Lunes, 3 de febrero de 2025.
Esta conversación que llamamos «Centón» se desarrolló durante el mes de marzo de 2024 en la lista de distribución de ACE Traductores como respuesta a un mensaje de Elena Fernández-Renau, en el que intentaba resolver sus dudas en torno a la posibilidad de enviar propuestas de traducción a las editoriales. En respuesta, una docena de compañeros contaron sus experiencias.
Elena Fernández-Renau: A raíz del reciente lanzamiento del proyecto Archipelagos para residencias de traducción, me asaltan muchas dudas en torno a las propuestas de traducción. Veo que uno de los requisitos para las estancias en el CITL dice así (copio directamente en francés):
Présenter un projet cohérent de recherche de nouveaux titres à traduire : méthodologie de recherche ; personnes à rencontrer ; événements littéraires auxquels assister ; bibliothèques à fréquenter, etc.
En mi muy limitada experiencia en el sector han sido siempre las editoriales las que me han propuesto títulos que traducir. Hasta hace muy poco ni siquiera sabía que esto se hiciera, que fuera algo habitual ni mucho menos que hubiera becas al respecto.
Desde que estoy en la lista, hace no tanto, he leído alguna experiencia relacionada con esta práctica (recuerdo que recientemente se ha hablado de qué volumen traducido enviar en una propuesta, por ejemplo), pero hoy me gustaría hacer la pregunta un poco peregrina de por dónde empezar. No lo planteo necesariamente para solicitar esta beca (¡aunque algo así me encantaría!), sino desde una perspectiva más general, es algo que ya me rondaba de antes.
Me desborda por completo la mera idea de explorar posibles títulos extranjeros sin tener ninguna referencia previa (más que la delicada confianza en las posibilidades de una), así, en el vacío, ¿qué se te ocurre que podrías traducir?, pues o nada o un montón de cosas. Recogiendo el texto de la convocatoria, me interesa mucho lo referente a la metodología de investigación, porque lo tocante a personas con las que reunirse o saraos a los que asistir me vuelve a desbordar totalmente, ¡¿qué sabré yo?!
¿Alguien a quien esto le asuste menos que a mí me puede dar alguna pista?, ¿cómo han sido vuestras experiencias?, ¿alguna recomendación en torno al proceso de búsqueda e investigación?, ¿de qué o quiénes estar al loro?, y luego las más filosóficas, ¿es esta nuestra responsabilidad en la cadena del libro?, ¿tenéis una opinión formada sobre si nos beneficia o nos perjudica?, ¿se viene haciendo cada vez más o todo lo contrario?
Jesús Negro: Es posible que las bases de Levée d’encres (con plazo vencido desde hace meses) te despejen algunas dudas, pues en ellas se recogen las ideas desarrolladas en el proyecto Archipelagos.
Uno de los objetivos de Archipelagos es precisamente potenciar el papel de los traductores como «exploradores literarios». En ese sentido, es a ti a quien corresponde asignar (de manera objetiva y estudiada) el valor a una obra para presentarla en una propuesta.
Claro que a todo el mundo se nos ocurren mil cosas para traducir y a partir de ahí la pregunta es: cuál priorizar. pues creo que la respuesta en abstracto es bastante sencilla; de todas esas ideas que (se presupone) te encantan, lo suyo es decantarse por una que veas que puede tener una salida editorial, y aquí no estamos hablando necesariamente de que se trate de algo comercial, sino de que sepas que hay una o varias editoriales a las que se les puede haber escapado esta obra y a cuyo perfil sin embargo le va al dedo, porque crees que tiene un valor literario destacable dentro del canon nacional o lingüístico al que corresponda (y aquí eres tú quien tiene que saber transmitirlo y explicarlo) o, si se trata de un ensayo, porque crees que se trata de una aportación cualitativa al sistema «científico» o «divulgativo» al que corresponda (sin perder nunca de vista el atractivo lector o de mercado).
Para esto, se presupone que debes conocer esos sistemas literarios, científicos o lo que corresponda, y, si no, es un buen punto por dónde empezar, aunque si por aquí empiezas de cero, lo cierto es que te puedes eternizar y dar muchos palos de ciego. es posible que sin tener este conocimiento de base, sí sepas que se trata de una obra X que tiene ese interés, porque lo sabes por haber leído críticas de terceros o lo que sea. lo ideal, en cualquier caso, es que ya tengas ideas más o menos factibles de antemano.
