La cultura en estado de alarma

Miércoles, 1 de abril de 2020.

El número 53 de VASOS COMUNICANTES llega esta primera semana de abril en plena época de crisis. La pandemia del coronavirus tiene a la sociedad encerrada en su casa, temerosa de la enfermedad, en duelo por los fallecidos y en vilo por los que siguen trabajando fuera. En apenas un par de semanas de estado de alerta, muchos han perdido su empleo, otros trabajan desde el hogar y otros tantos miran asustados el paso del tiempo, pues cada día sin actividad es un drama creciente.

Para el mundo de la cultura, a las amenazas generales se unen amenazas particulares. Las medidas anunciadas hasta ahora por el Gobierno para apoyar a los autónomos dejan fuera a los trabajadores del sector cultural, que no se ajustan a las condiciones estipuladas para recibir ayudas. Y, mientras tanto, muchos traductores de libros ven el descenso en picado o la total desaparición de su facturación por el bloqueo o la cancelación de encargos. La necesidad de una ley de excepción cultural que contemple al creador en la medida de su trabajo y no según el rasero de otras profesiones se hace cada vez más evidente.

Fotografía de Arturo Peral, Gallway (Irlanda)

Algunas editoriales, aprovechando el confinamiento de la sociedad, distribuyen libros en formato digital sin haber firmado contratos de comunicación pública de estas obras. O las distribuyen gratuitamente sin acordar nada con sus autores, alegando fines promocionales. Si hasta los libreros están poniendo el grito en el cielo, ¿cómo no vamos a ponerlo traductores y autores?

A esto se le suma, como denuncia Manuel Rico, presidente de la ACE, un sinnúmero de páginas web que ofrecen descargas gratuitas (e ilegales) de obras cuyos derechos siguen vivos, con la tranquilidad de conciencia que da creer que se presta un servicio a la sociedad, pero incumpliendo la ley vigente en España. Con estas líneas no queremos quejarnos contra medidas que fomentan la lectura, sino que se tomen contando con los creadores y respetando la ley.

Lamentamos que las ayudas gubernamentales y las muestras de solidaridad en las redes nos estén dando la espalda, sin advertir, al parecer, que con ello se estrangula a un sector castigado que necesita algo más que paños calientes y hashtags de libros más leídos. La cultura es un bien de todos, es evidente, pero no lo es menos que sin los profesionales que la hacen posible quedará condenada a empobrecerse y a desaparecer. Parece un sentir común que al final de esta crisis habrán cambiado muchas cosas en nuestra manera de percibir la sociedad; sería una lástima que no se aprovechara para conceder el justo valor a los creadores que permiten a todos disfrutar de los bienes culturales, no por intangibles menos necesarios.

El equipo de VASOS COMUNICANTES