritor o escritora. Tampoco tiene por qué tener el mismo bagaje sociocultural. Yo creo firmemente que solo tiene que hacer bien su trabajo, que es ser FIEL a la traducción.
 
Desde ayer puse, no obstante, en mi lista de «Cosas que leer y que buscar» las autoras y obras que menciona Ángel en su correo. ¡Gracias mil por la aportación! Es maravilloso estar en una lista donde corren mil aires. Uno se renueva y refresca que da gusto.

Elia Maqueda: Madre mía, pues me alegro de que se hayan quitado de encima a Obiols, sinceramente. No sé si será o no buen traductor, pero como persona se ha retratado con un comentario racista intolerable.

Con respecto a Gorman/Rijneveld, yo estoy de acuerdo con la línea que abría María Enguix: aquí entra en juego –y a lo grande– el asunto de la visibilidad y de elegir a un/a/e escritor/a/e, cosa, por otra parte, desgraciadamente muy habitual en traducción de poesía, pero eso es otro cantar.

Justo acabo de entregar hace un par de semanas un libro de una poeta africana, y la verdad es que he de reconocer que he tenido mis dudas y mis aprietos al tener que ponerme en la piel de esa negritud que desconozco. Pero ¿no es esa nuestra labor? Aun así, yo sí entiendo la polémica, insisto, por la visibilidad de este caso concreto. Se podría hacer una analogía con el tema de la actuación: últimamente ha habido mucha polémica siempre que un actor cis ha interpretado a un personaje trans: ¿por qué? Porque hay actores y actrices trans que tienen muchas dificultades para acceder a papeles y al mundo laboral en general, máxime si es en televisión/cine. Esto tiene un componente indudable que es la pantalla, la visibilidad. Creo que aquí pasa un poco algo parecido. Nadie se va a fijar (espero) en mi nombre en esa traducción que he entregado, ni va a ir a buscar si soy o no afrodescendiente o racializada. Pero el caso de Gorman, para mí, sí es distinto y tiene sin duda un simbolismo particular. No sé, me parece un debate muy interesante y me alegro de que salga a relucir; es importante no quedarse en la simplificación, sino intentar entender todas las implicaciones políticas que tiene el asunto.

Por cierto, Marieke Lucas Rijneveld es una persona no binaria, así que en español (cosa que los medios en su gran mayoría están ignorando deliberadamente) deberíamos referirnos a elle utilizando el sufijo «e».

Antonio Vallejo Andújar: Creo que Ángel Castelló y Elia Maqueda lo han explicado muy bien, pero ahí va mi opinión.

No veo muy acertada la discusión. Es obvio que nadie dice que a los japoneses tengan que traducirlos japoneses. No convirtamos la discusión en una impugnación de la posibilidad de traducir. Criticar una postura llevando el argumento hasta el ridículo no es justo.

No es que los blancos no puedan traducir a los negros, es que estamos hablando de una corriente dentro de la literatura que gira en torno a la idea de que no es lo mismo vivir en este mundo teniendo un cuerpo blanco que uno no blanco. Que la experiencia no es la misma y que el hecho de que la experiencia no es la misma no siempre es evidente. Me parece lo más normal del mundo que la cuestión de la idoneidad de los traductores surja al menos. De hecho, creo recordar que también se ha hablado de la idoneidad de Rijneveld porque su experiencia como persona trans podría ser vagamente afín a la de Gorman como afrodescendiente. Después, no tengo claro qué presión ha habido, pero Rijneveld ha querido dar un paso atrás en favor de otras traductoras afrodescendientes. No es ningún disparate. En teoría, para traducir hay que cambiar de piel, pero es dudoso que podamos mirar cualquier texto proveniente de cualquier contexto sin que medie ningún filtro relacionado con nuestra época, raza, género, clase, etc. No creo que reconocerlo sea impugnar la traducción, sino recalcar lo importante que es esa cuestión.

Además, creo que los procesos por los que se accede a publicar o traducir en el mundo editorial son muy complejos como para exigir que este tipo de criterios no cuenten a la hora de escoger a los traductores. Más últimamente, que se cuestiona tanto la omnipresencia de discursos «invisibles» (por hegemónicos) como los de los hombres, blancos, etc.

Celia Filipetto: El País de hoy, jueves 11 de marzo, tiene como titular del artículo de Nuria Barrios: «El reto de traducir a Amanda Gorman si eres blanca. Exigir, como en Holanda, que a una poeta negra solo la pueda traducir otra negra es el síntoma de una nueva y letal censura».

