El origen de las especies de Charles Darwin, ¿por qué una nueva traducción?, Dulcinea Otero-Piñeiro

Viernes, 3 de mayo de 2024.

El origen de las especies mediante selección natural (en adelante El origen) explica las claves de la teoría de la evolución de las especies a través del mecanismo de la selección natural, presenta los argumentos y pruebas que respaldan la teoría y detalla los numerosos experimentos y observaciones que realizó su autor a lo largo de los veinte años que tardó en componer su obra magna. Tal como afirma el propio Darwin en su Autobiografía, en traducción de José Luis Gil Aristu, «la ciencia consiste en agrupar datos para poder deducir de ellos leyes o conclusiones generales»[1].

Entre los antecedentes que llevaron a Darwin a erigirse en una de las figuras más destacadas de la ciencia de todos los tiempos encontramos a sus dos abuelos (sin duda también a sus dos abuelas, Mary Howard, por parte de padre, y Sarah Wedgwood, por parte de madre, pero de ellas sabemos bastante poco).

Erasmus Darwin (1731-1802), abuelo paterno de Charles, había alcanzado tal reputación en su especialidad que hasta recibió una propuesta del rey Jorge III para ejercer como médico real. Sin embargo, lo más destacado de él tal vez fuera su naturaleza inquisitiva, transgresora, íntegra, racionalista y artística. Escribió poesía desde su juventud y algunas de esas piezas, en parte dedicadas a sus intereses científicos, recibieron los elogios de Coleridge y de Wordsworth. Fue nombrado miembro de la Royal Society con treinta años, criticó con dureza los sistemas esclavistas y defendió el derecho de las mujeres a recibir formación académica. En la década de 1790 (medio siglo antes que Charles Darwin) ya había esbozado una hipótesis sobre la transmutación de las especies, una idea revolucionaria por entonces, en una obra titulada Zoonomia. Fue uno de los miembros asiduos de la Lunar Society, una especie de club de polímatas formado por algunos de los intelectuales, científicos, artistas e industriales más destacados del momento que se reunía una vez al mes, en noches de luna llena, para que el trayecto de regreso a casa después de sus encuentros fuera más fácil y seguro que en noches oscuras, de ahí el nombre que adoptó el grupo.

Otro de los asistentes habituales a las reuniones de esta sociedad fue Josiah Wedgwood (1730-1795), abuelo materno de Charles Darwin y abuelo paterno de su esposa, puesto que contrajo matrimonio con una prima hermana suya; Wedgwood, nacido en una casa de varias generaciones de alfareros, introdujo innovaciones sustanciales en el negocio familiar que lo convirtieron en una firma de gran prestigio que ha perdurado hasta hoy. Dodgson y Gann lo consideran el «mayor innovador del mundo»[2], y sostienen que «fue un genio del marketing y conectó el mundo de las ciencias y de las artes a través de una concepción absolutamente novedosa del diseño industrial. Su aportación más relevante fue la forma en que mejoró la calidad de vida y de trabajo de la sociedad en la que vivió»[3]. También él fue nombrado miembro de la Royal Society.

Retrato de Charles Darwin por Herbert Rose Barraud (1845-1896) tomado en 1881. (Wikimedia, dominio público)

Curiosamente, Charles Darwin no llegó a conocer a ninguno de sus abuelos, puesto que ambos fallecieron antes de que él naciera, pero sin duda heredó su racionalismo, su afán de conocimiento, su valentía para defender sus convicciones aunque fueran contrarias al pensamiento imperante y, por supuesto, la tranquilidad de un gran patrimonio que le permitió fluctuar en los estudios y las aficiones hasta que todo ello lo encaminó hacia el desarrollo de su revolucionaria teoría. Él mismo alude a ello en su Autobiografía cuando señala que poco después de abandonar la carrera de medicina en Edimburgo «me convencí […] de que mi padre iba a dejarme en herencia suficientes bienes como para subsistir con cierta comodidad»[4]. Darwin admite haber perdido el tiempo durante su formación académica en varios pasajes de este sucinto volumen, pero lo cierto es que el entorno en el que se desenvolvió le reportó muchos de los materiales que necesitaría más tarde para componer El origen, uno de los fundamentos de la biología moderna y obra cumbre la literatura universal.

