Louisa May Alcott: más allá de Mujercitas, Micaela Vázquez

Lunes, 22 de noviembre de 2021.

Todos conocemos a Louisa May Alcott por ser la autora de la semiautobiográfica Mujercitas, la novela que nos regaló la historia de las adorables hermanas March. Pero Alcott, que vivió hasta los cincuenta y cinco años (1832-1888), fue una escritora muy prolífica; de hecho, tiene más de treinta títulos a su nombre y, aunque se la suele asociar con obras juveniles, realistas y moralizantes, también escribía relatos góticos, thrillers y novelas serias que iban dirigidas a un público más maduro.

A pesar de ser una autora reconocida, no todos sus libros cuentan con una traducción al castellano. En los últimos años, han ido apareciendo en las estanterías de las librerías españolas varias obras que no habían sido traducidas con anterioridad, de la mano de editoriales como Impedimenta, Hermida Editores o d’Época. La editorial Funambulista también está contribuyendo a la labor de recuperación de la obra de Alcott. Hasta la fecha, han sido tres los libros que ha incluido en su catálogo y que estaban inéditos en nuestro idioma: Un cuento de enfermera[1],traducido por Jorge Rus Sánchez, Cambios de humor[2] y La llave misteriosa y lo que abrió[3]. Yo he tenido el placer de encargarme de la traducción de estas dos últimas y a continuación me gustaría comentar algunos aspectos sobre ellas.

Cambios de humor fue la primera novela publicada de la autora. Con un estilo sugerente y una prosa cuidada, Alcott nos presenta a Sylvia, una joven de 17 años ingenua y apasionada que sueña con ver mundo y vivir aventuras. Durante una preciosa travesía en barca, se enamoran de ella los dos mejores amigos de su hermano, Adam Warwick y Geoffrey Moor. Sylvia ve cualidades positivas en ambos pretendientes: aprecia la sensibilidad de Moor y admira el carácter vehemente de Warwick, algo que dará lugar a un triángulo amoroso para el que aún no está preparada. Cuando Geoffrey le pide matrimonio, Sylvia, que se siente sola, confundida por sus cambios de humor y presionada por las expectativas de la sociedad, tomará decisiones poco acertadas que deberá aprender a gestionar mientras deja atrás la adolescencia y se adentra en la edad adulta.

Pero, como se explica en el postfacio que acompaña a la traducción[4], la historia de Sylvia no siempre ha sido la misma. Cuando Louisa May Alcott le entregó el texto original a su editor, A. K. Loring, este le aseguró que solo lo publicaría si le aplicaba algunos cambios, por lo que se vio obligada a modificar el texto para contentarlo. Esa primera versión saldría a la luz en el año 1864, convirtiéndose en la primera novela publicada de Alcott. Sin embargo, ella no quedó del todo satisfecha con el resultado final y, en una carta escrita en 1865, dejó constancia del arrepentimiento que sentía por haber seguido las recomendaciones de Loring:

Atendiendo los consejos de mi editor, eliminé diez capítulos de la novela con el fin de acortarla; considero que fue muy insensato: dichos capítulos explicaban muchas cosas que ahora resultan difíciles de comprender y que hacían que la historia fuera más natural y coherente[5].

Teniendo en cuenta que la autora basó gran parte de Mujercitas en su propia vida, es muy probable que la experiencia que vivió con Cambios de humor le sirviera de inspiración para describir lo que le ocurre a Jo March cuando se propone publicar su primer libro:

Después de reescribir su novela cuatro veces, leerla en voz alta a amigos de confianza y hacérsela llegar, temblorosa y llena de reticencias, a tres editores, al fin recibió una oferta que implicaba suprimir un tercio de las páginas y omitir las partes de las que se sentía más orgullosa. (…) Así pues, la joven autora puso su primera obra sobre la mesa y, con firmeza espartana, procedió a despedazarla con una crueldad propia de un ogro. En su afán por agradar a todos, atendió a todos los consejos y, como el anciano y el burro de la fábula, terminó por no satisfacer a nadie[6].

