Ningún traductor es una isla, Ana Flecha

Viernes, 6 de noviembre de 2020. 

Se suele decir que el nuestro es un oficio solitario y, sin embargo, cuando pienso en traducir lo primero que se me viene a la cabeza son mis compañeros, muchos de ellos también amigos. Salpicados entre tres insulsas anécdotas más o menos literarias os dejo algunos de sus nombres, por todas esas veces que la prensa cultural se ha olvidado de incluirlos en sus reseñas.

Knausgård

«¿Has traducido tú a ese escritor al que le ha dejado de hablar su familia?», me preguntan cuando digo que me dedico a la traducción de libros y que el noruego es mi principal lengua de trabajo. En realidad, la pregunta que subyace a esa es otra: «¿Cómo se pronuncia su nombre?». Para traducir hay que saber muchas cosas. Cosas, a veces, que sirven para poco más que para eso mismo, para traducir y, por supuesto, también para conversar, las dos actividades a las que dedico la mayor parte de mis días. Saber pronunciar el nombre de ese escritor enemistado con su familia, pobrecito, me ha traído muchas alegrías, pero la mayor de ellas ha sido conocer a Neila García Salgado.

Corría el año 2018 y estaba yo apaciblemente sentada en el salón de actos de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia, escuchando a Eugenia Vázquez Nacarino, a Ismael Attrache y a Paula Zumalacárregui hablar sobre traducir memorias y ficción autobiográfica. En un momento dado, uno de los tres me preguntó cómo se pronunciaba el nombre del autor que da título a esta sección. De repente dejé de ser una discreta persona del público para convertirme en una versión cutre, pero de carne y hueso, de forvo.com. Desde mi asiento musité un tímido /ˈkɑːɭ ˈuːvəˈknæʉsˌgɔːɾ/, con su entonación cantarina y todo, que más tarde tuve que repetir a un volumen más alto, como me suele ocurrir.

Al final de la ponencia, se me acercó Alberto Sesmero acompañado por una chica que yo no conocía, nos dijo algo así como «Neila traduce del sueco, Ana traduce del noruego y tenéis que conoceros» y, como el mejor cupido de la amistad, desapareció una vez hecha la escueta presentación.

Es cierto que Karl Ove Knausgård no ha tenido mucho tacto con sus allegados y tampoco es que me resulte el personaje más simpático del panorama literario de su país natal, pero siempre estaré en deuda con él. No tanto por escribir unas memorias enciclopédicas ni por volver a avivar la llama del interés en la literatura noruega en España y en otros países, que también, sino porque gracias a él (y a Alberto, claro) conocí a quien hoy es una gran amiga y uno de mis mayores apoyos en esa no tan solitaria tarea que es trasladar un texto de otra lengua (y otra cultura) a la(s) nuestra(s).

Hanne Ørstavik

En la Puerta del Sol, y aquí acaba todo parecido con la canción de Mecano, tuvo lugar la primera conversación que recuerdo haber mantenido con Clara Ministral. A la salida del metro, me habló de Hanne Ørstavik y me animó a leer sus libros y proponerles su traducción a distintas editoriales.

Más tarde intercambiamos extensos correos en los que departimos sobre temas tan fascinantes y tan del día a día de cualquiera como el artículo pospuesto de los nombres de los fiordos, ausente en los nombres de municipios (casi) homónimos, o el significado de la ø en topónimos como Tromsø o Bodø y por qué un escritor inglés utilizaba la grafía ö para representar el mismo concepto y sonido.

En esas conversaciones electrónicas, Clara también me acompañó en lo que mis biógrafos podrían llamar los Desastres del Fatídico Verano de 2017. En tres meses se me juntaron tres impagos por la traducción de tres libros como tres soles, dos de ellos sin más motivo que la indecencia de unos señores que se hacen llamar editores pero en realidad son otra cosa; el tercero por un concurso de acreedores. Seguro que la numerología tiene algo que decir al respecto.

Ese veranus horribilis le dije a Clara lo siguiente: «He decidido (unilateralmente) que voy a dejar de tener mala suerte, porque este año ha sido bastante terrorífico». Poco a poco lo voy consiguiendo, aunque la verdad es que no sé si es gracias a la suerte. Lo que sí sé es que en gran parte ese cambio de rumbo se lo debo a la compañía y a los sabios consejos de gente como Clara.

Jenny Jordahl

Una de mis cuentas preferidas de Instagram es la de Bisma, la gata perezosa y gruñona de Jenny Jordahl. ¿Que quién es Jenny Jordahl, que os quedáis igual que estabais? Ahora mismo os lo cuento. Jenny Jordahl es una ilustradora noruega, autora, entre otros muchos libros, de Ane Mona y Hulda, un álbum ilustrado que he tenido la inmensa suerte de traducir. Jenny Jordahl es ocurrente, tierna y divertidísima y me alegro muchísimo de que sus libros se vayan conociendo en nuestro país. Uno de ellos, ilustrado por ella y escrito por Marta Breen, Mujeres en lucha, fue, además, el punto de partida de mi amistad con su traductora, Isabel Llasat, a quien hasta entonces admiraba desde la distancia.

Traducir a Jenny Jordahl también fue una excusa para dejarme ilustrar (je) por los consejos de Carolina Smith de la Fuente y Carlos Mayor, mucho más duchos en la traducción de libros con imágenes que yo.

«¿Para qué quieres aprender un idioma que habla tan poca gente?», me decían esas personas que siempre saben lo que les conviene a las demás cuando les decía que estaba estudiando noruego. Normalmente no contesto a este tipo de preguntas, pero aquí os dejo una exclusiva. Además de permitirme entender mejor un país que adoro, a sus habitantes, sus costumbres y su literatura, estudiar noruego me ha llevado a traducir libros y a conocer a profesionales que admiro, de los que aprendo y con quienes tengo la suerte de poder contar para los temas más diversos. Paula Aguiriano, Carlos Fortea, Claudia Toda, Elia Maqueda, Teresa Lanero, Núria Molines, Pilar González, Helena Aguilà, Carmen Francí, Victoria Alonso, Violeta Sánchez Esteban, Vicente Fernández, Inés Clavero, Irene Oliva, Itziar Hernández Rodilla, Amelia Ros, Pepa Linares, José Luis López Muñoz, Teresa Garulo, Lidia Pelayo, Julia Gómez Sáez, Marta Sánchez-Nieves… Este texto se me queda corto para nombrarlos a todos. Por suerte, estamos juntos en esto de citar a quienes traducimos. Y también lo estamos en la tarea de recordarles a los demás que detrás de todos aquellos libros que podemos disfrutar aunque se hayan escrito en lenguas que desconocemos, se esconden personas no tan solitarias —y con mucha y muy buena conversación— que los han vuelto a escribir en nuestro idioma.

 

 

Ana Flecha Marco es traductora del noruego, del inglés y del francés al castellano. También es intérprete de enlace y de conferencias y escribe e ilustra libros y artículos en prensa. Ha traducido, entre otros, a Anna Fiske, Jenny Jordahl, Kenneth Moe, bell hooks y Rosalind E. Krauss. Junto a Neila García Salgado, habla de libros, cultura y curiosidades de los países nórdicos en sydvaest. Los días de asueto, canta jotas con la letra cambiada.

 

 

 

 

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