Viernes, 13 de noviembre de 2020.
Iniciamos con esta entrevista a Karin Krieger una serie de conversaciones entre Celia Filipetto y las traductoras de Elena Ferrante.
Cuéntanos brevemente tu trayectoria profesional como traductora literaria.
Soy un ratón de biblioteca, así que siempre quise ser traductora literaria. De todos modos, acabé estudiando italiano por casualidad. Cuando terminé el bachillerato, quería estudiar español e inglés en la Humboldt-Universität, pero en aquel entonces, en el Berlín oriental de la RDA, no se podía elegir libremente. La universidad me asignó a Filología Románica con las especialidades de francés e italiano.
La caída del Muro en 1989 fue para mí una enorme liberación, ya que a partir de entonces pude dedicarme sin impedimentos a mi vocación, y también, no lo olvidemos, viajar a Italia por primera vez en mi vida para entrar en contacto con la lengua y la cultura del país no solo de una forma teórica, sino de primera mano. ¡Y por fin pude comprar buenos diccionarios!
He traducido para diferentes editoriales obras de Claudio Magris, Vercors, A. Baricco [sobre el litigio por las traducciones de Baricco, véase el artículo de Ros Schwartz en VASOS COMUNICANTES 41], Andrea Camilleri, Anna Banti, Margaret Mazzantini, Ugo Riccarelli, Giuseppe Pontiggia, A. Massarenti, Elena Ferrante y muchos otros. Al ir acumulando experiencia profesional, también empecé a impartir clases de traducción literaria.
¿Qué supuso en tu carrera profesional haber dado voz a una escritora ausente? ¿Hubo un antes y un después?
Como traductores o traductoras, a priori no se nos conoce por traducir bien, sino más a menudo por traducir a un autor famoso. Eso es injusto, pero el mundo es así. Ya lo viví tras el éxito de mis primeras traducciones de Baricco.
Elena Ferrante nos ha hecho un gran favor a los traductores, ya que indirectamente ha ayudado a dar mayor visibilidad a nuestra profesión. A causa de su anonimato voluntario y de la falta de una «historia» que contar sobre la autora, a una gran cantidad de periodistas se les ocurrió la idea de interesarse por el complejo proceso de creación de un texto traducido, así como por su traductora, que suele trabajar en la sombra. Por eso he tenido la hermosa oportunidad de hablar en lecturas y numerosas entrevistas, no solo de la obra de Elena Ferrante, sino también de mi trabajo y de la traducción literaria en general. He recibido cartas maravillosas de los lectores. Por otro lado, esos focos que me iluminaron de pronto —como artista suplente, por así decir— también entorpecieron mi trabajo. Necesito tranquilidad para relacionarme con las palabras.
Elena Ferrante nos ha hecho un gran favor a los traductores, ya que indirectamente ha ayudado a dar mayor visibilidad a nuestra profesión. A causa de su anonimato voluntario y de la falta de una «historia» que contar sobre la autora, a una gran cantidad de periodistas se les ocurrió la idea de interesarse por el complejo proceso de creación de un texto traducido
¿Cómo resolviste la presencia/ausencia del napolitano en las obras de Ferrante?
Por suerte, Ferrante casi nunca explicita el dialecto. A menudo deja que resuene solo como una amenaza lejana, por lo que se puede traducir fielmente la frase de la autora «disse in dialetto» como «dijo en dialecto».
Con los insultos napolitanos tuve más dificultades. Un dialecto está muy ligado al lugar en el que se habla, de modo que en alemán no puedo utilizar el dialecto berlinés así como así, por ejemplo, o palabras bávaras para trasladar la atmósfera del sur de Italia. Eso acabaría con el colorido local del original. Además, en italiano existe un espectro mucho más amplio y diferenciado que en alemán para insultar a las mujeres. He tenido que echar mano del ingenio e inventar términos ad hoc para señalar que ahí el lenguaje se aparta de la norma.
¿Podrías hablarnos de una dificultad especial de la traducción de las obras de Elena Ferrante?
Para mí, lo más difícil como traductora siempre es cuando Elena Ferrante formula ciertos enunciados de una forma conscientemente ambigua y juega con esa vaguedad. En alemán estamos obligados a precisar más en la selección léxica, porque muchas veces nuestras palabras no son tan genéricas. Un ejemplo muy sencillo es andare, «ir», que en alemán puede significar tanto gehen, «ir a pie», como fahren, «ir en algún tipo de vehículo». El alemán coloquial no tiene ninguna palabra que traslade ambos significados a la vez. Aunque para el original quizá sea del todo irrelevante cómo ha llegado un personaje al cine, por ejemplo, yo debo decidir si ha hecho el camino a pie o en algún medio de transporte. Se requiere mucha creatividad para encontrar una solución adecuada a pesar de todo.
Y cuando Ferrante difumina los contornos y a veces no dice si el personaje que habla es un hombre o una mujer, para mí también resulta complicado porque, al contrario que en italiano, no puedo omitir los pronombres. Debo traducir disse bien por «él dijo» o por «ella dijo».
Personalmente, otra cosa que me ha costado es mantener ese tono en parte contenido de Ferrante, casi sobrio, cuando trata escenas de especial dramatismo. He tenido que reprimir mi temperamento y ser muy disciplinada para no recurrir a palabras que eran más apasionadas que las del original.
¿Cuál es la situación profesional de los traductores literarios en tu país?
La situación de los traductores literarios en Alemania ha mejorado muchísimo en estos últimos veinte años. El motivo ha sido sin duda que ahora tenemos una asociación muy fuerte con muchos miembros activos. Y con nuestra creciente visibilidad en la sociedad, crece también nuestra fuerza para llamar la atención sobre la precariedad existente.
Gracias a eso, por ejemplo, hemos conseguido que se nos reconozca legalmente una participación en las ventas de los libros que hemos traducido. Para ello, muchos traductores valientes lanzaron toda una campaña de litigios para protestar contra una remuneración injusta. En muchos casos, esa participación es demasiado reducida y no llega a pagarse más que cuando las tiradas son muy altas, pero por algo se empieza. Los honorarios por página traducida tampoco alcanzan muchas veces para pagar el alquiler solo con la traducción literaria. Salvo contadas excepciones, lo cierto es que a esta profesión tan valiosa para la cultura solo puede dedicarse quien lo hace por amor al arte, o quien tiene el sustento asegurado por otros medios.
La situación de los traductores literarios en Alemania ha mejorado muchísimo en estos últimos veinte años. El motivo ha sido sin duda que ahora tenemos una asociación muy fuerte con muchos miembros activos. Y con nuestra creciente visibilidad en la sociedad, crece también nuestra fuerza para llamar la atención sobre la precariedad existente
Por suerte, desde hace unos veinte años existe el Deutsche Übersetzerfonds que varias veces al año concede becas bien dotadas para proyectos de traducción. Los requisitos principales para recibir una de estas becas son una traducción de calidad y un contrato con la editorial que estipule unos honorarios que en ningún caso pueden ser inferiores a un mínimo establecido. Así también se recompensa la solidaridad entre colegas de profesión. Y la solidaridad es algo muy valioso.
Traducción del alemán de Laura Manero.