Viernes, 12 de marzo de 2021.
El poema que Amanda Gorman recitó durante la ceremonia inaugural de la administración Biden es aparentemente fácil de traducir, pero presenta ciertos aspectos complicados. Tomemos estos versos, por ejemplo:
With every breath from
my bronze-pounded
chest, we will raise this
wounded world into a wondrous one
La comprensión inmediata hace una pausa ante bronze-pounded chest, porque no dudo de que alude a una coraza, pero al mismo tiempo la elude. Las corazas griegas más antiguas eran de bronce martillado y luego se empezó a usar el cuero hervido. El bronce, inicialmente de color marrón rojizo, se transforma en marrón apagado que, con el tiempo, puede volverse marrón oscuro. Una coraza griega de bronce llegaría a tener ese color, equiparable al de una de las muchas tonalidades de la piel humana tradicionalmente llamada negra. La joven poeta que está recitando su composición ante una parte considerable de la población del planeta equipara su pecho a una coraza, lo cual da una idea de potencia y resistencia, de afirmación de su capacidad para elevar este mundo herido y transformarlo en un mundo asombroso por sus logros. Pero si bien pounded bronze es el bronce martillado que utilizaron los antiguos griegos para sus corazas, no parece en absoluto aconsejable introducir en la traducción la palabra «martillado», mientras que dejar tan sólo «mi pecho de bronce» resulta insuficiente. Hay que tener en cuenta que pound es un término polisémico y, entre otros, tiene los sentidos de golpear, aporrear, moler, por lo que tal vez la poeta se refiera veladamente a los golpes recibidos históricamente y que siguen recibiendo las personas de piel broncínea como ella. Otra dificultad aparece en el último verso con esa aliteración de palabras que empiezan por wo. Es importante respetarla, pues la rima del poema no está en las terminaciones, sino que es interna y, además, sabemos que uno de los rasgos estilísticos prominentes de esta poeta, a juzgar por otras composiciones suyas, es la aliteración.
Con estas y algunas otras dificultades se habría encontrado Marieke Lucas Rijneveld si hubiera emprendido la tarea de traducir al holandés ese poema y otros de Amanda. El editor se lo había encargado por petición expresa de la poeta, deseosa de que lo tradujera la joven y famosa novelista holandesa ganadora del premio Booker internacional. Pero Marieke no va a hacerlo. Lo ha dejado correr, debido a las críticas que la periodista y activista (algo tan difícil de encajar, en mi humilde opinión, como ser historiador e independentista catalán) Janice Deul, holandesa de origen surinamés que, en un vehemente artículo, ofreció nombres de «artistas de la palabra» y de color más preparadas para hacer la tarea que Marieke. «¿Por qué no elegir a una artista de la palabra joven, mujer y negra sin complejos?», planteó Deul. Y añadió que Marieke no es una traductora experimentada y ella misma ha sido crítica con su dominio del inglés. Ante el jaleo armado, Marieke ha rehusado la traducción y el editor está buscando un equipo de profesionales para realizar la tarea en vez de un traductor individual. Como si se tratara de desentrañar el significado de un texto etrusco.
¿Por qué el traductor, según Deul, ha de ser mujer? Un hombre está perfectamente capacitado para traducir a Amanda, el mensaje que esta difunde es universal y las pocas dificultades técnicas que presenta el texto son solubles. Además, ¿no es Marieke mujer? No, responde la periodista-activista, es «no binaria», ella misma ha confesado que no se siente ni hombre ni mujer. Sigamos. ¿No será una confusión eso de que tiene un conocimiento imperfecto del inglés, una ingenua muestra de modestia? Quien haya estado en Ámsterdam se habrá percatado de que allí todo el mundo sin excepción habla perfectamente el inglés. Me parece indudable que una escritora holandesa con la calidad que requiere el premio Booker internacional lee narrativa anglosajona y es capaz de traducir, aunque no se haya dedicado profesionalmente a ello. No creo que haya aceptado el encargo del editor a tontas y a locas. Muy bien podría haber practicado lo que han sostenido muchos escritores, desde Gide a Auster, pasando por Borges, que traducir es una excelente escuela para afinar el estilo y enriquecer la lengua del escritor. Que su primera traducción publicada fuese la de una jovencísima poeta que saltó a la fama con su actuación el día de la ceremonia presidencial no me parece en absoluto desafortunado. No se trata de traducir poemas de Auden o Larkin. Ya he señalado al principio que la poesía de Amanda no es tan sencilla como parece a primera vista, pero, desde luego, no hace falta todo un equipo para traducirla.
Proponer que sólo un traductor negro traduzca a un escritor negro es una barbaridad. Tomemos Friday Black, de Nana Kwame Adjei-Brenyah, conjunto de novelas cortas de este joven escritor afroamericano que se dio a conocer en 2018 y encontró de inmediato resonancia en el movimiento Black Lives Matter. En Francia lo ha editado Albin Michel, con traducción de Stéphane Roques. ¿Es Roques de piel negra? No, es lo que se llama blanco, un puro convencionalismo, ya que si los blancos fuésemos realmente blancos pareceríamos espectros. Blanco y de orientación sexual desconocida, un detalle que no hace ninguna falta, como tampoco el de su orientación política o religiosa. La traducción no tiene nada que ver con esas cosas, es una actividad que no conoce adscripciones, salvo a la obra bien hecha. Todo lo demás es superfluo. Alguien podría haber criticado la elección de Roques en lugar de la de un traductor negro, supuestamente más capacitado para penetrar profundamente en la obra de Nana Kwame, pero imagino que nadie lo ha hecho. Afortunadamente los periodistas-activistas como Janice Deul no abundan.
En definitiva, creo que Marieke se ha equivocado al ceder ante las críticas, que Amanda se ha equivocado al no defender su elección e insistir en que Marieke fuese la traductora, que la CNN se equivocó al incluir en su noticia la mención de que Marieke es «blanca y no binaria», que la editorial también se ha equivocado, tanto al ceder como al decidir que hace falta un equipo para traducir la obra de una poeta primeriza de veintidós años, y creo que no solo cuantos han puesto el grito en el cielo porque la traductora de la obra elegida no es una «artista de la palabra» negra tienen derecho a expresar «su dolor, frustración, ira y decepción», en palabras de Deul, sino que también lo tienen a expresar su pensamiento quienes están totalmente en desacuerdo con la degeneración de lo que se ha dado en llamar políticamente correcto y que se está convirtiendo en una dictadura.
Jordi Fibla Feito nació en Barcelona en 1946. Ha acumulado una obra abundante y muy diversa que él ha calificado alguna vez como «varios archipiélagos de excelencia en un mar de mediocridad». En 2015 le concedieron el Premio Nacional de Traducción por toda su obra.