Viernes, 6 de mayo de 2022.
Viernes por la tarde: nervios, expectación; encuentros y reencuentros; por encima de las mascarillas, medios rostros nuevos y caras semiconocidas. Arrancaba el III Encuentro Profesional de la Traducción Editorial. Mi primera participación presencial en un acto de ACE Traductores.
El desconcierto inicial duró los cinco minutos que tardó en localizarme Isabel Hurtado de Mendoza, mi compañera de fatigas en un club de revisión que habíamos formado y del que hablaríamos al día siguiente. Aunque llevábamos colaborando más de un año, hasta entonces no habíamos tenido la oportunidad de conocernos en persona. ¡Y qué mejor ocasión!
La organización nos recibió con obsequios propios de esta época de pandemias y desastres climáticos: vistosas mascarillas y acreditaciones «plantables», junto con una guía de Gijón para disfrutar a tope del fin de semana. La cosa prometía.
Carolina Smith, Coralia Pose y Marta Sánchez-Nieves nos dieron la bienvenida y dieron paso a la conferencia inaugural. En ella, María Roces nos esbozó de forma amena y divertida la semblanza de la única traductora del albanés al castellano que existe en España: ella misma. Con un relato crítico, mordaz y sincero sobre sus experiencias como traductora y en el desempeño de otros muchos oficios en ese país tan cercano y desconocido a la vez, abrió de forma brillante el encuentro y nos dejó un magnífico sabor de boca.
Todavía con la sonrisa en los labios enmascarados, nos distribuimos en grupos para asistir a los diversos talleres programados en distintos cafés de la ciudad. Este formato informal de «vuelta al cole» resultó todo un acierto. Me pareció que habían sido diseñados para abarcar los intereses de todos, con temas variados que permitieron optar por uno u otro en función de la experiencia profesional o las preferencias personales de cada uno. Además, crearon el ambiente idóneo para la interacción entre veteranos y recién llegados, en la que los nuevos pudimos relajarnos y olvidar ese miedo reverencial hacia quienes tienen en su haber decenas de libros traducidos.
Definitivamente roto el hielo, si es que lo hubo en algún momento, nos fuimos todos juntos a disfrutar de una tradicional espicha asturiana. Tuve la suerte de compartir mesa con Isabel y Rocío y con parte del equipo responsable de la organización: Paula Aguiriano, Coralia, Chiara y Carolina (¡y su peque, que aguantó como un campeón!). Entre plato y plato, intercambiamos vivencias y anécdotas y nos echamos unas risas. Un buen colofón a la primera jornada.
Quizá por aquello de respetar escrupulosamente la distancia social, la mañana del sábado comenzó con aforo reducido, aunque a lo largo del día, y más después del coffee break, amaneció para todos y parece que se relajaron las medidas.
La primera charla, sobre las conclusiones y recomendaciones del informe del grupo de trabajo OMC sobre multilingüismo y traducción, resultó muy interesante, aunque he de reconocer que se me escaparon muchos matices debido a que aún no conozco lo suficiente el proceso editorial. Por supuesto, se analizaron temas recurrentes como el de las tarifas, el lugar que ocupa el traductor en la cadena del libro o el cuestionamiento del reparto del pastel de las ganancias. En todo caso, al margen del contenido en sí o de cuestiones más o menos técnicas o legales, lo que sí saqué en limpio de la intervención fue lo siguiente: por un lado, la ingente labor de negociación que realiza ACE Traductores en este y otros foros para la defensa de nuestros derechos; por otro, la importancia del asociacionismo, pues luchar unidos por lo que nos corresponde es lo que nos hace fuertes.
