Laudatoria, Premio Straelen de Traducción 2022, Olga García

Viernes, 16 de septiembre de 2022.

Con motivo de la entrega, el pasado 21 de junio de 2022, del Premio Straelen de Traducción a Adan Kovacsics, en VASOS COMUNICANTES, en colaboración con el Colegio de Traductores de Straelen, publicamos la versión en español de los textos laudatorios del jurado, así como el discurso de agradecimiento del premiado que formaron parte de dicho acto.

 

LAUDATORIA

Dra. Olga García

Damas y caballeros, querido Adan Kovacsics:

«Cuando se hablan dos idiomas, o por ejemplo cuatro, o cinco, uno sabe que existen por lo menos cuatro o cinco posibilidades de vivir», afirma la escritora Marica Bodrožić.[1]

Es indudable que la pluralidad de voces y lenguas de nuestro galardonado ha tenido mucho que ver en su carrera, en su evolución intelectual y en la variedad de su amplia obra. Por eso, damas y caballeros, oirán hoy dos discursos laudatorios que intentarán describirles la especial relación entre idiomas y mundos que el traductor, filólogo, escritor y ensayista Adan Kovacsics ha desarrollado en cuatro décadas consagradas a la traducción literaria.

Seguro que conocen la predilección por describir el proceso de la traducción y el oficio del traductor con la metáfora de un viaje.

El periplo de Adan Kovacsics comienza en el hemisferio sur de nuestro planeta. Kovacsics, nacido en 1953 en Santiago de Chile de padres húngaros exiliados, creció bajo la influencia de tres idiomas, que fueron el húngaro, el español y alemán. Con catorce años se trasladó a Viena, donde cursó el bachillerato en la Theresianische Akademie y después estudió Filología Románica e Inglesa, así como Filosofía, y llegó a ser ayudante del reputado romanista Hans Hinterhäuser. En 1979 presentó su tesis doctoral, «El tango: un aspecto de la cultura argentina del siglo xx». Con apenas diecisiete, ya había empezado a escribir sus primeros textos en alemán, también en Viena. Por lo que yo sé, esos tempranos escritos nunca fueron publicados, pero representan los primeros pasos —podríamos añadir «de baile»— en su relación con la literatura y la escritura.

El número catorce vuelve a aparecer en su trayectoria cuando, tras catorce años en Austria, traslada su domicilio a una pequeña localidad de los alrededores de Barcelona. Con ese cambio de lugar comienza también una nueva aventura: en España, Kovacsics se convierte en traductor. Su iniciación en el mundo de la traducción literaria tiene lugar de la mano de un gran maestro de la traducción que siempre será recordado y apreciado aquí, en el Colegio Europeo de Traductores: Juan José del Solar. Según palabras del propio premiado, las primeras páginas que tradujo quedaron reducidas a grandes tachones y borrones negros, y apenas se salvaron unas pocas palabras, después de pasar por el tamiz corrector de Juan. El tiempo demostraría que el trabajo de un magnífico maestro y de un alumno excelente daría frutos extraordinarios.

Su llegada a España coincidió con un momento de reivindicación de la literatura austríaca dentro de la filología germánica, donde se le había prestado únicamente una atención satélite hasta la fecha. Tampoco en el marco de la industria literaria solía tenerse en cuenta la pluralidad de la literatura en lengua alemana. Excepciones a ello eran Kafka, Musil, Rilke o los contemporáneos Thomas Bernhard y Peter Handke, pero, por lo demás, la literatura austríaca era la desconocida y gran ausente del paisaje editorial español. Ni siquiera existía como concepto, y los autores que acabo de mencionar se consideraban meros tributarios de una literatura en lengua alemana no diferenciada.

La labor traductora de Adan Kovacsics no tardó en centrarse en un «específico mitteleuropeo», una región literaria que siempre se ha caracterizado por el entrelazamiento, el plurilingüismo y la mezcla de culturas. La transmisión de textos literarios en alemán o húngaro procedentes de ese espacio polifónico constituye, por así decir, la piedra angular de su trabajo.

Franz Grillparzer, Georg Trakl, Hugo von Hofmannsthal, Rilke, Peter Altenberg, Kafka, Karl Kraus, Schnitzler, Joseph Roth, Stefan Zweig, Alexander Lernet-Holenia, Heimito von Doderer, Elias Canetti, Paul Celan, Ilse Aichinger, Ingeborg Bachmann, Jean Améry, Hans Lebert, Albert Drach, Gert Jonke componen junto a muchos otros el catálogo de los autores germanohablantes que han sido traducidos por su pluma. A esa lista hay que añadir una segunda, no menos extensa, con los autores húngaros de la segunda mitad del siglo xx que también han sido vertidos por Kovacsics al español.

