Noemí Jiménez Furquet: Belinda, de Maria Edgeworth

Lunes, 29 de noviembre de 2021. 

Noemí Jiménez Furquet ha traducido del inglés Belinda de Maria Edgeworth, editada por Libros de Seda, septiembre de 2021.

Sinopsis

Después de casar a media docena de sobrinas con caballeros de gran fortuna, la señora Stanhope quiere asegurarle el mejor futuro a la última de ellas, Belinda, y nadie más adecuado para introducirla en la alta sociedad que su amiga lady Delacour, la mujer más frívola e influyente de todo Londres. De su mano, la joven se sumerge en un mundo deslumbrante, en el que brilla con luz propia el encantador Clarence Hervey, aunque las fiestas y los devaneos ocultan secretos y tragedias, y las amistades más deslumbrantes esconden intereses ocultos. En medio de la agitada vida de finales del siglo xviii, Belinda deberá escuchar a su mente y a su corazón, tomar decisiones arriesgadas y descubrir su propio camino. Una historia de amistad, de amor y de autodescubrimiento, de la mano de una de las autoras más admiradas por Jane Austen.

 

Comentario sobre la traducción

El primer problema al que me enfrenté cuando Libros de Seda me propuso traducir Belinda fue decidir qué edición usaríamos para nuestro texto. Entre 1801 y 1848, este «cuento moral» se reeditó casi diez veces y, en varias ocasiones, Maria Edgeworth introdujo cambios significativos, como el que afectaba a la relación interracial entre dos de los personajes, que la autora eliminó en 1809 para acomodarse a los gustos cambiantes de la sociedad inglesa. Finalmente acordamos trabajar con el texto publicado originalmente en 1801, en la edición de Oxford World’s Classics con introducción y aparato crítico a cargo de la profesora Linda Bree.

No obstante, a pesar de partir de una edición crítica, nuestra intención al traducir Belinda no ha sido ofrecer a los lectores una traducción filológica ni una edición comentada, sino un texto comercial y disfrutable, aunque riguroso en el respeto del original y su época. Conque no solo era cuestión de ver cómo tratar los culturemas (atuendos, medios de transporte, alusiones a acontecimientos y personajes reales…) o abordar léxico que ya no se emplea o que ha cambiado de significado con el tiempo (como quiz, fancy, etc.): había que acercar al siglo XXI toda una forma de ver el mundo y compensar hasta cierto punto la distancia espacio-temporal que separaba a la autora del público receptor, que no tenía por qué estar familiarizado, por poner solo un ejemplo, con las teorías educativas de Rousseau. Todo ello sin que el texto dejase de fluir, claro está.

Otro aspecto que me dio algún que otro quebradero de cabeza fue la intertextualidad. En esta novela no solo encontramos abundantes citas a obras shakespearanas, sino también breves referencias y fragmentos de otros clásicos de la literatura inglesa, como Milton, Pope o Johnson, y de numerosos autores franceses, de Lesage a Voltaire, pasando por el ya mencionado Rousseau, hasta Saint-Pierre o Marmontel. Mi primera opción fue buscar traducciones ya existentes y, en la medida de lo posible, contemporáneas de la autora, como la traducción de «El paraíso perdido» de Melchor Gaspar de Jovellanos, publicada en 1829, o la edición (de traductor anónimo) de Pablo y Virginia de 1798. En los demás casos, procuré ofrecer una traducción propia que respetase hasta cierto punto ritmo y rima.

Así pues, para acercar al lector actual una novela divertida, pero no siempre sencilla, larga y que toca numerosos temas, opté por algunas de las estrategias habituales: ampliación (en el propio texto o con notas al pie, que superan la centena), modulación, neutralización, etc. Por suerte, la comunicación con la editorial fue en todo momento excelente y disfruté de una enorme libertad para tomar decisiones traductológicas.

La inmersión fue casi total durante los meses que tardé en elaborar el primer borrador; no solo me enfrascaba en el texto cada mañana, sino que en mi tiempo libre me dediqué sobre todo a leer obras de autores españoles de finales del siglo XVIII y principios del XIX, desde las Cartas marruecas de Cadalso hasta las deliciosas Apuntaciones sueltas de Inglaterra de Fernández de Moratín y varias de sus obras de teatro (tan útiles para traducir luego los diálogos con naturalidad).

En cualquier caso, confío en que este trabajo entre bastidores no se note sino lo justo y que el lector o lectora disfrute de una novela que es ante todo romántica, divertida y didáctica, y que ofrece un testimonio de primera mano de la sociedad y las costumbres de la Inglaterra georgiana. Maria Edgeworth no es una autora demasiado conocida y esta es la primera vez que Belinda se publica en español. Me siento muy honrada de haber contribuido a ello.

Enlace a las primeras páginas.

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