En 1831, recién graduado en Cambridge, había aceptado la propuesta de viajar como acompañante del capitán FitzRoy en la expedición del HMS Beagle, y no exactamente como naturalista. Según sostienen Rob Dunn y Mónica Sánchez:

Mientras el Beagle surcaba las costas de América del Sur, Darwin empezó a discernir tanto la evolución de las especies como la relevancia que tenía para ella la supervivencia del más fuerte. Pero Darwin no viajaba a bordo del Beagle como científico. Lo invitaron a realizar la travesía como comensal del capitán del navío, Robert Fitzroy, para hacerle compañía y que no sucumbiera a la soledad y la desesperación habituales de los largos viajes por mar. Darwin reunía dos cualidades para desempeñar esta labor (no remunerada). Pertenecía a la misma clase social e intelectual que Fitzroy […]. Y, además, durante las comidas a las que había sido invitado en Inglaterra, Darwin había cobrado fama de buen compañero de mesa: contaba cosas interesantes [5].

Durante aquella vuelta al mundo de cinco años de duración en la que visitó lugares tan alejados y distintos de su Inglaterra natal como América del Sur, algunas islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda o el sur de África, «dedicaba una parte de la jornada a redactar mi diario, y me esforcé mucho en describir con cuidado y viveza todo lo que veía, lo que constituyó una buena práctica»[6]. Aquel ejercicio le sirvió, además, para publicar su primera obra en 1839 como parte de otra más extensa dedicada a las dos expediciones realizadas por el buque HMS Beagle. Ese mismo año fue nombrado también él miembro de la Royal Society y, además, a la misma edad que su abuelo Erasmus, con treinta años. A partir de entonces, el naturalista inglés no dejó de reunir observaciones, de efectuar experimentos y de recopilar datos para la confección de su gran obra, la cual se propuso escribir a partir de aquel viaje.

Se entregó durante veinte años a esa labor y publicó la primera edición de El origen en 1859, a la edad de cincuenta años. Compuso una obra de 500 páginas (exactamente 502 en su primera edición) que concibió como un resumen y escribió para un público no especializado. La expectación que suscitó el volumen agotó la tirada de 1250 ejemplares en un solo día (de acuerdo con declaraciones epistolares del propio Darwin[7]), y las ideas y argumentos del que por entonces ya era un reputado científico entre sus coetáneos inspiraron numerosos debates científicos, filosóficos y religiosos.

Caricatura de Charles Darwin como mono publicada en The Hornet, revista satírica (1871). (Wikimedia, dominio público)

En vista del éxito rotundo de la primera edición, el editor, John Murray, instó a Darwin a preparar una segunda edición con la máxima celeridad, y esta se publicó menos de dos meses después, el 7 de enero de 1860. Entre los años 1859 y 1872, Charles Darwin retocó hasta en cinco ocasiones la primera versión de su obra cumbre, y en cada variante sucesiva introdujo modificaciones, supresiones o añadidos para adecuarla mejor a su pensamiento y dar respuesta a algunas de las críticas más espinosas que fue recibiendo. La última de todas, la sexta edición inglesa, es la más acabada por su autor, la definitiva, aunque todas ellas tienen una relevancia indiscutible para conocer el devenir del pensamiento del naturalista inglés.

