El envés del brocado, Jordi Fibla

Miércoles, 23 de diciembre de 2020.

En El libro del té, Kakuzo Okakura escribe que «una traducción es siempre una traición y, como dijo un autor Ming, por buena que sea, no puede ser más que el envés de un brocado o de un tapiz: contendrá todos los hilos del tejido, pero carecerá siempre de la delicadeza del color y del dibujo». Lo que dice este autor chino innominado me parece cierto solo a medias. Es imposible librarnos del tópico de la traición, pero prescindo por ahora de él para centrarme en la pérdida del color y del dibujo. En un texto en prosa eso no tiene por qué ocurrir: el color y el dibujo de un relato son traducibles. La poesía es otra cosa, sobre todo la rimada. Salvo afortunadas excepciones, la musicalidad, que depende de las distintas sonoridades de las palabras en cada lengua, o se pierde o sufre una merma más o menos considerable.

Acabo de traducir el libro Lecciones para japoneses, de Lafcadio Hearn, que contiene poemas de Tennyson, Christina Rossetti, O’Shaughnessy, Browning, Victor Hugo, Keats, Locker-Lampson, Crashaw, Ashe, Wordsworth, Byron, Hood, Coleridge, Cory, Watson, José María de Heredia, Longfellow, Quiller-Couch, Emerson, Greenleaf Whittier, Gray, Swinburne, Kingsley, Burns… demasiados delitos cometidos de una sola vez. Todos los poemas son rimados, y esta es la primera y última vez que me meto en semejante berenjenal. Dejo los poemas intercalados en el texto en versión original y las traducciones van en un apéndice encabezado por esta nota: «Como dice Hearn al presentar su versión inglesa de Le samouraï, obra de José María de Heredia, cuyo original en francés se incluye aquí, “por descontado, mi traducción es muy deficiente y solo podéis extraer de ella el significado y el color de la escena, pues la bella sonoridad y la luminosidad de la lengua francesa han desaparecido”. Lo mismo es aplicable a la traducción española de todos los poemas rimados en inglés y francés que figuran en la obra. Lo que ofrezco es el significado y tal vez el color; la musicalidad es inseparable del original». Al igual que Hearn, creo que el «color» de un poema rimado puede ser traducible, al contrario de lo que afirmaba aquel autor Ming, pero el «dibujo» (la sonoridad, la luminosidad, la musicalidad) no.

Julio Cortázar escribió un librito delicioso, La vuelta al libro en ochenta mundos, uno de cuyos capítulos viene a ser un epitafio de su tarea como traductor de poesía francesa. Se titula Tumba de Mallarmé y sus primeras líneas son impresionantes: «De los traidores refugiados consuetudinariamente en el oficio de la traducción, muchos de los que traducen poesía se me antojan avatares de ese Judas sofisticado que traiciona por inocencia y por amor…» Y sigue diciendo que la traducción de poesía «solo se imanta y cobra sentido como los triunfos pírricos».  Cortázar se despide para siempre de la traducción de poesía francesa abordando el poema de Mallarmé titulado Tombeau. Es un soneto que tradujo Pablo Mañé Garzón a fines de los años setenta, en el volumen Poesía completa, versión bilingüe, publicado por Ediciones 29. He aquí el original:

 

Le noir roc courroucé que la bise le roule
Ne s’arrêtera ni sous de pieuses mains
Tâtant sa ressemblance avec les maux humains
Comme pour en bénir quelque funeste moule.

Ici presque toujours si le ramier roucoule
Cet immatériel deuil opprime de maints
Nubiles plis l’astre mûri des lendemains
Dont un scintillement argentera la foule.

Qui cherche, parcourant le solitaire bond
Tantôt extérieur de notre vagabond─
Verlaine? Il est caché parmi l’herbe, Verlaine

A ne surprendre que naïvement d’accord
La lèvre sans y boire ou tarir son haleine
Un peu profond ruisseau calomnié la mort.

