Viernes, 28 de julio de 2023.
La traducción de la no ficción literaria. De los hechos a la literatura y de la literatura a los hechos, Belén Santana López y Goedele De Sterck (eds.), Granada, Comares, 2022, 175 páginas.
José Luis Aja Sánchez
Este libro, fruto del trabajo colectivo que el grupo TradLit (Universidad de Salamanca) viene desarrollando desde hace años en didáctica de la traducción literaria, ofrece al lector ―desde la praxis y la teoría de la traducción, así como desde la docencia― una interesante reflexión sobre la compleja naturaleza de las tipologías textuales asociables a lo literario, que los autores de esta obra engloban bajo la etiqueta «no ficción literaria». La necesidad de volver al debate sobre las etiquetas en torno a los géneros, que ya autores de la talla de Maurice Blanchot o de Zvetan Todorov consideraban baldío, surge de una necesidad inherente a la profesión del traductor: encontrar las estrategias documentales y terminológicas, así como el tono y el ritmo textual adecuado, para afrontar el desafío que la traducción de cada libro nos plantea.
Belén Santana López, en el primer capítulo del libro, reflexiona sobre la complejidad del género biográfico a partir de su experiencia a la hora de traducir la obra Annette, ein Heldinnenepos, de Anne Weber (Annette, una epopeya, 2021), una adaptación de la autobiografía de Anne Beaumanoir en clave literaria. La obra de Weber, siguiendo la terminología propuesta por Gérard Genette, es un claro caso de palimpsesto cultural, donde el cambio de la función textual ―presencia del verso libre, recreación de los cantares de gesta― genera una nueva visión del personaje, diversa de la que Beaumanoir propone en su autobiografía. Una doble mirada a ambas obras mediante el análisis de un fragmento conduce a una reflexión sobre la función textual, que se convierte, junto al ritmo, en el parámetro clave para traducir esta obra de carácter transfronterizo, según términos de Santana López.
El argumento de la biografía como caso de no ficción literaria es retomado por Carlos Fortea en el capítulo sexto, donde se establecen las líneas de demarcación que diferencian la biografía, la autobiografía y las memorias, siempre en un eterno vaivén entre lo literario y lo referencial. Esta oscilación exige un esfuerzo constante de adaptación por parte del traductor, pues en la medida en que este sea capaz de comprender la naturaleza del texto que traduce podrá «identificarlo y desbrozarlo, […] averiguar la forma en que ha sido escrito» para «estar más cerca de su correcta reproducción» (p. 108). El traductor se contagia, por tanto, del carácter proteico que define a este tipo de obras.
La amplitud de la etiqueta «no literario» da pie a preguntarnos por la naturaleza de otros posibles géneros o subgéneros. Así, Goedele De Sterck, en el segundo capítulo del libro, aborda la polivalencia del texto periodístico y sus dificultades traslativas mediante un estudio en torno a la recepción española de la obra de Frank Westerman, al que sigue un análisis textual comparado de sus traducciones españolas en claves sociológicas. A la luz de los datos obtenidos se deduce una vez más la importancia de comprender la función textual ―aquí la dicotomía se produce esencialmente entre periodismo divulgativo y periodismo científico― para dar con el tono adecuado a la hora de traducir. En opinión de De Sterck, la recepción de Westerman en España se ve lastrada por un error de «etiquetado»: los sellos editoriales no han comprendido la naturaleza de su periodismo, lo que ha generado un conflicto con las líneas ideológicas de las colecciones en las que se han publicado sus obras. Este fallo, catalogado desde la perspectiva de la gestión editorial en términos de branding o diseño de catálogo, termina por arrastrar al traductor y por afectar a la percepción de los lectores sobre el tipo de texto que tienen entre manos. La causa está en la hibridez del estilo periodístico que define a Westerman, poco entendido en España, lo que permite vincular el conflicto a una estética lectora que la autora del capítulo desarrolla desde los planteamientos propuestos por Pierre Bourdieu. En una línea similar podemos clasificar la aportación de Josep Marco Borillo en el tercer capítulo, en la que reflexiona sobre la transmisión del pensamiento científico en España. Marco Borillo desarrolla un estudio textual en torno a las traducciones españolas de Richard Dawkins desde una perspectiva microtextual, llegando a conclusiones analizables también desde la sociología de la traducción.
Marta Fernández Bueno, en el capítulo cuarto, dedica un espacio importante del libro al texto académico, concretamente al filológico, desde enfoques culturales. Su descripción del método Wörter und Sachen, practicado por los romanistas de la Universidad de Hamburgo a principios del siglo XX, permite una interesante clasificación de los realia lingüísticos utilizados en estos textos académicos, muy centrados en la dimensión léxica con el fin de preservar, desde criterios folklorísticos próximos a la estética romántica, las hablas autóctonas de territorios rurales en la España del momento.