Por extraño que pueda parecer, desde 1872 hasta 2023 solo han circulado dos traducciones íntegras y legítimas al castellano de la versión definitiva de esta obra de Darwin. La primera de ellas se la debemos a Enrique Godínez y Esteban. Este intelectual español nacido en Madrid en 1845, fue un oficial de la marina con inquietudes periodísticas y empresariales que tomó la iniciativa de escribir a Darwin para proponerle la traducción de El origen al castellano. Su traducción, publicada en 1877 en la Biblioteca Perojo, conoció una segunda edición en 1880 «notablemente corregida y aumentada», según consta en la portada del libro. La segunda traducción íntegra y legítima al castellano de la sexta edición inglesa de El origen vio la luz en 1921 y se la debemos a Antonio de Zulueta y Escolano, uno de los científicos españoles más sobresalientes e internacionales del momento. Nacido en Barcelona en 1885, se doctoró en Ciencias Naturales por la Universidad Central de Madrid, fue uno de los defensores del evolucionismo en España y ocupó la primera cátedra de Genética que se creó en el país. Por desgracia, la guerra civil y la represión franquista posterior frustraron su brillante carrera científica. Zulueta fue represaliado, depurado y condenado al ostracismo por sus ideas republicanas[8].

De las dos traducciones recién mencionadas, la de Zulueta ha sido la mejor valorada por la crítica y la más reproducida en nuestro idioma. Sin embargo, esto no quiere decir que a lo largo de los siglos xx y xxi solo hayan circulado versiones de esta obra en castellano firmadas por estos dos traductores, sino que los textos que hemos leído hasta ahora (exceptuando el de M. J. Barroso Bonzón, que no se basa en la sexta edición inglesa) han sido, o bien una de esas dos, o bien paráfrasis o copias de ellas presentadas con otros nombres, es decir, apropiaciones ilegítimas o plagios. A este respecto resulta muy esclarecedor y recomendable el artículo de Carmen Acuña Partal titulado «Autoría y plagio en las traducciones al español de [On] the Origin of Species de Charles Darwin (1872-2001)»[9]. Este estudio, que acota el marco temporal de su análisis entre los años 1872 y 2001, recurre «a la metodología y las herramientas desarrolladas a tal efecto en el ámbito de la Lingüística Forense anglosajona»[10] para examinar en profundidad las traducciones de El origen publicadas dentro de ese intervalo temporal. En su apartado 5 de «Consideraciones finales» concluye que «pueden establecerse dos grupos de textos vinculados por una marcada similitud»[11], denominados en este estudio «Grupo Godínez» y «Grupo Zulueta».


Los textos que hemos leído hasta ahora (exceptuando el de M. J. Barroso Bonzón, que no se basa en la sexta edición inglesa) han sido, o bien una de esas dos, o bien paráfrasis o copias de ellas presentadas con otros nombres, es decir, apropiaciones ilegítimas o plagios


Esto evidencia, por tanto, que las versiones más reproducidas y leídas en español de la obra cumbre de Darwin solo han sido dos hasta el año 2001, la de Godínez y la de Zulueta[12]. Algunas de esas publicaciones alcanzaron gran difusión y elevados índices de ventas en España y en América, aunque no siempre portaran el nombre de sus verdaderos traductores. Si tenemos en cuenta que la más reciente de ambas data de 1921, parece bastante oportuno elaborar una nueva traducción, aunque solo sea para volver a analizar en profundidad el texto original darwiniano más de un siglo después.

Con esa idea empecé a trabajar en este proyecto al que dediqué dos años. La amplitud del plazo temporal me permitió avanzar en la tarea con minuciosidad, desentrañando el texto original hasta el último detalle. El volumen está repleto de terminología especializada de diversas materias científicas, pero no es un texto científico especializado. Se trata de un ensayo expositivo destinado a un público general que explica una teoría científica sobre la base de observaciones, experimentos y razonamientos. Traducirlo requirió numerosas indagaciones y búsquedas, pero la lectura del resultado debería fluir sin ningún contratiempo. Aunque a continuación esbozaré algunas de las mayores diferencias entre mi traducción y las de mis antecesores, quisiera aprovechar estas líneas para elogiar y reconocer el trabajo monumental que realizaron estos pioneros para trasladar a nuestro idioma y difundir entre la comunidad hispanohablante la obra magna de Darwin.

