Viernes, 16 de octubre de 2020.
Juan Marsé falleció el pasado 18 de julio. En su memoria, publicamos unas líneas de Dagmar Ploetz, su traductora al alemán.
Fue en uno de esos almuerzos suculentos a los que invitaba Carmen Balcells y al que acudí encantada junto con Bärbel Flad, mi editora de Kiepenheuer&Witsch, las dos unidas con Carmen en la propagación de la obra de García Márquez en Alemania. Pero en esta ocasión, a comienzos del milenio, mi entusiasmo por ir a Barcelona tenía que ver con Juan Marsé, ya que estaba terminando la traducción de Rabos de lagartija y tenía algunas preguntas que hacerle, preguntas que, lógicamente, también se las podría haber hecho por teléfono o por fax; pero, claro, quería conocer al autor de tantas novelas que me habían fascinado a lo largo de los años. En la agencia me habían advertido que andaba muy ocupado asistiendo a la filmación de una de sus novelas, pero que con mucho gusto me recibiría en su casa durante una o dos horas.
Fue una charla amena, me encantó la manera socarrona de referirse a cosas que indudablemente eran muy serias en el libro: supuse que sería una especie de pudor
Llegué allí, al barrio del Eixample, y me encontré con un gran escritor que no ostentaba para nada su condición, sino que se mostró muy amable y dispuesto a aclararme todas mis dudas, mientras su perro dormía en la alfombra después de haberme olfateado discretamente. Fue una charla amena, me encantó la manera socarrona de referirse a cosas que indudablemente eran muy serias en el libro: supuse que sería una especie de pudor. De pronto le noté cierto nerviosismo y enseguida Marsé se disculpó diciendo que tenía una cita con el director del film. Me recomendó ir al barrio del Carmelo si quería hacerme una idea del escenario de sus novelas, ya que para la película lo habían redecorado tal y como había sido en los años cuarenta y cincuenta. Sus ojos, siempre vivaces, parecían tener un brillo especial mientras me comentaba que habían montado el viejo cine, que la plaza estaba tal cual, que incluso el tranvía…
A través del film, Marsé les había regalado, como ya hiciera en sus novelas, una visión del pasado sin el cual no hay futuro posible
Me pasé toda la tarde sentada en un café de la plaza. Me emocionó reconocer las calles sobre las que había leído en sus novelas y casi más observar a la gente que acudía al espectáculo. Los viejos, que ya no parecían viejos, mostraban a los jóvenes lo que había sido el barrio años atrás. A través del film, Marsé les había regalado, como ya hiciera en sus novelas, una visión del pasado sin el cual no hay futuro posible.
Dagmar Ploetz, 1946, de familia argentino-alemana, cursó la escuela primaria y secundaria en Argentina y estudió letras alemanas e hispánicas en la universidad de München. Trabajó como periodista y editora para luego dedicarse a la traducción. Entre sus autores traducidos están Gabriel García Márquez, Juan Marsé, Rafael Chirbes, Juan Rulfo y Patricio Pron.