En la novela Nevermore (2021), de Cécile Wajsbrot, un libro en el que la narradora en primera persona reflexiona entre otras cosas sobre el proceso de la traducción, esta dice en cierto momento: «La traducción es una ciencia inexacta, un intento de no fracasar, siempre nuevo pero condenado a la imperfección. En el trayecto de una lengua a otra, la nave encuentra obstáculos que o bien afronta o bien circunnavega, olas y leves marejadas, corrientes y contracorrientes que la arrastran. Se trata de una travesía con un punto de partida y un punto de llegada, pero lo que hay entre el uno y el otro, el viaje y sus obstáculos, solo lo sabe una persona, la que ha recorrido todas las etapas intermedias».[2]

De nuevo aparece la metáfora del viaje. Si alguien conoce bien esas etapas intermedias, ha explorado numerosas veces diferentes océanos y fondos marinos, y seguro que al hacerlo ha tropezado con incontables islotes y acantilados rocosos y atesora, sin duda, una magnífica colección de objetos arrastrados por la marea, ese es el traductor Adan Kovacsics, a quien su poligamia lingüística ha permitido vivir toda clase de destinos, azares, suertes y desgracias en los mares de la traducción.

Olga García. Kunststiftung NRW © Markus J. Feger.

Permítanme que me detenga un momento en las andanzas vienesas de Kovacsics, por ejemplo con el artista de la lengua Karl Kraus y su estilo de escritura extremadamente complejo, teatral y deliberadamente críptico. En Los últimos días de la humanidad (Die letzten Tage der Menschheit), un drama bélico monumental, un collage difícil de digerir, una mezcla de tragedia, «opereta negativa», parodia y fantasía apocalíptica, todas las palabras que el autor utiliza y que pueden parecer una cruel caricatura fueron dichas o escritas también en la realidad. Así, uno encuentra las más variadas formas de creación documental: manifiestos, informes, citas literarias, canciones bélicas patrióticas, sermones, artículos de periódico, etcétera. Lo específico de este discurso consiste en que esos textos están interrumpidos por fragmentos de contenido muy prosaico en dialecto vienés y, además, cada una de las frases está deformada de tal modo que parece que estuviera compuesta por palabras mecánicas de títeres. A veces resulta incluso muy difícil diferenciarlo de parodias construidas de manera artificiosa. Puede decirse, por tanto, que el uso satírico-grotesco del material documental es característico del método de trabajo de Kraus, pero, naturalmente, también lo es el ensalzamiento de la crítica como principio supremo de la existencia artística, y sobre todo el rigor lingüístico y su aversión hacia el periodismo contemporáneo. Sin embargo, Kovacsics ha demostrado ser un intérprete congenial del genio creativo y los mordaces ataques ex cátedra de Kraus, puesto que ha sido capaz de emular en sus traducciones el pathos de este, su forma satírica, su comicidad y sus flechazos aforísticos. Con sus propios equilibrios verbales y malabares léxicos, consigue llevar al lector hasta el trasfondo histórico-literario de una obra que es endemoniadamente complicada y compleja, y que contiene un sinfín de referencias intertextuales y una enorme cantidad de marcadores culturales, tanto explícitos como implícitos. Su brillante versión de los Dichos y contradichos (Sprüche und Wiederprüche), la selección de Glosas (Glossen) y su notable recopilación de artículos sacados de la revista de Kraus, Die Fackel, colosal en múltiples sentidos, destacan por su gran esmero filológico. Su lograda y premiada traducción de la obra maestra de Kraus, Los últimos días de la humanidad, va acompañada de un gigantesco corpus de comentarios y contiene, además, explicaciones y un epílogo que permiten ver el papel del traductor como hermeneuta, es decir, como alguien que está en situación de comprender incluso aquello que puede parecer incomprensible, y que también es capaz de olvidarse de su mero yo-traductor y convertirse en el (nosotros)-lector. Kovacsics ha complementado sus años de dedicación a Kraus con numerosos artículos académicos y también con su libro Guerra y lenguaje, publicado en España en 2008, un sobresaliente ensayo literario sobre los límites de la lengua y la movilización de la lengua y la literatura en épocas de conflictos bélicos. Se trata de un volumen que, en mi opinión, debería haberse traducido a otros idiomas hace tiempo. Otra obra muy recomendable es la que se publicó en Chile en 2015, Karl Kraus en los últimos días de la humanidad.