Antes de consultar los estudios de Acuña Partal ya percibí una similitud enorme entre todas las traducciones de El origen que cayeron en mis manos, pero durante la ejecución del trabajo comprobé que había más razones para preparar una nueva versión en castellano de esta obra universal. Los textos de Godínez y Zulueta adolecen de una expresión encorsetada, muy aferrada al original inglés, en el que abundan frases muy largas repletas de incisos, digresiones, aposiciones o paréntesis; la traducción de esta obra a nuestra lengua manteniendo con rigidez el orden y hasta la puntuación de las frases originales, dio como resultado textos abstrusos, entrecortados y difíciles de entender. Consideremos algunos fragmentos tomados de la traducción de A. Zulueta y de D. Otero-Piñeiro a modo de ejemplo:

De modo que las variedades admitidas como tales tienen aproximadamente el mismo promedio de extensión restringido que las formas muy afines marcadas para mí por míster Watson como especies dudosas, pero que los botánicos ingleses clasifican casi unánimemente como buenas y verdaderas especies.

El origen, cap. II, trad. de A. Zulueta (1921)[13]

De modo que las variedades catalogadas como tales exhiben casi la misma restricción geográfica que las formas muy próximas a ellas que el señor Watson me ha señalado como especies dudosas, pero que son clasificadas casi de manera universal por los botánicos británicos como especies indiscutidas y verdaderas.

El Origen, cap. II, trad. de D. Otero-Piñeiro (2023)[14]

[…] y yo creo que este principio genealógico o de descendencia es el oculto lazo de unión que los naturalistas han buscado con el nombre de sistema natural. Con esta idea de que el sistema natural —en la medida en que ha sido realizado— es genealógico por su disposición, expresando los grados de diferencia por los términos géneros, familias, órdenes, etc., podemos comprender las reglas que nos hemos visto obligados a seguir en nuestra clasificación.

El origen, cap. XIV, trad. de A. Zulueta (1921)[15]

[…] y creo que este elemento de la descendencia es el eslabón oculto de conexión que han buscado los naturalistas bajo la denominación de sistema natural. Las reglas que tendemos a seguir para nuestras clasificaciones se entienden a partir de esta concepción del sistema natural como una ordenación genealógica (tan perfecta como se ha logrado hasta ahora) en la que los grados de diferencia se expresan en términos de géneros, familias, órdenes, etc.

El Origen, cap. XIV, trad. de D. Otero-Piñeiro (2023)[16]

Otra de las razones que dan sentido a la nueva traducción es la cantidad de discrepancias, algunas bastante sorprendentes, que detecté entre la versión original de Darwin y las existentes en castellano que, en algunos casos, se deben a lapsus de traducción y, en otros, derivan de la copia o el dictado del texto manuscrito o impreso por parte del traductor o de terceras personas para mecanografiarlo o para digitalizarlo.

Algunas de estas alteraciones consisten en frases ausentes por saltos de línea durante la traducción; otras son trastoques de letras o de palabras completas, como escribir «extrema» en lugar de «externa», «senil» en lugar de «sésil» o «alcantarillados» en lugar de «acantilados»; y en otras ocasiones se niega cuando el original afirma o, por el contrario, se afirma cuando el original niega, o se dice exactamente lo contrario y, por ejemplo, leemos «directa» en lugar «indirecta» o «superiores» en lugar de «inferiores». En general, se trata de deslices o erratas que no alteran el conjunto de la obra, pero que sumados a todo lo demás, complican la lectura y entorpecen su comprensión.

La traducción de El origen de las especies recién publicada en Alianza Editorial está exenta de todos estos problemas. Ofrece un texto más natural en castellano, inteligible y fluido; un texto liberado de errores que se habían ido perpetuando (y hasta multiplicando) edición tras edición; enriquecido con notas al pie que aclaran detalles irresueltos hasta ahora y aportan información valiosa para ambas orillas del Atlántico; y respetuoso con el rigor terminológico del periodo histórico en que se concibió la obra, así como con la expresión y el estilo de su autor[17]. Con esta traducción recuperamos el texto original de Darwin con la esperanza de dar un nuevo impulso a la difusión de sus hallazgos entre toda la comunidad hispanohablante.