En 1882, Alcott decidió sacar una nueva edición que se correspondiera con lo que había aprendido en los dieciocho años que habían pasado desde la publicación de la versión previa de la novela, esta vez colaborando con la editorial Roberts Brothers. Para ello eliminó personajes, omitió algunos capítulos, añadió otros y cambió el final por uno «más sensato y menos romántico»[7] (no daré más detalles para no destripar el libro). Es esta segunda edición la que Funambulista ha rescatado para los lectores hispanohablantes.

Según dice Alcott en su prefacio, uno de los motivos por los que quiso volver a publicar la novela era que, debido a las modificaciones que le pidió el editor, se había perdido el mensaje que ella quería transmitir con su historia. La atención del público se había centrado en la cuestión del matrimonio, cuando ella pretendía mostrar los errores que podemos cometer si actuamos guiados por las emociones y los impulsos, en lugar de la razón, algo con lo que cualquier joven podría sentirse identificada. En su diario, en una entrada de abril de 1865, la autora dice lo siguiente con respecto al propósito de la novela:

Su objetivo era mostrar una vida afectada por cambios de humor, no iniciar un debate sobre el matrimonio, un tema sobre el que no sé casi nada; solo he señalado que muy pocos son felices[8].

En este sentido, en su introducción de Moods (el título del libro en inglés), Sarah Elbert opina que el verdadero propósito de la historia es enviar un mensaje a los adultos: las chicas deben experimentar la adolescencia, con todos sus cambios de humor, antes de convertirse en mujeres adultas, independientes y trabajadoras y poder enfrentarse al mundo como tales. De ese modo, los matrimonios infelices serían más escasos: las mujeres que han tenido tiempo para madurar estarían mejor preparadas para decidir si quieren o no casarse. Y, en caso de hacerlo, sus matrimonios no solo se basarían en el amor y el respeto, sino también en la igualdad de condiciones de las partes que lo componen, por lo que serían más dichosos y duraderos[9].

Pero para comprender lo que la autora quería comunicar con su novela, lo mejor será situarla en el contexto en el que vivió. Alcott se crio en Nueva Inglaterra con sus tres hermanas, su madre, la activista Abby May, y su padre, el escritor y filósofo Bronson Alcott. Este se convirtió en una figura destacada dentro del movimiento trascendentalista que había surgido a mediados del siglo XIX en Estados Unidos. Dos de los máximos representantes del movimiento eran Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau, amigos cercanos de la familia por los que la autora sentía una gran admiración. En su ensayo The Transcendentalist, Emerson explica las ideas que defiende esta doctrina: aboga por el individualismo y por llevar una vida en comunión con la naturaleza y la espiritualidad[10]. La familia Alcott también formaba parte del movimiento reformista que luchaba por una sociedad igualitaria.

El hecho de criarse en ese ambiente y en el seno de una familia pobre llevó a la autora a convertirse en una persona trabajadora, comprometida con el abolicionismo y gran defensora de los derechos de las mujeres, pues apoyó durante toda su vida el derecho al trabajo, a la educación y al voto femenino. Consideraba a la mujer como un ser independiente del hombre, con sus propios sueños, ideas y ambiciones. Por tanto, no es de extrañar que Sylvia, al igual que Jo March, sea una protagonista que busca independencia y rechaza los convencionalismos sociales del siglo XIX: no le interesa casarse, sino viajar y vivir aventuras. Cuando se ve involucrada en un triángulo amoroso y sus planes se truncan, la escritora aprovecha la trama para tratar temas como el conservadurismo de la sociedad, la falta de libertad de elección de la mujer, la amistad platónica entre mujeres y hombres, la desigualdad dentro del matrimonio o el divorcio.

Además de los valores feministas y progresistas de Alcott, Cambios de humor también deja entrever sus creencias religiosas y espirituales. En el libro se aprecian algunas de las ideas trascendentalistas que la autora compartía con su padre y con los dos amigos mencionados anteriormente, Emerson y Thoreau. Del mismo modo que Sylvia parece estar basada en la propia Alcott, estas dos figuras inspiraron los personajes de Geoffrey Moor y Adam Warwick: desde jovencita, la autora pasaba las horas leyendo en el despacho de Emerson mientras disfrutaba de sus enseñanzas y de su dulce compañía, como Sylvia en la biblioteca de Moor; e, igual que nuestra protagonista explora la naturaleza con Warwick, Alcott lo hacía con Thoreau, que se ve encarnado en el carácter aventurero y apasionado de Adam[11].

