Del proyecto europeo CELA, mentorías y sus frutos, Irene de la Torre

Miércoles, 20 de enero de 2021.

«¿Eres tú la traductora de español?» «Una de ellas, sí». Fue así como conocí a Lotte Lentes. Estábamos en la cola del bufé libre para servirnos la cena. Nunca imaginé que mi primer encargo de traducción literaria del neerlandés al español empezaría de esa forma, pero así fue. Era septiembre de 2017, y el verano de ese mismo año me habían dado la noticia de haber sido seleccionada para participar en el programa CELA (Connecting Emerging Literary Artists) como una de las traductoras del neerlandés al español. A partir de ese momento, Lotte me habló efusivamente de su proyecto y no paramos de trabajar hasta verlo publicado. Tres años más tarde, en octubre de 2020, sale a la luz esta novela corta titulada La arena del desierto de la mano de la editorial Lengua de Trapo.

El programa CELA es un proyecto cofinanciado por la Unión Europea (Europa Creativa) que tiene el objetivo de poner en contacto a editores, escritores, traductores y profesionales de la literatura de diversos países europeos. Durante el transcurso del programa tienen lugar reuniones y encuentros, así como asistencia a ferias, talleres y festivales. Su primera edición transcurrió de 2017 a 2019 y estuvo formada por seis países: España, Bélgica, Países Bajos, Rumanía, Portugal e Italia. De cada uno de esos países se seleccionaron a tres escritores noveles a los que, a su vez, se les asignaba un traductor novel hacia cada uno de los idiomas de los países constituyentes. El proyecto, por tanto, da visión a obras literarias escritas en idiomas más minoritarios, permitiendo traducciones entre pares de idiomas inusuales dentro del mundo editorial.

Pero hablemos de la parte de la traducción, que es lo que nos interesa. Los traductores seleccionados tenían poca o ninguna experiencia en el sector editorial, de manera que el programa les podía abrir paso hacia esa «primera oportunidad». Nuestra misión era traducir tres relatos cortos de cada uno de los tres escritores que se nos adjudicaba. Uno de los mejores aspectos del programa para mí fue la figura del mentor. El proyecto incluye una revisión y formación por parte de un traductor experimentado. En mi caso fue Goedele de Sterck. Me pareció de lo más provechoso poder contar con su ayuda directa en la traducción de esos nueve relatos. Las mentorías incluían tutorías, encuentros y exhaustiva y minuciosa corrección y consejos por correo electrónico. Para mí fue un salto muy grande. Desde que empecé con la mentoría hasta que terminé cambió completamente mi forma de traducir, y también podría decir que mi forma de leer. Aprendí infinitamente y moldeó la forma en la que traduzco ahora. Me gusta pensar en la figura del mentor como el traspaso (necesario) de conocimientos de una generación a otra.

Otro aspecto del programa que destacaría y que me pareció una experiencia inolvidable fue el poder traducir junto a los escritores, el tenerlos al lado y preguntarles por cualquier cosa «insignificante» de sus textos. Al final, los escritores acabaron siendo mis amigos. El hecho de conocerlos tan bien me permitió traducirles mejor. Me parece un aspecto bastante importante en el proceso de la traducción. Aunque en la mayoría de los casos ese factor no influye necesariamente en la calidad, para mí fue un factor muy enriquecedor de la experiencia. El poder empatizar con ellos, conocer sus historias personales, su personalidad, por qué escriben como escriben o incluso qué llegan a sentir para hacerles escribir lo que escriben, son todo ello herramientas que potencian la capacidad de transmisión de un idioma a otro. Me parece que el traductor empático puede tener más éxito en sus traducciones, o al menos reflejar mejor el alma de los textos.

Volviendo a nuestro primer encuentro, que se celebró en Bruselas, uno de los profesionales literarios que formaba parte del equipo español se interesó en el proyecto de Lotte. Fue así como acabó encontrándole una editorial ajustada a su obra: Lengua de Trapo. Para la traducción de esta obra, contamos con la ayuda del instituto neerlandés Expertise Centrum Literair Vertalen, que también ofrece mentorías a traductores noveles. En mi caso, pedimos que la mentoría se siguiera haciendo con Goedele, ya que también ella estaba ya familiarizada con el estilo de Lotte. Esta mentoría también supuso para mí un aprendizaje bastante fuerte, por lo que estoy bastante orgullosa del resultado de esta traducción. Por otro lado, cabe mencionar que el proyecto ha sido cofinanciado por el fondo de ayuda a la producción literaria de Países Bajos, el Nederlands Letterenfonds. Esta institución ofrece ayuda financiera a la traducción, y tuvimos la suerte de contar también con este apoyo.

Hablando un poco del libro, La arena del desierto es una novela corta en la que Lotte desea indagar en esa necesidad que impera sobre algunas personas de ser alguien en la vida. De darse a conocer, de no ser invisible.

Majid, su protagonista, un joven que crece en la periferia de una ciudad francesa, hace todo lo posible por ser visto y por ganarse la aceptación en esa sociedad, ante lo cual fracasa constantemente. Tras numerosos intentos, que considera desalentadores, Majid decide viajar a Siria con el ideal de la Tierra Prometida, pero lo que encuentra allí dista mucho de ese ideal. Sin embargo, un día se le brinda la oportunidad de ser alguien, de ser reconocido, de convertirse en un héroe.

Con una voz en primera persona, los lectores pueden llegar a ponerse en la piel del joven Majid, y a entender lo que le lleva a ese destino catastrófico bajo unas promesas de redención. En su novela, Lotte nos quiere enseñar cómo el desarraigo, el odio y la ausencia de futuro pueden generar estas situaciones y alimentar este tipo de perfiles, que Europa sigue engendrando.

Me pareció especial que Lotte me hablara de la novela precisamente en Bruselas, lugar donde pasa parte de la trama. También durante su traducción estuve en contacto estrecho con ella por correo electrónico, preguntándole dudas y formas de expresar algunos aspectos.

Estoy bastante contenta de que este libro sea el primer fruto del proyecto CELA en la combinación de neerlandés a español.  Al final, ese es el objetivo último de CELA. Esa publicación de traducciones en pares de idiomas más desconocidos. Esa facilidad de contacto entre escritores, editores y traductores. Ese «necesito un traductor», y tenerle allí, en la cola de la cena.

 

Irene de la Torre Perelló nació en Madrid en 1988 pero se crio en la isla de Mallorca. Es licenciada en Economía y en Traducción e Interpretación. Creció entre el mallorquín de su abuela y el catalán que le enseñaban en el colegio. Descubrió el francés de niña a través de una cinta de casete de un fascículo de quiosco que escuchaba con su hermana. El primer contacto con el neerlandés lo tuvo en 2011 en la Facultad de Granada, lo estudió a fondo un año después durante su beca Erasmus en la zona flamenca de Bélgica y no pararía de perfeccionarlo hasta la fecha. Desde 2014 es traductora autónoma a tiempo completo radicada en Madrid y traduce todo tipo de documentos del neerlandés, del inglés, del francés y del catalán al castellano. En 2017 fue seleccionada para participar en el proyecto de artistas literarios europeos Connecting Emerging Literary Artists como traductora literaria del neerlandés al español. Ha participado en varios fanzines, tanto individuales como colectivos, y en revistas de literatura, tanto con sus traducciones como con su propia obra. Le encanta descubrir un mundo detrás de cada palabra que traduce.