Con esta traducción recuperamos el texto original de Darwin con la esperanza de dar un nuevo impulso a la difusión de sus hallazgos entre toda la comunidad hispanohablante


 

[1] Charles Darwin, Autobiografía. Trad. de José Luis Gil Aristu, Laetoli, 2008.

[2] Mark Dodgson y David Gann, Innovación. Trad. de Dulcinea Otero-Piñeiro, Antoni Bosch, 2019.

[3] Ibíd.

[4] Charles Darwin, Autobiografía. Trad. de José Luis Gil Aristu, Laetoli, 2008.

[5] Rob Dunn y Mónica Sánchez, Delicioso. La evolución del sabor y cómo nos hizo humanos. Trad. de Dulcinea Otero-Piñeiro, Alianza Editorial, 2022.

[6] Charles Darwin, Autobiografía. Trad. de José Luis Gil Aristu, Laetoli, 2008.

[7] Véase, por ejemplo, la carta del 21 de diciembre de 1859 de Darwin a Asa Gray, Darwin Correspondence Project, «Letter no. 2592», consultado en febrero de 2024, https://www.darwinproject.ac.uk/letter/?docId=letters/DCP-LETT-2592.xml

[8] Para acceder a una información detallada sobre la trayectoria científica de Zulueta, véase el trabajo de Susana Pinar y Francisco J. Ayala «Antonio de Zulueta y los orígenes de la Genética en España», disponible en https://segenetica.es/wp-content/uploads/2023/05/Paginas-165-a-325.pdf (consultado en febrero de 2024).

[9] Carmen Acuña Partal, «Autoría y plagio en las traducciones al español de [On] The Origin of Species de Charles Darwin (1872-2001)». 1611: Revista de historia de la traducción, n.º 14, 2020.

[10] Ibíd.

[11] Ibíd.

[12] Aludo aquí al año 2001 porque ese es el intervalo que abarca el estudio académico de Acuña Partal. Sin embargo, durante las averiguaciones esporádicas que he efectuado para localizar otras traducciones entre 2001 y 2023 no he encontrado ninguna. Además, el ejemplar de El origen en traducción de Zulueta del que dispongo es una edición conmemorativa de Austral cuyo año de edición es 2021. Todo ello insta a pensar que la traducción de Zulueta ha seguido siendo la más valorada y reproducida de esta obra de Darwin en castellano al menos hasta 2021.

[13] Charles Darwin, El origen de las especies. Trad. de Antonio Zulueta, Austral, 2021.

[14] Charles Darwin, El origen de las especies mediante selección natural. Trad. de Dulcinea Otero-Piñeiro, Alianza, 2023.

[15] Charles Darwin, El origen de las especies. Trad. de Antonio Zulueta, Austral, 2021.

[16] Charles Darwin, El origen de las especies mediante selección natural. Trad. de Dulcinea Otero-Piñeiro, Alianza, 2023.

[17] Para ahondar en algunos de estos aspectos de la traducción de El origen publicada recientemente en Alianza Editorial, recomiendo el capítulo «Nueva traducción de El origen de las especies: Darwin para el mundo hispanohablante del siglo xxi» de D. Otero-Piñeiro, en: Después de El origen de las especies: La teoría darwiniana, paradigma de hoy. M.C. Botella López, M. K. Gijón y J. Gijón Puerta (eds.), EUG, 2023.

 

Dulcinea Otero-Piñeiro es traductora especializada en obras científicas desde el año 1998. Ha trabajado con diversas editoriales españolas, como Ediciones B, Planeta, Tusquets, Antoni Bosch, Akal o Alianza Editorial, y ha reportado más de ciento veinte obras traducidas al mercado de libros en español, casi todas sobre materias científicas como astronomía, física, química, matemáticas, biología o ecología. Es miembro profesional de ACE Traductores (Sección autónoma de traductores de la Asociación Colegial de Escritores de España) y de ASETRAD (Asociación Española de Traductores, Correctores e Intérpretes). Para más información sobre su trayectoria, producción editorial y actividades véase su página web: https://tradart.es/