Como pueden ver, la dedicación de Kovacsics a la obra de Kraus bien merecería ser considerada opus magnum, por mucho que sea menos conocida e influyente que The Kraus Project (2013), de Jonathan Franzen. Eso, sin embargo, es harina de otro costal y puede servirnos de material de lamentación para otro día.

Pero dirijamos ahora nuestro paseo hacia un autor vienés que, aun en nuestros días, sigue gozando de un estatus marginal y es objeto de controvertidas discusiones: Heimito von Doderer, cuyo lenguaje preciso a la par que extravagante se ha ganado tanta fama como —quizá más— mala reputación, quien encarna todo lo que Kraus odiaba y aborrecía. Doderer, ese técnico de la escritura en el sentido clásico de la palabra, a cuya novela Un asesinato que todos cometemos (Ein Mord, den jeder begeht) Kovacsics, con su delicada belleza lingüística, regaló una segunda vida en español. Esa «novela total» que parece presentar todas las características formales y estructurales de una novela policíaca, pero que en realidad es una novela de aprendizaje con ciertas peculiaridades, puesto que se trata de una biografía que se transforma en ficción novelesca y se aproxima a la evolución vital del propio Doderer, a lo que él mismo denominó «devenir un ser humano».

Antes de abandonar el mundo cacanio, una mención al protegido de Karl Kraus: Peter Altenberg, el literato de café y genio de la futilidad. Con la minuciosidad y la precisión que le son propias, nuestro galardonado realizó la única traducción al español de su «literatura dietética», como el propio autor la llamaba. Se trata de una edición selecta de sus impresionistas miniaturas en prosa, un reto para cualquier traductor, puesto que debe trasladar una prosa depurada y fragmentaria, resultado de un lenguaje extremadamente condensado que, con apenas unas pinceladas, perfila unas imágenes que exigen del lector leer entre líneas para construir la totalidad de la imagen.

En nuestra excursión daremos ahora un salto a través del espacio y del tiempo: no es sorprendente que fuera precisamente Kovacsics quien tradujo LTI, la lengua del Tercer Reich: apuntes de un filólogo (LTI. Notizbuch eines Philologen). Si el romanista Victor Klemperer pretendía que su libro sirviera de advertencia y recordatorio para que las tergiversaciones y los falseamientos lingüísticos que la ideología nazi trajo consigo no anidaran en la psique y la lengua alemanas, el romanista Adan Kovacsics no solo debía traducir la especial y particular retórica nazi, sino también su carácter manipulador y propagandístico, así como la ironía y el sarcasmo de Klemperer. Para lograrlo, nuestro premiado se decidió por una overt translation, de manera que muchas de sus soluciones de traducción aparecían acompañadas del texto original entre corchetes. Mediante su procedimiento de traducción hermenéutico, Kovacsics consigue reducir la distancia cultural entre el texto original real y el mundo del lector para, así, posibilitar una recepción y una comprensión mejores de un texto surgido en una época y una realidad diferentes.

Adan Kovacsics recibiendo el premio. Kunststiftung NRW © Markus J. Feger.

Por último, quisiera pedirles que me permitan terminar con dos «puñetazos en la crisma». Esta expresión procede de una carta de Franz Kafka a Oskar Pollak (1904); carta que, por cierto, fue traducida por Kovacsics junto a otras setecientas setenta y siete. En esas líneas epistolares, Kafka desarrolla y redacta una amplia declaración poetológica en la que explica la relación escritura-obra-lectura: «Si el libro que estamos leyendo no nos despierta de un puñetazo en la crisma, ¿para qué lo leemos?».[3]

Debo hablar ahora de dos puñetazos que provienen de mi experiencia como profesora universitaria y de mi historia como lectora, respectivamente.

