Viernes, 19 de mayo de 2023.
En 2023, ACE Traductores cumplirá cuarenta años de su fundación y esta revista cumplirá los treinta años de existencia. Por ese motivo, en 2021 VASOS COMUNICANTES inició la publicación de una serie de artículos dedicados a la historia reciente de la traducción y de los traductores en España, así como al papel que ha desempeñado ACE Traductores durante estas décadas.
Una crónica de anécdotas me manda hacer Violante… digo… Carmen Francí. Y no me veo en ningún aprieto. La anécdota es lo mío. Lo oficial se me da fatal (y el pareado no es involuntario). Eso sí, mis anécdotas no siempre son de fiar, no me quejo de mi memoria, pero tengo cierta tendencia a volver a escribir a veces el pasado de forma fantasiosa (e incluso tendenciosa). Pero, en fin, grosso modo así empezamos hace cuarenta años.
Lo primero, el contexto (como no podía ser menos en una traductora).
—En 1954, Consuelo Berges y Marcela de Juan fundaron APETI, asociación profesional de traductores e intérpretes, para reivindicar la profesión y luchar por sus derechos, a la sazón prácticamente inexistentes.
—Un grupo de escritores encabezados por Ángel María de Lera fundaron en 1976, legalizándose en 1977, la Asociación Colegial de Escritores, después de haber dado a luz la Mutualidad de Escritores. Unos pocos colegas, arrastrados por la indomable fe y voluntad de Lera, dieron vida a la ACE (Asociación Colegial de Escritores) con el único bagaje de su inquebrantable deseo de ser; iniciando su singladura por un proceloso mar lleno de arrecifes, de hostilidad, insolidaridad e indiferencia (cita tomada de la página web de ACE).
—«En 1983, un grupo de socios de APETI, traductores de literatura, estimando que era menester incidir en la defensa de los intereses y los derechos jurídicos, patrimoniales o de cualquier otro tipo de los traductores de libros» (cita tomada de la página web de ACE Traductores) se planteó una nueva asociación centrada prioritariamente en dicho empeño y decidió integrarse en ACE como sección autónoma, pues ACE era una asociación de autores en cuyo seno debíamos estar ya que esa pertenencia constituía una meridiana proclamación de lo que se quería defender y por lo que había que luchar: el traductor autor (de obra derivada). Objetivo que se consiguió en 1987 con la nueva Ley de Propiedad Intelectual. La pertenencia a ACE Traductores, por lo demás, era compatible con la pertenencia a APETI y muchos traductores militaron durante años en ambas asociaciones.
Anécdota ma non tanto: El nombre fundacional fue una sigla impronunciable, solo deletreable: SATL (Sección Autónoma de Traductores de Libros). La denominación ACEtt data de 1996.
Anécdota 1: ACE y muchas otras asociaciones (por ejemplo el Club de Amigos de la Unesco allá por 1963) en los años finales de la dictadura y los inmediatamente siguientes, hasta la Constitución de 1978, tenían, por supuesto, los fines públicamente proclamados, pero fueron también una forma de aliarse y trabajar y pelear, cultura mediante, por la llegada y el asentamiento de la democracia (traducción a registro coloquial: una panda de rojos, vaya).
Anécdota 2: El nombre familiar para los traductores miembros simultáneamente de APETI y de la nueva asociación fue: la doble militancia.
Anécdota 3: La constitución formal de la SATL fue el 16 de noviembre de 1983; antes, en octubre, se había convocado a los socios de APETI en la sede del INLE para ponerlos al tanto del proyecto en marcha… pero… no sé si lo habré soñado, no hay constancia documental de aquello… el caso es que recuerdo una tarde soleada de mayo de aquel año, en un despacho de los altos de la Biblioteca Nacional, en que Esther Benítez nos reunió a unos cuantos traductores literarios que habíamos recibido en años anteriores el Premio Fray Luis de León para hablarnos de la idea y pedirnos que formásemos el núcleo de la nueva asociación. No recuerdo gran cosa de los actos oficiales del otoño. Para mí, ACEtt será siempre el sol de mayo entrando por las ventanas de aquel ático de la Biblioteca Nacional.
