Viernes, 18 de septiembre de 2020.
Marcella Dallatorre (1936-2020) fue una de las grandes traductoras del inglés al italiano. Tradujo infinidad de obras de autores como Oscar Wilde, V.S. Naipaul, John Banville o Virginia Woolf entre muchos, muchos otros. Luchadora incansable por los derechos de los traductores en Italia, siempre combatió con la valentía de quienes saben que no tienen nada que perder, pero también que jamás lograrán sus objetivos, ya que el sistema está demasiado anquilosado como para permitir una mejora de la situación económica de los traductores. En 1998 o 2000 Marcella ganaba lo mismo que en 1974. Y nunca disfrutó de ningún derecho subsidiario, puesto que todos se cedían automáticamente a la editorial, incluso transcurridos los diez o veinte años pactados. Siempre la admiré por su heroísmo desinteresado.
La conocí en 1994 en un congreso de traductores celebrado en Ámsterdam, y desde el primer momento nos hicimos amigos. La visité a menudo en su espacioso piso de Milán, donde siempre invitaba a cenar a otros traductores, en especial a su querida amiga Hilia Brinis (1928-2005), que había traducido todavía más libros que Marcella. Recuerdo que una vez se nos sumó una tercera Signora della Traduzione, de nombre Fenisia (se apellidaba Giannini, creo, pero no estoy muy seguro). Esas tres grandes mujeres juntas habían traducido más de mil libros del inglés (por aquel entonces yo habría traducido algo más de una docena y me sentía diminuto entre ellas)… Cada una traducía entre cinco y seis libros al año como mínimo, los plazos de entrega eran siempre muy cortos y las tarifas, miserables. Marcella había empezado a traducir por pura necesidad después de quedarse sola en los años sesenta con cuatro niños pequeños. Lo primero que tradujo fueron las novelas de la serie I gialli para Mondadori y, más adelante, también clásicos, muchos de ellos para Adelphi Edizioni. Acabo de enterarme de que Marcella falleció en enero de 2020. Y, obviamente, ningún periódico ha publicado nada sobre ella, ya que se había quedado sin trabajo en 2007, cumplidos los setenta. Entonces me contó que podía cobrar un euro más por página (2000 matrices), pero que los editores preferían a traductores más jóvenes porque les salían más baratos… Con el paso de los años me di cuenta de cómo Marcella —puede que, precisamente, porque no le llegaban encargos como traductora—, se iba alejando del mundo, fue perdiendo el interés por el mundillo literario, toda la parafernalia que lo rodea se le volvió ajena, pues traducir había sido para ella su raison de vivre. Por muy doloroso que pueda sonar, mi impresión personal es que, sin la compañía de sus autores ingleses y estadounidenses, Marcella fue languideciendo poco a poco interiormente.
Querida Marcella, nunca te olvidaré; fuiste una persona valiente, fuerte, increíblemente solidaria, afectuosa y leal.
Traducción de Belén Santana
Markus Hediger es traductor y poeta