María Teresa Gallego Urrutia: Sí, ése es el dedo en la llaga, de eso se trata. De que retrocedemos, de que esa lógica es enmascaradamente, o no tanto, reaccionaria. «Pero sí sabemos algo: lo sucedido no es una anécdota. Es el síntoma de una nueva censura, letal para la traducción, para el arte, para la vida». Sobre todo para la vida. Y cuando digo vida me refiero a una vida que se encamine hacia un mundo igualitario de una vez. Tantos años luchando contra un par de discriminaciones esenciales: la de la mujer y la racial para desembocar en sopotocientas discriminaciones variopintas. Eso es lo que yo llamo progreso, sí señor, ¿Ni siquiera en eso va a ser capaz el género humano de ser por fin «la internacional»?

Pedro Pérez Prieto: Este affaire no es solamente de traducción. La traducción es una excusa. Decía en mi artículo del pasado día 9 en VASOS COMUNICANTES: «Espero que este virus, que ha provocado ya algunas víctimas y amenaza con convertirse en pandemia…»

Alejandro Isidro: Me resistía a hacerlo, pero voy a dejar yo también mi opinión al respecto. Creo que ya lo habéis puesto sobre la mesa varias personas: se puede entender la decisión como una decisión profesional/traductora o una decisión radicalmente política. Me explico. Si entendemos que la editorial o las editoriales optan por recurrir a una persona igualmente racializada porque así realizará una mejor traducción identitaria, en mi opinión mal vamos y flaco favor le están haciendo a la traducción como profesión. Si entendemos que la editorial o las editoriales optan por recurrir a una persona racializada para visibilizar el trabajo traductor/literario de personas negras en países donde son minoría, en especial en el ámbito cultural, pero sin argumentar que su identidad como persona racializada es necesaria para obtener una buena traducción,  me parece una apuesta justa y digna de aplauso. Es política, pero quien esté libre de actuar políticamente en su vida, que tire la primera piedra.

No me queda claro cuál ha sido el motivo de fondo, pero si ha sido el primero, el debate me parece estéril. Si nos salimos de la traducción y recurrimos a otra división de la sociedad un tanto abandonada, deberíamos afirmar así, por ejemplo, que la obra literaria de un autor de origen (pequeño) burgués es incapaz de plasmar los problemas, las inquietudes, la tan cacareada «identidad» del pueblo trabajador; y nos cargamos de un plumazo el valor estético-político de buena parte de la generación del 27 española y de los intelectuales alemanes de entreguerras.

Evidentemente, las experiencias personales y colectivas debidas a la trayectoria y la identidad de cada uno nos ayudan a comprender y analizar la expresión ética-artística de otras personas. Pero, como muy bien ha dicho Teresa, yo también creo que en última instancia serán la empatía, la sensibilidad, la capacidad expresiva y el conocimiento de la intertextualidad en todos sus sentidos lo que determina si la traducción es buena o no (y, por supuesto, el conocimiento de ambas lenguas).

Ángel Belmonte Rodes: Yo también me resistía a opinar, y el resumen sería que estoy de acuerdo con lo que ha dicho Alejandro. Esto se ha desmadrado un poco y creo que nadie discute que cualquier traductor puede hacer un buen trabajo independientemente de su identidad, como lo harán la(s) nueva(s) traductora(s) de Gorman y como lo habría hecho Rijneveld, y sí pienso que el tema no va tanto de capacidades ni del arte de traducir, sino de cuestiones más «terrenales»: visibilidad, oportunidades laborales…; teniendo en cuenta el contexto del lugar y el momento. Llamarlo censura me parece algo hiperbólico. Ni los traductores blancos se van a quedar sin trabajo, ni creo que se vaya a correr el riesgo de encasillar por identidad. Ahora bien, me parece correcto compartir opiniones y estar al loro para que no ocurra un efecto contrario al que se busca.

