María Alonso Seisdedos: Horas cruentas, de Casey Cep

Ilustración de cubierta de María Castelló Solbes

Miércoles, 17 de febrero de 2021.

María Alonso Seisdedos ha traducido del inglés la obra de Casey Cep, Horas cruentas, Libros del K. O., 2020.

Tras el éxito fulgurante de su primera novela un año antes de que yo naciera, Harper Lee viajó a su Alabama Natal para contar la historia del reverendo William Maxwell, de quien se sospechaba que había asesinado a seis personas de su entorno sin que en ningún caso se hubiera podido demostrar su culpabilidad. En este libro, Casey Cep, periodista del The New Yorker,  investiga a fondo para trenzar la historia del Reverendo y la del abogado que lo defendió con la de la propia autora de Matar a un ruiseñor y su incapacidad para llevar a cabo la tarea que se había propuesto. Un relato de suspense en el que lo importante no es desvelar la identidad del asesino.

No es que a una  le falte imaginación, sino que la echa en falta cuando le falta. Tal vez por eso le gusta más leer que ver pelis, series y demás familia, que te lo dan todo bien regurgitadito. Una palabra, una sola, me puede llevar por derroteros de los que es difícil salir. Furious Hours decía el título. ¡Qué ganas de complicarse la vida! Todavía no me había puesto manos a la obra y ya anticipaba el enfrentamiento ―lo cortés no quita lo valiente― que tendría con los editores cuando se cumpliera el plazo de entrega. Dirían lo obvio. Era más que obvio. Pero yo, queridas, estaba dispuesta a dar la batalla: mi reino por la palabra exacta, esa utopía. Una lee furious y ve un huracán que arranca árboles y tejados (que es como decir que deja gente ―grande y pequeña― desprotegida); ve violencia humana, sangre, vidas que aun si siguen siendo ya no serán las mismas. Lo que no ve, por ejemplo, es a alguien furioso, ni siquiera furibundo, rompiendo platos. Y empieza a traducir. Pasan las páginas y con ellas el relato. Llega el momento en que se alude el título. Se cita un texto de Harper Lee:

Después de esto, Lee hizo una pausa para señalar un hecho curioso: la historia de Pickett se interrumpe una vez el estado pierde la independencia. Termina en el momento en que se integra en la Unión en 1819, precisamente cuando las cosas, según el criterio de la mayoría de los alabameños, se ponían interesantes. Lee, sin embargo, tenía una teoría sobre las razones que llevaron a Pickett a detenerse ahí. «No creo que le apeteciera ―explicó― escribir sobre la suerte que al final corrieron el pueblo creek, los cherokee, los chickasaw y los choctaw, y que se decidió cuando él aún vivía». Su relato concluye con los «enfrentamientos» entre el ejército de Andrew Jackson y los creek, que, prosiguió Lee, «supusieron el principio del fin, que aconteció, como bien sabemos, en unas pocas horas cruentas en Horseshoe Bend».

A continuación de ese «horas cruentas» iba, cómo no, una nota para el editor. Nadie se había dedicado a romper platos. Gritos, supongo, si se oyeron. Pero no iban solos. A eso se le llama masacre o matanza. Se cumple el plazo de entrega y se inicia el duelo. La traducción en el fragmento era excelente ―me decían―, pero como título, después de consultas varias, solo había recibido contorsiones faciales a modo de respuesta. Para contorsión facial la mía. Me gusta poner títulos más que un buen caramelo ácido. Me parecía que no solo encajaba de la mejor manera posible en el susodicho fragmento, sino que le iba al pelo a todo el relato. Porque cruenta había sido la vida homicida del reverendo Maxwell y cruento tuvo que ser el dolor de Harper Lee, la angustia de no ser capaz de escribir una historia que con tanto ahínco había investigado. El editor me ofreció toda la retahíla de opciones que su afectísima servidora ―como él mismo suponía― ya había sopesado. Repliqué, en un intento desesperado, con la única alternativa a cruentas válida para mí y que no aparecía en la lista: violentas. Cuatro días más tarde recibí otro mensaje. Mi primera propuesta había triunfado en un debate ―y cito― «intenso y extenso». Sobreimpreso en la pertinente y deliciosa ilustración de cubierta de María Castelló Solbes, los lectores verían un horas cruentas en letras rojas. Di cuatro pasos de baile: un final redondo para la traducción del libro sobre el libro sin final.

Más sobre la autora

Primeras páginas en El País

Algunas reseñas en prensa:

Indienauta

Paseando a miss cultura

ABC

Loff it

Reseña de alguien que no se enteró de nada… o que no se leyó el libro. Como curiosidad, no tiene desperdicio. Que se confunda dos veces de editorial no es el peor de sus errores.