 

Pablo Mañé Garzón (1921-2004) fue traductor y artista plástico de renombre, nacido en Uruguay, de origen catalán. En 1969 la tierra de sus antepasados tiró de él y se instaló en Barcelona. Pintaba y traducía, las portadas de algunas traducciones están ilustradas por él mismo, por ejemplo, La virgen y el gitano, de D. H. Lawrence. Realizó traducciones de William Blake, Poe, Shakespeare, Verlaine, Whitman. Cometió un pecado en el que muchos caímos en tiempos menos rigurosos para la traducción e hizo una versión indirecta de Caballos desbocados, de Yukio Mishima. También tradujo la poesía completa de Mallarmé. A pesar de ese pecado, era un hombre honesto. Su prólogo al volumen de Mallarmé finaliza con este párrafo: «Sé que no es muy virtuoso esto de traducir poesía. Hasta me pregunto a veces si puede considerarse lícito. Pero es necesario, y, aunque nadie tiene derecho a transformar la necesidad en virtud, cualquiera puede reclamar cierta benevolencia cuando se ha propuesto llenar un vacío con cierto decoro, ya que no con brillo». Y, en efecto, con cierto decoro, tradujo el poema Tombeau, de Mallarmé.

 

La negra roca irritada que el invierno azota
no se detendrá ni bajo piadosas manos
que palpen su parecido con los males humanos
como para bendecir algún funesto molde.

Aquí, casi siempre, si la paloma torcaz arrulla,
este duelo inmaterial oprime de muchos
núbiles pliegues el astro en sazón de las mañanas
cuyo chispear plateará a la muchedumbre.

¿Quién busca recorriendo el solitario salto
hace poco exterior de nuestro vagabundo─
Verlaine? Está escondido entre la hierba, Verlaine

al no sorprender sino incautamente de acuerdo
el labio sin beber en él ni ahogar su aliento
un riachuelo poco profundo calumniado la muerte.

 

¡Judas!, habría exclamado con razón Cortázar, cuyo texto Tombeau de Mallarmé se publicó una década antes que la traducción de Mañé. En ese texto Cortázar cuenta que también él había traducido a Supervielle, Keats, Costeau y Benjamin Péret. «Un séptimo día miré lo que había hecho y lo encontré malo… me despedí de mi doble traidor con una ceremonia de purificación, este Tombeau de Mallarmé.» Y es que sólo la forma más extrema de la paráfrasis podía rescatar en español el misterio de una poesía impenetrable a toda versión. Para demostrar esto, propone leer en voz alta cualquier versión del poema. Realmente, si recitamos el original francés y a continuación la traducción de Mañé, encontramos todos los hilos del envés, algunos un tanto enredados, pero no habrá rastro del color ni del dibujo.

¿Y cuál fue esa ceremonia de purificación de Cortázar antes de cortarse la coleta como traductor de poesía? Hela aquí:

 

Si la sola respuesta fue confiada
a la lúcida imagen de la albura
ola final de piedra la murmura
para una arena oscura ensimismada.

Suma de ausentes voces esta nada
la sombra de una vaga sepultura
niega en su permanencia la escritura
que urde apenas la espuma y anonada.

Qué abolida ternura, qué abandono
del virginal por el plumaje erigen
la extrema altura y el desierto trono

donde esfinge su voz trama el recinto
para los nombres que alzan del origen
la palma fiel y el ejemplar jacinto.

 

Hay que hacer un notable esfuerzo para encontrar similitudes entre este poema y el de Mallarmé, aunque alguna salta a la vista, como «la sombra de una vaga sepultura». Es un acto artístico surgido de la desesperación por la imposibilidad de traducir poesía, un grito de impotencia ante la belleza indúctil que se modula y forma una belleza nueva. Es el haz de un brocado distinto, con la plenitud de su color y su dibujo.

 

Referencias bibliográficas

Okakura, Kakuzo: El libro del té,  Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 1999.

Mallarmé, Stéphane: Poesía completa,  Ediciones 29, Sant Cugat del Vallés, 2001.

Cortázar, Julio: La vuelta al día en ochenta mundos, Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1970.

 

 

 

 

Jordi Fibla Feito nació en Barcelona en 1946. Ha acumulado una obra abundante y muy diversa que él ha calificado alguna vez como «varios archipiélagos de excelencia en un mar de mediocridad». En 2015 le concedieron el Premio Nacional de Traducción por toda su obra.