Hace pocos meses, una alumna mía brasileña tuvo una vivencia que casi podría calificarse de epifanía al descubrir los relatos de Bachmann El caso Franza (Der Fall Franza) y Réquiem por Fanny Goldmann (Requiem für Fanny Goldmann). Estas lecturas son de por sí un suceso extraordinario si se piensa en la actual coyuntura antiliteraria que impera en los estudios humanísticos: se trata del principio, tan erróneo como necio, de que «la literatura no es en absoluto relevante para la vida».[4] Que esos relatos, que ni siquiera están en la lista de lecturas de la asignatura, lograran encontrar una lectora seguramente resultará más extraordinario aún si se tiene en cuenta que la estudiante en cuestión, además, carecía de todo conocimiento de la lengua alemana y lo que tenía en sus manos, ya lo habrán adivinado, no era sino una traducción de Adan Kovacsics. Es probable que ni ella misma tuviera conciencia de quién era ese traductor gracias a cuya ayuda había quedado prendada de los relatos de Bachmann, ni de que estos solo habían podido obrar su efecto en otro idioma puesto que el traductor había absorbido, transformado y reproducido el lenguaje de la autora de una forma tan absolutamente convincente.

El segundo puñetazo lo recibí aquí, en el Colegio de Traductores. A mediados de los años noventa oí hablar a unos colegas escandinavos sobre la revelación que les había supuesto la lectura de Hans Lebert, y en concreto de su libro La piel del lobo (Die Wolfshaut). Yo, por mi parte, me limité a escuchar, puesto que no conocía esa obra sobre la persistencia del nacionalsocialismo en Austria después de 1945. Por suerte, poco después cayeron en mis manos El círculo de fuego (Der Feuerkreis), Un barco de montaña (Das Schiff im Gebirge) y, por supuesto, La piel del lobo. A estas alturas no hará falta que les diga quién los tradujo al español. Tal vez fueran avatares del destino y las vicisitudes de la vida, o la circunstancia de que, a causa de la negativa de la familia de Lebert, no existan nuevas ediciones, pero el caso es que descubrí al que fuera modelo para Thomas Bernhard y Elfriede Jelinek a través de las traducciones de Kovacsics, una lectura que me impresionó durante mucho tiempo.

Como escribía Kafka en su carta: «necesitamos libros que surtan sobre nosotros [el] efecto…».[5] Kovacsics nos ha obsequiado con una gran biblioteca llena de tales libros, en la que encontramos, por ejemplo, la correspondencia entre Hannah Arendt y Martin Heidegger, más de cuatrocientas páginas de los diarios casi interminables de Schnitzler, los ensayos políticos y literarios de Heinrich Böll, algunos Diálogos (Dialoge) de Enzensberger, escritos de Karl Jaspers, Walter Benjamin, Adorno y Gadamer, varias novelas de Hans Ulrich Treichel y muchísimos más.

Pero, sobre todo, debemos tener presente la inmensa labor de mediación que nos ha ofrecido el traductor y experto en literatura Kovacsics, y gracias a la cual ha presentado y acercado al mundo hispanohablante la diversidad cultural de Mitteleuropa y su literatura ante los horrores del siglo xx.

¿Qué es un traductor? ¿Un erudito, un lingüista, un impostor, un traidor, un seductor o sencillamente un escritor tímido? Todo eso se preguntó la traductóloga y poeta Suzanne Jill Levine de la Universidad de California en la introducción a su libro The Subversive Scribe (2009). Y ella misma se dio allí la respuesta: un traductor puede muy bien ser todo lo anterior, pero es ante todo un escritor.

Enseguida sabrán más de las «cuatro o cinco posibilidades de vivir» de este escritor, de este «mitteleuropeo que escribe en español».

Querido Adan Kovacsics, mi más sincera enhorabuena. ¡Esperamos con entusiasmo tus próximos libros!

Traducción del alemán de Laura Manero.

 

Notas:

[1] Citado en: Sabine Scholl, Nicht ganz dicht. Zu örtlichen Verschiebungen und Post-Literaturen. Sonderzahl, 2015, p. 77.

[2] Cécile Wajsbrot, Nevermore. (Traducción al alemán de Anne Weber). Wallstein, 2021, p. 9.

[3] Franz Kafka, Cartas, 1900-1914. Obras completas IV. (Traducción al español de Adan Kovacsics). Acantilado, 2018, p. 30. (N. de la T.)

[4] Daniela Strigl, Alles muss man selber machen. Biographie. Kritik. Essay. Droschl, 2018, p. 136.

[5] Franz Kafka, Cartas, 1900-1914. Obras completas IV. (Traducción al español de Adan Kovacsics). Acantilado, 2018, p. 30. (N. de la T.)