El caso de Archipelagos es ventajoso en cierto sentido porque se presupone que el factor comercial no importa tanto o no importa nada, y que el objetivo es de hecho ampliar el intercambio cultural y dar voz a esas obras que quizá por otras vías pasen desapercibidas.
No se puede dejar de decir que se trata de un trabajo que puede comer bastante tiempo para acabar resultado completamente estéril. se trata de una apuesta y no hay nada seguro.
Iris Lobo Muñiz: Mi experiencia con las propuestas de traducción es malísima. Soy investigadora literaria y durante años leí sobre todo libros que no estaban traducidos por placer, y a lo largo de los años mandé propuestas bastante sólidas y jamás he tenido una respuesta positiva de una editorial, la mayoría no contestan y algunas te dan vueltas para que la cosa acabe en nada, incluso una vez no respondieron y el libro salió un par de años después con otro traductor. Así que es un tema que me tiene muy descorazonada, también me gustaría leer alguna sugerencia de cómo abordarlo mejor.
María Teresa Gallego: Mi opinión (ya expresada en otras ocasiones), desde el punto de vista de una persona que lleva en esto sesenta años, ha traducido unos 300 libros, y todos menos dos por encargo, y sigue muy en activo sin proponer nada y recibiendo encargos.
Cada cual hace su oficio, las editoriales saben qué quieren publicar y se mantienen al día de lo que pasa en el resto del mundo. Y estoy segura de que lo hacen de forma efectiva y que son empresas que saben lo que quieren. Y yo traduzco lo que ellas me encargan.
Como lectora y como persona culta y al día tengo mis opiniones y mis preferencias (y mis reticencias). Como traductora, no. Lo que me encarguen bien encargado está y creo firmemente que pasar sin transición de Proust o de Molière a una novela policiaca flojilla contemporánea y del siglo XXI al XVII me enriquece profesionalmente. Como ciudadana he querido siempre y sigo queriendo hacer lo poco que esté en mi mano para poner mi ínfimo granito de arena para que el mundo sea un poco menos malo. Como catedrática de enseñanza media he querido, además de enseñar francés, educar a mis alumnos para ese mismo propósito. Como traductora no he tenido ni tengo ni intención ni deseos de influir en el mercado editorial en lo referido a lo que publiquen o dejen de publicar. No me meto en las leyes empresariales de la oferta y la demanda. Eso sí, no aceptaría una traducción de un libro que militase en pro del fascismo, por ejemplo, o de la pena de muerte… pero salvo eso, la editorial pide, y siempre que lleguemos a un acuerdo en el contrato y la tarifa bien pedido está. Por otra parte, no estoy segura de que a las editoriales, salvo excepciones, que quizá las haya, les agrade que intentemos saber más que ellas en lo que es su terreno. Y estoy segura de que la inmensa mayoría, por no decir todas, se mantienen bien informadas por la cuenta que les tiene y están en Fráncfort todos los otoños. Y yo me sentiría un tanto pretenciosa y ridícula si intentase mejorar la información que ahí encuentran.
Ahora bien, ¿cómo se empieza? Eso es harina de otro costal. Hace años hicimos un centón (no me acuerdo ahora mismo de en qué número de VASOS está) sobre cómo habíamos empezado cada cual. Quizá convendría hacer otro.
[No puedo por menos de añadir una vez más que siempre hay excepciones, como la de Joaquín Garrigós que en su día descubrió a Siruela la literatura rumana. pero, lo dicho, son excepciones.]
Elías Ortigosa: A mí las propuestas me han servido de escuela el tiempo que he estado sin encargos. También me han servido de carta de presentación cuando no tenía nada publicado; de hecho, el primer encargo lo conseguí por una editorial a la que no le encajaba mi propuesta, pero a la que le gustó mi forma de traducir.
Hubo otra que prosperó el año pasado y que en octubre vio la luz, y es una sensación muy bonita, pero no sé si volveré a intentarlo pronto, porque es un esfuerzo enorme que rara vez da frutos.
Elena Abós: Yo también empecé con propuestas. Acababa de terminar mi máster de literatura infantil y había leído libros maravillosos que no estaban traducidos. Mi primera propuesta fue Hoyos, de Louis Sachar, que se sigue publicando y es un éxito de largo recorrido, en otros países también. Es la única traducción por la que he cobrado regalías, y va ya para… 25 años (también es por la que me peleé con SM, ya lo conté por aquí). La segunda que propuse, también hace más de 20 años, me la acaban de recomprar en México, ayer me llegaron los ejemplares justificativos. Y así fueron mis primeras 7 u 8 novelas de LIJ, todas surgieron de propuestas.