El caso de La llave misteriosa y lo que abrió es algo diferente: no cuenta con el aspecto autobiográfico de otras de sus obras y, en cuanto a estilo y temas, se asemeja más a las novelas góticas del siglo XIX. El libro narra la intriga de los Trevlyn, una acaudalada familia noble inglesa. La historia comienza cuando un extraño visitante interrumpe la velada de Alice y Richard Trevlyn. El mensaje que el desconocido le transmite a Richard, y que su mujer escucha a través de la puerta, desencadena una tragedia que marcará el futuro del matrimonio y el de su hija Lillian, que nacerá esa misma noche. Doce años después, llega a la mansión un joven que se incorpora al servicio de la familia y que quizá tenga un móvil oculto. Esto dará lugar a una trama que la autora deberá desenmarañar para resolver el misterio que encierra la llave de plata de lady Trevlyn.

Esta novela corta se publicó en diciembre de 1867, en el número 50 de la serie Ten Cent Novelettes of Standard American Authors (Boston: Elliot, Thomes & Talbot), una suerte de revista literaria que vendía novellas por diez centavos[12]. Como ya sabemos, la familia de Alcott tenía escasos recursos económicos, así que ella se vio obligada a trabajar desde joven. Realizaba tareas variadas, como coser, limpiar o impartir clases, pero lo que más le gustaba era escribir[13]. Y, según la autora, la forma más rentable de ganarse la vida con la escritura eran los folletines. En sus propias palabras: «[…] están mejor pagados, y, visto que las alabanzas no dan de comer, no puedo permitirme el lujo de morir de hambre cuando las novelas sensacionalistas se escriben en la mitad de tiempo y mantienen a la familia»[14]. Como no podía ser de otra forma, Jo March hizo lo mismo:

Decidió escribir folletines, dado que, en aquella época aciaga, hasta los siempre perfectos Estados Unidos leían aquella basura. Sin decir nada a nadie, ideó una historia de misterio y fue a llevarla, muy decidida, a la oficina del señor Dashwood, editor del Weekly Volcano[15].

Por tanto, antes de alcanzar el éxito y la estabilidad financiera con Mujercitas, Alcott participó en varias publicaciones seriadas. Algunas de ellas vendían relatos o novelas breves y baratas, como es el caso de The Flag of Our Union, donde se editaron muchas de sus historias más sensacionalistas: novelas psicológicas y de intriga que escribió bajo el seudónimo de A. M. Bernard[16]. La llave misteriosa, sin embargo, no es uno de sus thrillers truculentos, así que no tuvo reparos a la hora de reclamar su autoría.

Aunque Alcott recurría a los folletines como una forma fácil y rápida de ganar dinero, se nota que en ellos ponía tanto cuidado como en sus novelas más serias, y dan fe de que dominaba a la perfección los elementos característicos de la literatura popular de la segunda mitad del siglo XIX[17]. En el tono y en los temas de La llave misteriosa se aprecia la influencia de las novelas góticas de autoras como Charlotte Brontë o Ann Radcliffe, de las que Alcott era una gran seguidora. Aunque quizá no esté al nivel de otros de sus libros, gracias a la sencillez de su prosa y a la abundancia de diálogos, el texto resulta ameno y entretenido, y el argumento mantiene la intriga hasta el final.

La traducción al castellano de estas novelas inéditas demuestra que todavía nos queda mucha Alcott por conocer, pues la labor de recuperación de su obra aún no ha acabado. Ambos libros revelan distintos aspectos y talentos de su autora, y son interesantes por diversos motivos. La llave misteriosa y lo que abrió es toda una muestra de la versatilidad de Alcott: demuestra su capacidad para adaptarse al panorama literario de su época, una habilidad que le permitió ganarse la vida con la escritura y sustentar a su familia. Merece la pena leerlo para conocer el lado más gótico de la autora, y porque es un buen ejemplo del tipo de relato que Jo March publicaba en el Weekly Volcano en sus comienzos como escritora.

