La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora, Nuria Barrios

Jueves, 28 de abril de 2022.

La impostora. Cuaderno de traducción de una escritora, Nuria Barrios, Madrid, Páginas de Espuma, 2022, 161 páginas.

Aitziber Elejalde Sáenz

«Durante años me resistí a ser traductora, hasta que un buen día acepté, por razones económicas, el encargo de traducir a Benjamin Black».

Con estas palabras comienza el primer capítulo de La impostora, titulado «Mi primera vez». En él, la escritora Nuria Barrios nos habla de la angustia que sintió a la hora de abordar su primer encargo de traducción por no avanzar a buen ritmo, pero, sobre todo, por no encontrar las palabras adecuadas, les mots justes. Creo que cualquiera que se dedique a la traducción ha sentido alguna vez el vértigo de enfrentarse a un plazo de entrega que se va acercando sin compasión y nos obliga a dedicar menos tiempo del que nos gustaría a madurar nuestras elecciones.

En esta obra, XIII Premio Málaga de Ensayo en 2022, nos sumergimos en el viaje de autoconocimiento y reflexión emprendido por la autora al adentrarse en el mundo de la traducción literaria. «La traducción hizo desconocido lo conocido», afirma. Convirtió en extraña su propia lengua, ella misma se transformó en una extraña. Sin embargo, no fue hasta que llegó la pandemia y el confinamiento cuando decidió plasmar por escrito sus impresiones.

¿Quién no ha sentido alguna vez el síndrome de la impostora? Esa falta de autoestima, más habitual entre las mujeres, hace que no disfrutemos de los logros, que no nos consideremos dignas para la tarea encomendada. En el caso de Barrios, escritora y traductora, confiesa que se siente una intrusa entre traductores y que algunos de sus colegas escritores la consideran una «escritora accidental». Para unos y para otros, ella es una impostora. Pero ¿cómo encontrar el equilibrio entre escritora y traductora si la primera debe crear su propia voz y la segunda debe encontrar la voz del original? ¿Es posible estar a la altura? Parece una tarea sumamente complicada a la vista de los enormes errores de interpretación (en el sentido de comprensión) y de traducción que han tenido lugar a lo largo de la historia, algunos mencionados en esta obra.

Durante los 16 capítulos en los que está dividido el libro, uno de los aspectos que más llama la atención son las diferentes respuestas a la pregunta «¿Qué es la traducción?». Incluso hay un apartado final donde se recopilan todas las reflexiones incluidas en el texto. Esa danza de metáforas y realidades representa lo que es la traducción más allá del mero trasvase lingüístico. La traducción es cambio en todas sus formas. Es metamorfosis.

Con un enfoque inclusivo, la autora emplea el genérico femenino para «dar voz a las silenciadas y rescatarlas de la sombra». Como ya sabemos, el sector de la traducción es mayoritariamente femenino, tanto en el ejercicio de la profesión, como en las aulas universitarias, pero no se manifiesta con la misma proporción en el caso de los premios.

Comienza así una reflexión sobre la existencia de la perspectiva de género al traducir (y al leer), y no solo de género, también de identidad. Todos conocemos el caso de Amanda Gorman, la joven poeta que entusiasmó al mundo entero en la ceremonia de investidura de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. La polémica desatada en torno a la elección de sus traductores quedó plasmada en la prensa y en las redes sociales, e incluso se generó un debate en la lista de distribución de ACE Traductores, que dio lugar a su publicación en forma de centón en esta revista. Barrios recibió la aprobación de la propia Gorman para traducir su obra al español y considera todo lo ocurrido como una «victoria del discurso identitario frente a la libertad creadora». Desde esa perspectiva, nadie podría traducir a una persona diferente y ¿qué es la traducción sino la posibilidad de ser cualquiera?

En la obra también tienen cabida reflexiones sobre los traductores automáticos, las tarifas, la noción de fidelidad, la relación entre autor y traductor o los riesgos a los que, a lo largo de los siglos, se han enfrentado diferentes traductores e intérpretes (especialmente en conflictos bélicos).

«¿Cómo es posible que la traducción se haya revelado más poderosa que la propia escritura?», se pregunta la autora. Porque al traducir, nos enfrentamos a nuestra propia existencia, a todo lo que creíamos saber y nos damos cuenta de que, a menudo, es necesario hacer concesiones. Al fin y al cabo, ya sabemos lo que dicen: traduttore traditore.

Desde mi escasa experiencia como escritora (no he ido más allá de algún certamen literario local), este ensayo me ha maravillado por la pasión con la que habla de nuestro oficio y por ser su opinión opuesta a la mía: siempre he pensado que la traducción es más sencilla que la escritura, porque las ideas ya vienen dadas, no hay que pensar en qué escribir, sino en cómo hacerlo. Coincido con Nuria Barrios en la dificultad que entraña tener que encontrar las palabras adecuadas. No hay traducción sencilla, pero sí hay textos más opacos y otros más transparentes. Textos que son un paseo y otros que suponen un gran esfuerzo.

Sin embargo, aunque hay anécdotas que cualquier persona ajena a la profesión (y seguramente también algún colega) encontrará, sin duda, curiosas, en algunos pasajes da la sensación de que no son pocos los traductores que hacen y deshacen los textos a su antojo, y creo que sabemos que en la gran mayoría de los casos no es así.

En junio se cumplirán 14 años desde que me licencié en Traducción e Interpretación y no puedo ocultar que, fruto de esa necesidad actual de tener un título para todo, hay ocasiones en las que considero impostoras a las personas sin formación específica. Aunque esta opinión ha ido cambiando a lo largo de los años, me siguen pareciendo injustos diversos casos en los que se elige al traductor por su fama o su estilo, cuando precisamente de lo que se trata es de ser invisibles (cosa que no está reñida con el reconocimiento). No obstante, en el caso de Barrios, creo que su experiencia como traductora le ha valido para darse cuenta de la importancia y complejidad de nuestra labor, y eso queda bien reflejado en esta obra.

 

Aitziber Elejalde Sáenz (Amurrio, 1986) es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad del País Vasco, donde también trabaja como docente en el Grado de Traducción e Interpretación. Desde 2010 se dedica a la traducción científico-técnica y audiovisual. Gracias a su participación en la primera edición del programa de mentorías de ACE Traductores pudo comenzar su andadura en el mundo de la traducción editorial.