Es verdad que hace 25 no existía internet apenas y yo tenía la ventaja de haber leído una barbaridad en ese máster (LIJ anglosajona). Tal vez ahora no habría salido igual la cosa, la información fluye por más canales.
Mi primera traducción del alemán también surgió de una iniciativa similar. Me gustaba mucho un libro que trajeron los niños a casa (Ritter Rost, con canciones incluidas), escribí a la editorial alemana para preguntar si estaban libres los derechos con idea de preparar una propuesta, y resulta que los acababan de vender. Enviaron directamente mi correo a la editorial española, que me asignó la traducción.
Con otras propuestas no he tenido tanta suerte, claro.
Rita da Costa: Yo también propuse no hace mucho un libro infantil a una editorial independiente (con éxito, debo añadir, aunque aún no ha salido), después de que las grandes me dieran calabazas. Otro de nuestros preferidos, de cuando aprovechaba los viajes a Lisboa para comprar libros de LIJ en portugués para mis hijos.
María Teresa Gallego: Una cosa es proponer algo cuando ya estás en la profesión (Rita) y otra empezar merced a una propuesta (Elena, Elías).
Estaría bien saber de más casos como los de Elena y Elías. O de fracasos como los que cuenta Iris.
Alicia Martorell: Yo no lo he dejado de intentar, mando alguna de vez en cuando, pero nunca me funcionó. Supongo que no soy lo bastante insistente. O lo bastante joven, siempre me ha maravillado ver cómo tanta gente que está empezando se las arregla con perseverancia y encono para colocar una propuesta.
Por lo demás, soy un poco del equipo de Maite, traduzco lo que me piden que traduzca y me hace bastante feliz la sorpresa de «qué me van a poner ahora de comer». No quiere eso decir que no haya libros que me hubiera encantado traducir, o que de vez en cuando vea algo y me diga que es pecado que no esté traducido, pero no pasa de ser una de esas frustraciones como tantas. No me importaría tampoco que una editorial confiara en mí lo suficiente como para prestar oído a mis propuestas, supongo que tendría cosas que aportar, pero no sé si eso va a pasar.
También influye que me da mucha pereza leer novedades y eso no es un buen camino para descubrir jóvenes valores en mis idiomas de trabajo. Estoy al corriente de lo que sale, pero mis planes de lectura son complicados y no siempre se compaginan bien con la búsqueda de propuestas.
Vamos, que no es lo mío.
Marta Cabanillas: Muchas gracias por la iniciativa; un centón sobre este tema me parece una idea estupenda.
En lo que a mí respecta, respondo a las preguntas que proponía este Centón: ¿Has enviado alguna propuesta de traducción? ¿Ha tenido éxito?
Sí, he enviado bastantes (al menos, 5 o 6) y solo una de ellas tuvo éxito, en 2014, cuando llevaba apenas un año y medio en la profesión. Debió de ser la suerte de la principiante porque, después de esa, nunca he vuelto a tener suerte. Estoy con Elías en que es un esfuerzo cuyos frutos son irregulares, por eso mismo solo me dedico a preparar propuestas en épocas de baja actividad laboral o en el marco de alguna beca que me lo permita (como el proyecto Levée d’encres, en el que participé en 2020). De hecho, la propuesta que me publicaron (la novela El milagro, del francés Ariel Kenig, en Dos Bigotes) fue el proyecto en el que trabajé durante mi estancia en Arles con la beca La Fabrique des traducteurs.
He de decir también que pertenezco a un colectivo de traductores, Delta, formado a partir de aquel Levée d’encres pandémico, donde nos dedicamos a prospectar y preparar propuestas de traducción, en la medida de lo posible con la ayuda financiera de alguna beca o institución (el año pasado, por ejemplo, nos acogieron en el Chalet Mauriac para poder reunirnos y trabajar; algunos miembros del colectivo también estuvieron en La Maison de la Poésie, en Marsella, y en este caso también tuvieron financiación por el trabajo realizado).
Por último, sobre la influencia en la tarifa, he de decir que no, es decir, el editor no me regateó porque fuera una propuesta mía (le pedí la tarifa que manejaba generalmente entonces).
Continúa en la segunda parte.