Con respecto a Cambios de humor, no cabe duda de que es una obra importante dentro del catálogo de Louisa May Alcott: el personaje de Sylvia sentó las bases para sus futuras mujercitas, y está claro que la autora se sentía muy orgullosa de su primera novela. En el prefacio de la nueva edición, expresa el deseo de que su primogénita encuentre «un lugar entre sus hermanas más exitosas», ya que en ella puso «más cariño, esfuerzo y entusiasmo que en ningún otro libro posterior»[18]. Gracias a su publicación en español, el público hispanohablante podrá hacerle un hueco en sus bibliotecas y conocer mejor a la escritora a través de una historia que hará disfrutar tanto a sus admiradores como a todo aquel que se inicie su obra.

[1] Alcott, L. M. (2019). Un cuento de enfermera. Madrid: Editorial Funambulista.

[2] — (2021a). Cambios de humor. Madrid: Editorial Funambulista.

[3] — (2021b). La llave misteriosa y lo que abrió. Madrid: Editorial Funambulista.

[4] Vázquez Lachaga, M. (2021a). «El primer retoño de Louisa May Alcott (postfacio)». En L. M. Alcott, Cambios de humor (p. 355-358). Madrid: Editorial Funambulista.

[5] Alcott, L. M. (2021a). «Carta de Louisa May Alcott al señor Ayer». En Cambios de humor (p. 359-362). Madrid: Editorial Funambulista.

[6] — (2018). Mujercitas. Traducción de Gloria Méndez (p. 424, 426). Barcelona: Penguin Clásicos.

[7] — (2021a). «Prefacio». En Cambios de humor (p. 10). Madrid: Editorial Funambulista.

[8] — (1898). En E. Cheney (ed.), Louisa May Alcott: Her Life, Letters, and Journals. Boston: Little, Brown and Company. Traducción propia del original en inglés: «It was meant to show a life affected by moods, not a discussion of marriage, which I knew little about, except observing that very few were happy ones». https://www.gutenberg.org/files/38049/38049-h/38049-h.htm

[9] Elbert, S. (1991). «Introduction». En S. Elbert (ed.) y L. M. Alcott, Moods (p. xi-xl). New Brunswick y Londres: Rutgers University Press.

[10] Vázquez, D. (2016). «El trascendentalismo como remedio y reacción». En Le Miau Noir. https://www.lemiaunoir.com/trascendentalismo-reaccion/

[11] Stern, M. B. (1999). Louisa May Alcott: A Biography. Boston: Northeastern University Press.

[12] Vázquez Lachaga, M. (2021b). «El lado más gótico de Louisa May Alcott (introducción)». En L. M. Alcott, La llave misteriosa y lo que abrió (p. 7-9). Madrid: Editorial Funambulista.

[13] Elbert, S. (1991). «Introduction». En S. Elbert (ed.) y L. M. Alcott, Moods, (p. xii). New Brunswick y Londres: Rutgers University Press.

[14] Alcott, L. M. (1898). En E. Cheney (ed.), Louisa May Alcott: Her Life, Letters, and Journals. Boston: Little, Brown and Company. Traducción propia del original: «(…) for they pay best, and I can’t afford to starve on praise, when sensation stories are written in half the time and keep the family cosey». https://www.gutenberg.org/files/38049/38049-h/38049-h.htm

[15] — (2018). Mujercitas. Traducción de Gloria Méndez, (p. 539). Barcelona: Penguin Clásicos.

[16] Rostenberg, L. (1943). «Some Anonymous and Pseudonymous Thrillers of Louisa M. Alcott». The Papers of the Bibliographical Society of America, 37 (2), 131-140.

[17] Mariscal, Ó. (2017). «Nota del traductor». En L. M. Alcott, El espectro del abad (p. 143-150). Madrid: Pulpture Ediciones.

[18] Alcott, L. M. (2021a). «Prefacio». En Cambios de humor, (p. 10). Madrid: Editorial Funambulista.

 

Micaela Vázquez Lachaga es traductora del inglés. Es graduada en Traducción e Interpretación por la UAM y tiene un Máster en Traducción Literaria por la UCM. Es miembro de la presección de ACE Traductores y participa en el programa de mentorías de 2020.