Aunque no es comparable, dejo una pequeña anécdota: dentro de poco saldrá publicado un proyecto de textos e ilustraciones creado en su totalidad por personas trans jóvenes residentes en España. El coordinador, el corrector, los autores, los artistas, la portadista… Todo. Era un requisito indispensable para que saliera adelante. ¿Esto significa que un portadista cis hubiera hecho un mal trabajo, o que uno trans, solo por serlo, lo haría mejor? Claro que no. Pero teniendo en cuenta que tenemos un 80% de paro (dato de 2019), es una forma de visibilizar, ampliar oportunidades laborales y reivindicar que hay profesionales trans en todos los sectores que, por desgracia, suelen quedar relegados a la sombra. Intentamos animar con esto a que el compromiso de las editoriales no sea solo traer o publicar nuestras historias, sino que vaya más allá y también nos permitan trabajar al mismo nivel en el mundo editorial.

No pretendo que sea un buen símil, pero espero que también pueda servir como reflexión. Sigo leyendo todas las aportaciones.

Alicia Martorell: Yo no pensaba opinar, porque ya he opinado en otras listas muy por encima de mis posibilidades :-), pero sí quiero manifestar mi acuerdo con los últimos mensajes.

Nosotros, metidos en nuestra burbuja, pensamos que esto va de cómo elegir a un traductor para un encargo determinado, pero las cosas no van de eso en absoluto.

No puedo ponerme en el lugar de nadie, pero soy capaz de comprender que, desde el punto de vista de un afroamericano estadounidense, es urgente sacudir el árbol como sea para favorecer la visibilidad y contrarrestar unos sesgos que son evidentes y sangrantes y que, además, suponen muchas veces implicaciones de vida o muerte. Y supongo que en los Países Bajos, como buen estado ex colonial, las cosas tampoco deben de ser fáciles.

De hecho, la propia Deul así lo ha dicho en una entrevista que creo que pasó por aquí: que ella no cuestiona la capacidad de Rijneveld.

Poniendo otro ejemplo mucho más cercano, si decimos, como en el artículo que mandó Carmen al principio, que en los premios nacionales (supongo que no solo de traducción) hay sesgo de género, es porque está matemáticamente probado que hay sesgo de género, no porque pensemos que alguno de los premiados no era digno del premio, ni porque creamos que hay que poner una cuota. Es un enorme elefante rosa en nuestra habitación y algún día alguien tendrá que hacer como que lo ve y dará una campanada. Pues con lo de Gorman pasa un poco lo mismo, en mi opinión. No se trata de si Rijneveld es apta personalmente o no, sino de que está pasando algo y alguien tendrá que reaccionar alguna vez.

Isabel Llasat: Fantástico debate y bienvenidas las argumentaciones en todos los sentidos. Yo, personalmente, me siento más cerca de quienes me ayudan a abrir los ojos a nuevos planteamientos tan necesarios y ausentes durante tantos años. Que, hablando de púlpitos, hay muchos a los que les cuesta caer de los suyos y prefieren simplificar con el dedo acusador. El hecho de que los dos traductores (escritores, dirían ellos) de la pobre Gorman se hayan lanzado al ataque de esa forma tiene mucho de humano (entiendo la frustración de Obiols y la prevención de Barrios) pero más de triste por lo evidente de sus motivos.

Elia Maqueda: Gracias, Ángel, por el símil, a mí sí que me parece muy ilustrativo, y me parece un proyecto maravilloso y muy necesario, enhorabuena por ello a quien(es) corresponda.

Pero bueno, hoy entre Twitter y la lista he acabado un poco agotada de este tema, así que me voy a intentar olvidar un rato y ponerme a traducir. Os leo cuando vuelva a tener ánimos. 🙂

María Enguix: Sí, Ángel, recuerdo que en la presentación en Valencia de Políticas trans, una antología de textos de estudios trans norteamericanos, Pol Galofre y Miquel Missé, editores y traductores de algunos textos del libro, expresaron este mismo deseo. Lucas Platero, director de la colección de estudios trans de Bellaterra, ha revisado mis traducciones que trataban de cuestiones de género. Es una práctica cada vez más habitual en algunas editoriales. No tendría por qué sorprendernos tampoco. Cuando he hecho una traducción de economía para Alianza, me la revisado una catedrática de Economía con la que Alianza trabaja…

Yo también me pongo a traducir como Elia. El asunto Gorman está on fire en las redes.

José Luis Piquero: Creo que todo esto es una forma novedosa, inédita, de perpetuar los guetos. Es una lástima que haya surgido a raíz de una poesía de poca calidad (el discurso es noble pero literariamente irrelevante) y que consagra precisamente lo que en teoría quería combatir.

Dejamos aquí el debate y animamos a los lectores a enviarnos sus colaboraciones si lo consideran oportuno. 

 

Etiquetas: