Lunes, 26 de junio de 2023.
Conversación entre Icíar Alonso Araguás y Sheila Queralt Estévez, del laboratorio SQ-Lingüistas Forenses.
Conocí a Sheila Queralt hace unos meses. La casualidad hizo que compartiéramos un cóctel en uno de los palacios renacentistas más hermosos de la bella ciudad de Salamanca. Al día siguiente subió a un estrado y encandiló a la audiencia desgranando los entresijos de una disciplina a medio camino entre Chomsky y el detective Poirot, Jakobson y el comisario Adamsberg, Searle y el guardia civil Bevilacqua, o Grice y el inspector Benny Griessel. Así me desveló un mundo que yo hasta entonces desconocía.
En 2017, Sheila fundó el Laboratorio SQ-Lingüistas Forenses, el único en su género en nuestro país. Ella, perito en lingüística forense, dice que su trabajo es analizar la lengua para cazar delincuentes. No creo que suceda por arte de magia, tal vez sea al contrario: se licenció en Traducción e Interpretación, es doctora en Traducción y Ciencias del Lenguaje por la UPF y cuenta con nada menos que seis másteres en disciplinas como Lingüística Forense, Criminalística, Policía Científica e Inteligencia Criminal, Grafismo, Lingüística Aplicada o Estadística. Investigadora y docente en varias universidades, en el ámbito profesional colabora también con distintas fuerzas policiales en España y en el extranjero.
Entre sus múltiples actividades de divulgación, mantiene activo un blog apasionante, ‘Por la boca muere el malo’, que me gusta consultar de vez en cuando. En Atrapados por la lengua. 50 casos resueltos por la lingüística forense (2021, 2ª ed.) ejerce de detective en ese lado oscuro de la lengua y nos demuestra cómo, efectivamente, detrás de cada palabra dejamos un rastro lingüístico que a lo mejor termina delatándonos.
¿Qué es una lingüista forense y qué formación necesita tener?
Una lingüista forense es una científica que tiene como objetivo analizar lingüísticamente muestras orales o escritas para asesorar o aportar pruebas en investigaciones privadas, policiales o judiciales. Para ser lingüista forense se debe tener un conocimiento muy profundo de la lengua en la que se va a peritar. Por este motivo, es necesario ser nativo en esa lengua y tener un grado relacionado con la lengua (filología, traducción, lenguas aplicadas, etc.). También se debe realizar un máster específico en lingüística forense y, finalmente, es altamente recomendable realizar un doctorado en una de las ramas en las que va a especializarse.
Los nuevos egresados en Traducción e Interpretación encuentran hoy un mercado laboral más abierto que nunca, con campos profesionales que ni siquiera existían hace una década. Sheila, ¿cómo llegaste tú desde el Grado en Traducción e Interpretación de la UPF a la lingüística forense? ¿Qué perfil de egresado crees que se adapta mejor a esta especialidad?
Me decidí por la lingüística forense en el segundo año de licenciatura cuando vi un cartel del máster en lingüística forense. El cartel tenía un teclado y un mazo encima. Desde el primer segundo supe que ese iba a ser mi camino profesional. Ese mismo fin de semana se lo conté a mis padres y me animaron a hablar con la directora. Así lo hice, durante los siguientes tres años me preparé muchísimo hasta llegar al máster, y después de la primera semana de cursarlo, me ofreció un puesto en uno de los laboratorios más pioneros de todo el mundo.
Los egresados de traducción e interpretación, sobre todo aquellos con la especialización en jurídica, reúnen los conocimientos suficientes para formarse como lingüistas forenses a través de un máster en lingüística forense, puesto que poseen una base sólida en lingüística. Por ejemplo, uno de los campos de la lingüística forense en los que pueden profundizar es la evaluación de traducciones e interpretaciones judiciales.
¿Qué relación hay entre vuestro trabajo y un médico forense o un perito judicial? ¿Sois una especie de detectives de la lengua?
Efectivamente, somos los detectives de la lengua. Con nuestro trabajo, al igual que el resto de profesionales del ámbito forense (es decir, peritos de otras ramas), asesoramos a los jueces y juezas o a los agentes policiales a tomar decisiones informadas a través de una disciplina. En nuestro caso, a través del análisis de la lengua.
¿Cómo puede intervenir la lingüística forense en el marco de un proceso judicial? ¿Te han pedido alguna vez cotejar o evaluar una traducción jurada, o valorar la actuación de un intérprete judicial?
En un proceso judicial, la lingüística forense puede aportar pruebas sobre el perfil sociolingüístico del autor de unos anónimos (por ejemplo, determinar la edad, sexo, estudios, profesión, origen geográfico más probables); determinar la probabilidad de que dos muestras hayan sido producidas por un mismo autor; concluir si dos muestran han sido producidas de forma independiente o, por el contrario, una muestra es una copia parcial o total de otra; o determinar el significado de una cláusula ambigua, entre otras cuestiones.
