Viernes, 30 de junio de 2023.
Editar y traducir. La movilidad y la materialidad de los textos, Roger Chartier, trad. de Georgina Frazer, Barcelona, Gedisa. 360 páginas.
María Aroa Masa Corral
«La traducción es la condición misma de los intercambios, sin los cuales solo hay barbarie.» (Pág. 76)
Nuestro interés personal por Editar y traducir, de Roger Chartier, surge de la reseña que la revista Librújula dedica al título en la sección «Escaparate de novedades». Resulta estimulante que una publicación como Librújula, dedicada al análisis y a la difusión de novedades editoriales, preste atención a títulos dedicados de forma específica a la traducción. No es de extrañar, especialmente, en el caso de este título, que trata, de dos de los procesos básicos del mundo del libro: la edición y la traducción. Resulta evidente que las páginas de Editar y traducir reenvían a otro gran ensayo que disecciona la relación del traductor con el autor, El fantasma en el libro, de Javier Calvo.
Uno de los aspectos más interesantes de este libro es la unión de dos profesiones que a veces parecen contraponerse y que, sin embargo, son complementarias e incluso pueden coincidir: la de la persona que traduce y la de la persona que edita.
También despiertan la curiosidad los dos conceptos que introduce Chartier, en realidad su traductora, Georgina Fraser, en el subtítulo: «la materialidad y la movilidad de los textos. Traducir implica tener en cuenta todos los aspectos paratextuales, como el formato, la encuadernación o la fuente, tal y como se deduce de las traducciones citadas en los capítulos centrales del ensayo. Son especialmente pormenorizados y eruditos los análisis de las versiones realizadas en los siglos XVI y XVII de clásicos como Cervantes, Molière o Shakespeare, estudiadas desde este punto de vista. Se analizan, asimismo, las diferencias entre las traducciones destinadas a la escena y las destinadas a la lectura.
Editar y traducir nos planteará muchas preguntas y nos llevará a reflexionar sobre el oficio gracias a los ejemplos que incluye Chartier. Nos encontramos ante una obra polifacética y versátil, como todo lo que tiene que ver con la traducción, en la que se reúnen ocho conferencias dictadas por Roger Chartier donde la traducción aparece junto a disciplinas afines como la filología, la filosofía o la historia.
Editar y traducir también es una obra que en poco más de 300 páginas nos introduce en el mundo editorial de los siglos XVI y XVII. Chartier narra cómo el traductor compartía protagonismo durante aquella época, al igual que en la actualidad, con otras figuras tan importantes como el librero, el corrector, el impresor o el editor . Es importante tener en cuenta, asimismo, la segmentación que sufren las obras en función de si nos encontramos ante una edición integral o no (p. 19). Por esta razón podemos afirmar que el traductor poseía lo que se denomina «el privilegio de la edición» (p. 65), ya que a veces su función era, a menudo, la del editor. Tenía que bregar, por tanto, con la censura, y en ocasiones ponía en práctica la autocensura.
El autor nos lleva a reflexionar, además, sobre aspectos como traducción y equivalencia, retraducción (pp. 68 y 70), manipulación, la relación entre la tríada traductor-corrector-editor o el tratamiento de la polisemia (pp. 63, 129-142).
Ya desde una perspectiva más vinculada al significado y a las estrategias de trabajo. Chartier nos habla, asimismo, de la duda patológica que debería acompañar a toda traducción, pues las diferentes formas de traducir forman parte de esa creatividad que siempre está presente en el proceso traslativo (pp. 73-75); es el ejemplo ilustrado por Jean de Léry cuando habla de las «tres formas de traducción». Chartier reflexiona asimismo sobre la relación entre lenguaje, violencia y aculturación (pp. 78-83) o durante los procesos evangelizadores en la conquista de América). En definitiva: «No traducir no necesariamente es una derrota que haya que evitar» (Pág. 89).
En cuanto a lo que en el subtítulo se denomina «materialidad y movilidad de los textos» (pp. 91, 145, 167-168), estos dos conceptos se aplican a varios aspectos fundamentales a la hora de enfrentarse a una traducción editorial, por ejemplo, al sentido que adquieren los textos a través de las palabras que se emplean para traducir un término de una lengua a otra. Desempeña aquí un papel clave el contexto en el que se van a publicar las obras traducidas y que constituye un elemento fundamental para realizar con eficiencia cualquier encargo, así como la «interpretación global de una obra» que puede variar cuando se traslada un texto de su lengua original a la lengua de destino.
También debemos tener en cuenta factores como «la inestabilidad en la atribución, las variantes entre los textos impresos, la pluralidad de las formas de publicación, migraciones entre géneros y traducciones» (p. 145), aspectos muy importantes tanto en el siglo XVII como en la época actual y que Chartier ejemplifica al describir los avatares que rodean a la transmisión del Don Juan de Molière (1683). Esta situación, salvando las distancias, también se produce en la actualidad. No olvidemos que hoy en día es frecuente que los libros hayan pasado primero por otro medio, que suele ser el audiovisual, o, lo que implica también una serie de adaptaciones Algo similar se produce en el proceso inverso, es decir, cuando una obra escrita se adapta al cine.
Como conclusión podemos afirmar que todos los ejemplos que aparecen en la obra del gran Chartier muestran que debemos hablar de y sobre traducción. Uno de los puntos que más llaman la atención del libro Editar y traducir es que durante los siglos XVI y XVII la traducción era objeto de un gran debate que incluía defensores y detractores de una traducción u otra. Por ejemplo, Voltaire defendió a capa y espada su traducción del famoso monólogo de Hamlet y no tuvo pelos en la lengua a la hora de criticar otras versiones (cap. VII). En la época actual no estaría de más que los traductores utilizaran todos los espacios que se pusieran a disposición para ser protagonistas del proceso traslativo, algo que se va consiguiendo poco a poco.
Editar y traducir constituye un viaje del que se pueden extraer grandes enseñanzas y ejemplos en fases tan cruciales como la toma de decisiones. Cada persona que lea este libro extraerá su propia interpretación, otra forma de «movilidad y materialidad de las obras», ya que hay tantas interpretaciones como lectores, al igual que traducir también significa decidir. Por esta razón tal vez esta cita sea el cierre más adecuado para esta reseña: «Nada es traducible. Todo es traducible. Nada es traducible porque, en definitiva, cada palabra contiene un universo propio. Todo es traducible porque no existen sentimientos tan infrecuentes, tan extraños o singulares, que no puedan expresarse en mayor o menor medida en otra lengua.»(p. 88)
Aroa Masa Corral. Polifacética al igual que toda traductora, Lectora con Rayos X, como se titula un artículo de la revista Librújula. Firme defensora del asociacionismo, forma parte de ACE Traductores, ASETRAD y ATRAE. Ha obtenido una mentoría en la cuarta edición del programa en ACE Traductores. Le interesan la traducción literaria, la científica, la gastronómica o la de moda, entre otras. Se acercó a la traducción a través de la carrera de Filología Inglesa, estudió un Máster en Traducción y Mediación intercultural, para compaginar ahora su Doctorado en Traducción de cómic con la traducción y la lectura.
Lo vi hace meses en la librería y con esta reseña ahora tengo más ganas de leerlo 🙂