Nos dieron, pues, un despacho en la sede de ACE, que estaba a la sazón en la quinta planta de un edificio con solera de la madrileña y céntrica calle de Sagasta, el número 28 por más señas.
Anécdota 4: Era un piso muy amplio, que tenía un cuartito para la caldera de carbón de la calefacción individual. Como, por descontado, no se encendía, en invierno no hacía ningún calor. Recurríamos a alguna que otra estufa eléctrica en los días más desapacibles.
Anécdota 5: A los porteros no les caíamos muy allá. Opinaban que aquello era un trajín de gente muy variopinta.
Anécdota 6: La secretaria administrativa de ACE, Sacra, tenía un chisconcillo acristalado en el vestíbulo, de cara a la puerta de la calle. Desde allí, entre otras cosas, pulsaba un mando, botón, o lo que fuera, para abrir cuando sonaba el timbre y volvía a teclear afanosamente en su máquina de escribir.
Sub-anécdota: cuando se trasladó la sede a la calle de Santa Teresa (al mismo piso en que había muerto Zorrilla, por cierto), Sacra tuvo un despacho decente. Era ya tiempo de ordenadores, pero se negó a manejar un ordenador, y la música de fondo siguió siendo, año tras año, la de su máquina escribir (eléctrica ya, por lo demás).
Y así empezamos. La junta se reunía de forma regular una tarde por semana, creo recordar que era los jueves. Y se nos convocaba a reuniones y a las asambleas generales anuales. Había espacio, pues teníamos un salón de actos.
Anécdota 7: No nos hacía ninguna falta en aquellos primeros años el salón de actos. No ya porque hubiera aún pocos socios, sino porque acudían menos, aún. El traductor de literatura seguía siendo una persona aislada. He asistido a asambleas generales en que no pasábamos de una docena de personas, incluyendo en ellas a la junta. Se enviaban circulares, sí, pero… En la década de 1990, la fundación de VASOS COMUNICANTES, la aparición de Internet y la creación de la lista de distribución y de la página web fueron creando inmediatez, vínculos profesionales y personales y cambiando la participación. Y fueron fundamentales las Jornadas de Tarazona, todos los otoños.
Anécdota 8: las Jornadas de Tarazona, amén de un encuentro profesional de mucho peso, que se prolongaba además en el correspondiente número posterior de VASOS COMUNICANTES que recogía las intervenciones, era un fin de semana divertidísimo, donde se pasaba estupendamente e igual se cenaba en amena conversación con Alberto Manguel, con Eduardo Mendoza o con Guðbergur Bergsson como se montaban jaranas en las habitaciones hasta avanzada la noche (también había quien ligaba, aunque esa es otra historia).
Pero me estoy yendo a años posteriores. Y de lo que se trataba era de dejar memoria del arranque.
Este pretende ser un breve y frívolo ramillete de cosas de la historia con minúscula. La Historia se la dejo a los historiadores, que los tenemos, empezando por Violante… digo… Carmen Francí.
Y no puedo por menos de terminar diciendo que en mi vida hay una serie de puntales felices, sin los cuales no la concibo y por los que doy gracias a diario a la vida: mi familia y mis amigos, mis dos profesiones: la docencia del francés y la traducción de literatura, y… ACE Traductores, antes SATL.
Desde pequeña, María Teresa Gallego Urrutia supo que de mayor iba a traducir libros franceses. El primer encargo se lo hizo a los 18 años el director de Seix Barral, Joan Petit (y no se llegó a publicar el libro porque lo prohibió la censura de la década de 1960). Sesenta años después, más de 100 autores después, cerca de 300 libros después sabe que acertó de pequeña.