Miércoles, 29 de julio de 2020.
Miguel Marqués ha traducido del inglés la obra de Steven Johnson, Un pirata contra el capital, Turner, julio de 2020.
Como en el mundo actual, en el de los piratas del siglo XVII no hay sino un propósito claro: la búsqueda del tesoro.
Un pirata oteando el horizonte, empapado de ron y ansioso de tesoros: en septiembre de 1695, el pirata inglés Henry Every, capitán del Fancy, atacó y se apoderó de un barco que regresaba a la India desde la Meca. Este acto, uno de los crímenes más lucrativos de la historia, tuvo ramificaciones mundiales y dio lugar a la primera orden de caza y captura internacional y al primer juicio del siglo XVII.
Este acontecimiento, remoto y aislado en el Océano Índico, fue el desencadenante involuntario del cambio más importante sufrido en la economía mundial hasta nuestros días: el nacimiento del capitalismo.
Comentario del traductor sobre la traducción
Un pirata contra el capital nos lleva, con el estadounidense Steven Johnson al timón desde Londres y La Coruña a Guinea y a Bombay, pasando por Madagascar y las Comoras, para trasponer luego a las Bahamas, la Costa Este norteamericana y de vuelta a Irlanda e Inglaterra.
El señor Henry Every partió de los muelles en Londres en 1693 como marino y regresó a su país, unos años después, como el pirata más exitoso de todos los tiempos. Supo escabullirse y huir con su parte del tesoro (que no solo eran oro y joyas) pero algunos de sus hombres volvieron a esos mismos muelles que los habían visto partir… pero con una soga al cuello.
Esta es la historia de una persecución por los siete mares (la primera caza global de un enemigo público, un hostis humani generis), pero también es una historia política, la de una rebelión desestalizante sin precedentes en la historia. Con maestría, Steven Johnson relata cómo, adelantándose al protosocialismo y las revoluciones liberales estadounidense y francesa, los piratas de finales del siglo XVII crearon repúblicas flotantes igualitarias y equitativas, en las que imperaban la separación de poderes y la democracia. Sus constituciones eran los famosos códigos piratas (totalmente reales) y su jurisdicción alcanzaba hasta las bordas de sus navíos.
Henry Every, además, protagonizó el mayor robo de la historia de la piratería y, en contexto, quizá de la historia del crimen: el asalto al barco tesorero Gunsway, propiedad personal del emperador de la India. Un único «trabajo», que por sí solo provocó un desequilibrio geopolítico global, el cual, por esas carambolas de la historia que tanto gustan a Johnson, condicionaría a su vez, irremisiblemente, el colonialismo de los siglos posteriores y el desarrollo del capitalismo global como lo conocemos hoy.
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