En el capítulo quinto, Itziar Hernández Rodilla retoma el argumento de la traducción periodística, ya abordado en el capítulo segundo, para incidir en las dificultades que plantea la traslación al español de las crónicas de moda que Helen Grund publicó entre 1922 y 1925. En este caso, la dificultad terminológica exige al traductor una especial destreza en el manejo de fuentes documentales. Esta exigencia se constata también en el capítulo séptimo, donde Isabel García Adánez describe pormenorizadamente las estrategias que siguió al traducir los ensayos de Herta Müller en lo referente al tratamiento de las citas. La polémica sobre las etiquetas en torno a la no ficción se desliza aquí al campo de la intertextualidad. Las referencias a otros autores en la obra de Müller encierran en ocasiones un doble sentido, que entreteje un discurso paralelo convertido en creación literaria sin abandonar el rigor de la crítica filológica. Claudia Toda Castán también aborda en el capítulo noveno un análisis que parte de un texto predominantemente literario como es Die Wand, de Marlen Haushofer (1963), que ella misma tradujo con el título La pared (2020). Toda Castán bucea desde una perspectiva narratológica en la naturaleza de esta obra, donde Haushofer presenta un «informe»: un texto de naturaleza claramente no ficcional, si bien la autora utiliza un lenguaje y unas estrategias expositivas que lo vinculan insoslayablemente a la literatura.
Dejamos para el final de esta reseña dos contribuciones sobre la traducción de textos caracterizados por su vuelo ideológico, más asociables quizá a la filosofía. En el capítulo octavo, Beatriz de la Fuente estudia las versiones del discurso ciceroniano contra Quinto Cecilio, que Pedro Simón Abril publicó en 1574. La autora insiste en una de las grandes aportaciones de este trabajo, claramente vinculable a la tradición humanística española: su carácter bidimensional, ya que el traductor ofreció una traducción «palabra por palabra» y otra «propiamente en nuestra lengua», lo que permite una interesante reflexión sobre la equivalencia traslativa. Es necesario mencionar aquí, además, el estudio de los escolios a las traducciones, cuyo contenido resulta especialmente útil desde una perspectiva didáctica. El volumen concluye con un estudio de Ana María García Álvarez en el capítulo décimo, donde se aborda la transmisión del budismo tibetano a través de la canción poética: un texto sobre la interpretación del mundo ―por tanto de carácter filosófico― que emplea recursos ficcionales, lo que desplaza la dificultad traslativa, en buena medida, a la interpretación simbólica, canalizada a través de figuras estilísticas recurrentes como la metáfora.
Los diez capítulos que componen este libro, caracterizados por la diversidad de enfoques y de pares lingüísticos involucrados, tienen un claro denominador común, que va más allá de la dicotomía entre ficción y no ficción, o las dificultades a la hora de definir determinados géneros textuales. Nos referimos a las aplicaciones didácticas, que no se descuidan en ningún momento del trabajo. El lector encontrará en esta obra un rico corolario de actividades docentes, que va desde el análisis textual en lengua original y la traducción de textos adaptados hasta ejercicios relacionados con la terminología, las fuentes documentales, las estrategias de cita o el reconocimiento de la intertextualidad. De hecho, la presencia de la referencialidad ―y de la autorreferencialidad― es sin duda una de las principales dificultades a las que se han enfrentado las autoras y los autores de este texto en su quehacer diario: la traducción. Todo ello nos hace pensar, parafraseando a Goedele De Sterck ―quien, obviamente, parafrasea a su vez a Roland Barthes―, en la siguiente realidad: el autor no ha muerto, sino que está más vivo que nunca. Y lo mismo sucede con el traductor.
José Luis Aja es traductor y profesor universitario. Licenciado en Filología Italiana, se doctoró en la Universidad Pontificia Comillas con la tesis titulada Los Racconti Romani de Alberto Moravia y el tratamiento del discurso oral en las traducciones españolas y francesas de la obra. Ha traducido ensayos de filosofía, cine, teoría de género y lingüística aplicada. En el campo de la narrativa, ha traducido novela contemporánea, así como literatura infantil y juvenil. Entre sus traducciones destacaremos El Corsario Negro, de Emilio Salgari (El País, 2004), Nemo. El gigante de piedra, de Davide Morosinotto (Anaya, 2017) y El corazón en braille, de Pascal Ruter (Anaya, 2018).