Daniel Najmías ha traducido del alemán la novela de Christoph Ransmayr titulada Cox o el paso del tiempo, editada por Anagrama.
Sinopsis
Mediados del siglo XVIII: en una China entre imaginaria y real, Cox, renombrado relojero inglés, construye, para el poderoso, cruel y caprichoso emperador Qiánlóng, un reloj que ha de marcar el tiempo tal como lo experimenta un niño…, o un condenado a muerte. Finalmente, el soberano, entre cuyos títulos figura el de «Amo del Tiempo», le encarga que haga realidad el sueño del Perpetuum mobile.
Alistair Cox, inspirado en la figura del célebre relojero y constructor de autómatas inglés James Cox (1723-1800), es el personaje central de esta novela, en la que comparte protagonismo con el emperador de China Qiánlóng y, también, con otro menos tangible, el tiempo, implacable y esquivo como el soberano del Reino del Medio. En Bĕijīng, donde Cox tiene el dudoso privilegio de acceder a la Ciudad Prohibida, el despótico «Hijo del Cielo» le irá encargando, para su ya rica y espectacular colección, relojes que midan un tiempo subjetivo, que avance más rápido o más lento reflejando distintas situaciones y estados de ánimo. Por último, el gobernante considerado el más poderoso del mundo lo someterá a una prueba aún más dura, y Cox, junto con sus ayudantes, deberá concentrarse en construir un reloj que no se detenga nunca, realización del tan vanamente ansiado movimiento continuo. El prestigioso, aunque estrechamente vigilado, huésped teme no salir con vida si no lo consigue, y no poder regresar a Inglaterra, donde dejó a Faye, su esposa, fatalmente afligida por la muerte de Abigail, la hija de ambos, fallecida a la temprana edad de cinco años. Con ese marco argumental, los lectores de Cox o el paso del tiempo se sumergirán en el esplendor y la miseria del extenso imperio de Oriente, donde conocerán las intrigas de la corte, el humor cambiante del «Señor de los Diez Mil Años», los secretos de la Gran Muralla, las estancias más suntuosas y los recovecos poco hospitalarios de la capital, un universo donde todo está medido al milímetro y en el que es imposible hacer nada que el emperador no autorice… Kiang, el intérprete, será el encargado de transmitir a los invitados los deseos –las órdenes– de Qiánlóng. Dentro de ese orden que nada ni nadie puede alterar, un soplo de vida vendrá a trastornar la estructurada existencia del inglés: sus fugaces visiones de Ān, una de las más de tres mil concubinas del Supremo. Christoph Ransmayr, el autor y auténtico constructor de este mecanismo de precisión llamado Cox, sabe cómo hacer avanzar y retroceder el tiempo de la narración y, también, cómo detenerlo. Sin descuidar la trama y la visión de conjunto, sus minuciosas descripciones de lugares y personajes transforman un escenario fascinante y remoto en un deslumbrante tableau vivant.
Comentario del traductor
Y una vez más, comprobar, al traducir a un autor austriaco, las grandes diferencias de esta variante del alemán respecto del usado por los escritores de la Bundesrepublik. Por suerte, disfruté –por primera vez- de la posibilidad de trabajar directamente con el autor en un seminario de cinco días –Atriumsgespräch:Conversación en el atrio- organizado por el Europäisches Übersetzerkollegium de Straelen, en el que participaron traductores de Croacia, Bulgaria, Italia, Inglaterra y China.
Aquí y aquí pueden leerse reseñas del libro.