El intelectual y el vándalo, Jordi Fibla

Lunes, 30 de junio de 2025.

Me las prometía muy felices ante la perspectiva de darle un tironcito de orejas a mi admirado Alain Finkielkraut, cuyo libro Et si l’amour durait he leído en el original francés. La proyectada travesura se debía al trato, a mi modo de ver impropio de la talla de tan encumbrado intelectual, que Finkielkraut da en esa obra al traductor francés de la novela de Philip Roth The Professor of Desire.

En esa obra, un profesor de literatura expone a los alumnos sus normas personales. No es de los que se entregan a una alegre camaradería con los estudiantes. La formalidad ante todo; los trata de usted y huye del mimetismo con los jóvenes vistiendo como ellos. Chaqueta, corbata y nada de tuteo.

I have been told that I am one of the few remaining professors who address students in the classroom as «Mr.» and «miss», rather than by their given names.

Esta escena aparece ya muy avanzada la narración (en el original, la página 182 de un total de 263) y, al parecer, Finkielkraut no ha tenido nada grave que objetar a la versión francesa hasta ahí, pero al llegar a ese punto el traductor recibe el primer puyazo. Henri Robillot ha traducido:

J’étais l’un des derniers professeurs à s’adresser en classe à ses étudiants en les appellant monsieur ou mademoiselle plutôt que par leurs noms de famille.

Ante tamaña torpeza, Finkielkraut se apresura a rectificar la traducción de Robillot:

On m’a dit que j’étais l’un des derniers professeurs à s’adresser en classe a ses élèves en les appellant monsieur ou mademoiselle plutôt que par leurs prénoms.

Poner «apellidos» en vez de «nombres» es una barbaridad, de acuerdo con la siguiente explicación (tomada de la versión española):

Emplear en clase el patronímico tenía exactamente la misma función que emplear mister o miss: romper con la protección de la familia, separar el espacio académico del espacio privado. El Zeitgeist, el espíritu desenfadado del tiempo, no puede por lo tanto pretender enfrentar ambos espacios. Lo que intenta, mediante la generalización del empleo del nombre, es ajustar el ser institucional de cada uno a su ser individual. Dicho de otro modo, el significado del pasaje se pierde.

Puesto que Henri Robillot fue un profesional muy experimentado y prolífico, al que cuesta imaginar cometiendo errores de novato, tiendo a pensar que lo que tanto Finkielkraut como nosotros podemos considerar un fallo, tal vez obedezca a alguna razón. Quizá prefería el concepto venutiano de apropiación al de extranjerización, teniendo en cuenta que en los centros docentes franceses ningún profesor llamaría a los alumnos en clase por su nombre de pila. Esto no es más que una hipótesis.

Pero Finkielkraut no se detiene ahí: «Se pierden asimismo las palabras-tema, las metáforas recurrentes, puesto que cada vez resultan traducidas de modo diferente.» A fin de que los lectores de su texto admitamos sin reticencias que esto es otro descomunal fallo del traductor, el autor debería habernos proporcionado algún ejemplo de esas metáforas recurrentes traducidas sin orden ni concierto. Hacer que se sobrentienda «es así porque yo lo digo» no es admisible.

A continuación, Finkielkraut acusa a Robillon de negligente porque ha escrito primitif en lugar de punitive. ¿Por qué iba a cometer el traductor un error tan grosero? ¿Es que Finkielkraut vive en un mundo de ensueño donde no existen los gazapos? En todo caso, sufrir un descuido no es ser negligente. Ojo con el grosor del calibre al adjetivar.

Y llegamos al último comentario, el que despertó en mí el deseo de tirar un poco de las orejas a mi admirado intelectual (de veras, leo todo lo que publica). Acusa al traductor de ignorante además de negligente: «Le Je et le Tu de Martin Buber par example, paul-gérardisé en Moi et Toi et vous aurez une faible idée du desastre». Pero no queremos tener solamente una ligera idea del desastre. Necesitamos conocer la magnitud de la tragedia en toda su amplitud y (ahora dejo el plural porque solo me incumbe a mí), por contradictorio que parezca dada la admiración que le profeso, no me fío de él.