En la mesa redonda que siguió a esa primera charla estuvieron representados nuestros gremios hermanos: la corrección, la ilustración y la escritura. Ya sé que es de tontos consolarse con el mal de muchos, pero sí es verdad que me sentí más arropada al ver que todos trabajamos por un objetivo común, que no es otro que lograr unas condiciones de trabajo dignas, y no solo en España, sino también en otros países hispanohablantes (realmente difícil la situación de la traducción editorial en México, tal y como puso de manifiesto el presidente de la AMETLI, Arturo Vázquez Barrón, aunque también con una puerta abierta a la esperanza).
Me sentí más arropada al ver que todos trabajamos por un objetivo común, que no es otro que lograr unas condiciones de trabajo dignas, y no solo en España, sino también en otros países hispanohablantes
Llegado el momento de la comida, como ya teníamos material de conversación de sobra, aprovechamos el receso para dar buena cuenta de esos y de otros temas más mundanos. Fue un gusto compartir mesa con Kike Infame y su familia, así como con otras colegas que, como yo, trabajan en otras especialidades, pero quieren abrirse camino en el mundo de la traducción editorial.
A la hora de la siesta, el programa se aligeró un poco, dando paso a una serie de microexposiciones de socios y presocios: Melinda Márquez nos contó su original estrategia de rescatar autoras italianas olvidadas para presentar propuestas de traducción a editoriales, Aymara González y Miguel Sánchez nos dieron a conocer una asociación de reciente creación y grandes aspiraciones, Verbéu, e Isabel Hurtado de Mendoza y yo misma animamos a todos a formar grupos de revisión mutua para perfeccionar nuestras habilidades traductoriles (Club de revisión). Estoy muy contenta de haber podido participar en este espacio y por las muestras de interés y ganas de aprender con las que fueron acogidas estas pequeñas exposiciones. Es muy gratificante sentir que, en esta asociación, todos, incluso los más novatos, tenemos algo que aportar.
A continuación, se celebró una segunda ronda de los talleres de traducción que disfrutamos de lo lindo tanto enseñantes como aprendientes. Con ellos finalizó la segunda jornada de trabajo y comenzó la de sarao, a la que no asistí, pero que dio seguramente para crónica aparte.
El domingo por la mañana, la charla final del encuentro no defraudó. Tres editores respondieron a calzón quitado a todas nuestras preguntas y demandas. Surgieron puntos de debate, encendido en algunos momentos, en ningún caso estéril. Si he de ser sincera, mi impresión es que pintaron un panorama bastante descorazonador para los traductores en general, pero, sobre todo, para quienes intentamos acceder a nuestros primeros encargos editoriales. ¿Qué podemos hacer para conseguir ese famoso primer encargo si el CV no sirve de nada y las propuestas, en la mayoría de los casos, ni se leen? ¿De qué manera podemos captar la atención de los editores, aparentemente tan ajenos a los perfiles noveles, para que nos den una oportunidad? Ojalá podamos, dentro de la asociación, promover estrategias para sortear estos primeros obstáculos, del estilo del programa de mentorías que tanto éxito está teniendo.
Con emociones encontradas, escuché a Vicente Fernández y Helena Aguilà mientras se despedían como presidente y vicepresidenta de ACE Traductores y clausuraban las jornadas.
Durante el viaje de vuelta a casa, mi cabeza no dejó de bullir con ideas y posibilidades derivadas de lo que había vivido. Algunas, sensatas; las más, descabelladas, pero todas ellas fruto de la inyección de entusiasmo y motivación que suponen siempre jornadas como estas. Había sido mi primer encuentro. Con toda seguridad, no será el último.
María del Carmen González Jiménez (Ávila, 1970). Licenciada en Derecho por la Universidad de Valladolid con un Máster en Derecho del Trabajo y Asesoría Laboral, trabajó durante diecisiete años en banca, fundamentalmente en temas de Recursos Humanos. Por circunstancias personales y familiares, decidió abandonar este sector y dar un giro radical a su carrera profesional. Ejerce como traductora autónoma EN>ES desde el año 2018, con especialidad en temas de educación, arte, derechos humanos y documentación jurídica. Es presocia de ACE Traductores desde 2020.