Sí, una de las tres áreas de la lingüística forense es el lenguaje judicial, que analiza el lenguaje de todos los implicados en procesos investigativos y judiciales desde el momento de la detención de un sujeto hasta la finalización del juicio. En este ámbito, se analiza el discurso de los policías, jueces, investigados, abogados y también de los traductores e intérpretes. En España se han solicitado en varios casos el análisis de traducciones juradas o de las transcripciones de las interpretaciones, por ejemplo, en el caso de los atentados del 11-M en 2004.
En mi caso, he participado en varios casos, normalmente relacionados con violencia de género, en los que debía determinar si la traducción de unas transcripciones había sido realizada de forma correcta, es decir, si era fiel al original en cuanto a contenido y al estilo reproducido.
Hablemos ahora de otro ámbito profesional. ¿Qué crees que puede aportar la lingüística forense a los profesionales de la traducción literaria?
La lingüística forense puede ayudar a los traductores literarios a proteger la propiedad intelectual de sus traducciones. Los lingüistas forenses pueden determinar la probabilidad de que una traducción se haya producido a partir de otra traducción y, por lo tanto, determinar si la traducción no es original y puede infringir la propiedad intelectual de una traducción anterior.
¿Son frecuentes las denuncias por plagio de traducciones? ¿Puedes mencionar algún caso que te haya parecido especialmente interesante o que haya tenido especial repercusión en la prensa?
No son uno de los casos más frecuentes, pero se producen. Uno de los casos más interesantes es el de las traducciones de Julius Caesar de Shakespeare por Pujante, por un lado, y Vázquez Montalbán, por el otro. En este caso el análisis cualitativo y cuantitativo a través de herramientas específicas como CopyCatch pudo mostrar que las traducciones superaban el nivel de similitud esperable entre dos traducciones y que, por tanto, una era dependiente de la otra. De hecho, el estudio científico de este caso permitió determinar que, si dos traducciones muestran un umbral de similitud superior al 75%, se debe sospechar que una pueda ser copia de la otra.
Y para concluir nuestra entrevista, miremos también hacia el futuro: en los últimos meses los avances de la inteligencia artificial (IA) han dado lugar a herramientas dotadas de aprendizaje automático y entrenadas para redactar textos “como si” hubieran sido escritos por una persona. ¿La lingüística forense va a ser capaz de discriminar la autoría de estos textos?
La verdad es que es un tema que personal y profesionalmente me inquieta. Mientras escribo estas líneas, puedo indicar que en este momento todavía es posible detectar que los textos han sido redactados por IA. No obstante, no me atrevo a decir que esto seguirá siendo así en el futuro. Creo que es totalmente necesario reflexionar sobre el impacto de este tipo de tecnologías, si deben ser reguladas y cómo, además de la cuestión de cómo podemos formar a los usuarios para utilizarlas de forma adecuada.
Blog: Por la boca muere el malo
Icíar Alonso Araguás es intérprete y traductora jurada. En otra vida lejana se licenció en Filosofía y enseñó, in illo tempore, a filosofar en el Bachillerato. Tiempo después cursó también la licenciatura en Traducción e Interpretación en la Universidad de Salamanca (1996) y desde entonces ejerce como intérprete de conferencias e intérprete judicial en el mercado privado. Por aquel entonces comenzó a traducir literatura francesa (Chateaubriand) y ensayos del francés y del alemán relacionados con la música, la sociología y la filosofía. Asociaciones como ACEtt y APTIJ guiaron entonces sus primeros pasos en la profesión y siguen haciéndolo décadas después. Desde 1999 enseña interpretación en la Universidad de Salamanca, donde ha desarrollado junto a su equipo docente múltiples proyectos y materiales de innovación para la didáctica de esta profesión. En 2005 se doctoró con una tesis sobre los intérpretes en las Indias Occidentales y empezó a investigar la evolución histórica de nuestro oficio de mediadores lingüísticos y culturales en épocas y sociedades diversas, como la América colonial y en la España medieval. Tuvo la suerte de colaborar en un proyecto precioso sobre historia de la traducción, materializado en la Biblioteca de Traducciones Hispanoamericanas (2012) de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Hoy dirige el grupo de investigación Alfaqueque y con ellos trabaja en proyectos comunes vinculados a los retos actuales de la mediación lingüística y cultural, como: Los límites de Babel (2010); La mediación lingüístico-cultural en tiempos de guerra (2012); Framing the interpreter. Towards a visual perspective (2014); Traducción y representaciones del conflicto desde España y América (2015); Interpreting in international organisations (2017), New Insights in the History of Interpreting (2018).
Muy interesante, Iciar. Gracias por abrir esta puerta a otros mundos dentro de la profesión, que no es que pretenda cambiarme, estoy muy a gustito en mi nicho y me pilla viejuna, pero ahí está el vano para quien se atreva a cruzarlo. Me apunto lo del blog, cuyo título me rechifla (verbo que indica lo viejuna que estoy y lo bueno que es llegar a vieja, oiga).