En el original de la novela de Roth solo aparece el título I and Thou, sin mención del autor. Tal vez Robillot desconocía a Martin Buber, tal vez no tenía ni idea de su libro Ich und Du, pero esta traducción es de 1975, cuando todavía no teníamos la más remota idea de la tecnología actual, que permite localizar las referencias con rapidez y precisión. La tarea era más complicada en la época de Robillot, y creo que, aun admitiendo sus posibles fallos, merece un poco de comprensión. Cierto que Finkielkraut parece decir que no quiere ir más allá, no quiere dedicar más espacio a exponer todas las barbaridades que, a su juicio, ha cometido el traductor, pero tras escribir «Un abismo separa The Professor of Desire de Professeur de Désir, la primera es una de las mejores novelas de amor del siglo XX, la segunda es la misma una vez vandalizada», me permito insistir en que debería aportar más pruebas, porque los ejemplos que ha ofrecido no justifican el insulto. La afirmación es grave: si Robillot vandalizó una de las novelas de Roth que tradujo, ¿por qué no iba a hacer lo mismo con otras de este autor y el resto de su extensa producción?

Decía al principio que esperaba con cierta fruición el momento de tirar un poco de las orejas a Finkielkraut, pero algo me ha detenido. Cuando me encontré con la expresión paul-gérardisé relacionada con Toi et Moi, no tuve ninguna duda de que había cazado al intelectual en el acto de meter la pata. Tanto acusar al traductor de negligencia e ignorancia y él mismo confunde al poeta Paul Géraldy, autor del diálogo Toi et Moi, con Paul Gérard, un nombre corriente en Francia. Podría ser un gazapo o el producto de un momento de inatención; en cualquier caso, un ejemplo de lo acertado que es el proverbio japonés «también los monos se caen de los árboles».

Sin embargo, en la versión española de Elena M. Cano e Íñigo Sánchez Paños (Alianza Editorial, 2013) dice lo siguiente:

Añádasele a esto la negligencia –el adjetivo punitif aparece traducido por primitif—o a ignorancia: el I and Thou (Yo y Tú) de Martin Buber, por ejemplo, pedro-juanizados en Moi et Toi». El neologismo «pedro-juanizados» remite a una nota al pie: «En el original francés, paul-gérardiser, a partir de Paul y Gérard, nombres tan corrientes en español como Pedro y Juan. Donde en español se dice, por ejemplo: «Yo (me llamo) Pedro», en francés se utiliza «Moi (je m’appelle) Pierre), y «Tú (te llamas) Juan» es «Toi (tu t’appelles) Jean.

He tenido que suspender la pequeña travesura de la que he hablado al principio porque me he preguntado: ¿y si los traductores españoles hubieran consultado a Finkielkraut sobre sus razones para usar la palabra de marras y la respuesta fuese lo que se dice en la nota al pie? Ahora bien, es cierto que en Francia abundan los Gérard, pero mucho menos que los Pierre, Jean, Paul o incluso Georges. Lo primero que Moi et Toi evoca es ese texto de Paul Géraldy. ¿Ha tenido motivos Finkielkraut para escribir paul-gérardisé en vez de paul-géraldysé, de la misma manera que Henri Robillot pudo tener sus motivos para sustituir los nombres de pila por los apellidos?

¿Qué propuesta es la correcta, la pedro-juanización o la paul-géraldyzación? Si los traductores españoles no contactaron con Finkielkraut para asegurarse de que la primera va a misa, a fin de salir de dudas lo mejor sería preguntárselo a mi admirado intelectual y aprovechar la ocasión para pedirle que, cuando tache a un traductor de vándalo, condenándolo sin piedad a la picota, aporte pruebas suficientes de las fechorías cometidas o, en su defecto, reduzca drásticamente la virulencia del ataque para que sus efectos destructivos sobre una reputación no sean tan devastadores.


Lo mejor sería preguntárselo (…) y pedirle que, cuando tache a un traductor de vándalo, (…) aporte pruebas suficientes de las fechorías cometidas o, en su defecto, reduzca drásticamente la virulencia del ataque para que sus efectos destructivos sobre una reputación no sean tan devastadores


 

Jordi Fibla Feito nació en Barcelona en 1946. Entre 1964 y 1974 trabajó en dos editoriales barcelonesas y cursó estudios de Filosofía y Letras e idiomas. Ama por igual las lenguas inglesa y francesa, aunque como traductor se ha especializado en la primera, y sigue manteniendo viva la profunda curiosidad por el japonés que se inició medio siglo atrás. Traductor de Philip Roth, John Updike, Toni Morrison, Thomas Pynchon, Susan Sontag, Colin McCann y Richard Power, así como varios autores franceses y japoneses, entre otros muchos, ha acumulado una obra abundante y muy diversa que él mismo ha calificado alguna vez como «archipiélagos de excelencia en un mar de mediocridad», aunque suele añadir que la mediocridad, pagadora de sus facturas, es lo que le ha permitido probar suerte en la traducción, tan sublime como poco rentable, de la excelencia. En 2015 le concedieron el Premio Nacional de Traducción por el conjunto de su obra.

 

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