Viernes, 25 de julio de 2025.
Continuamos esta serie de entrevistas breves originada en el número 43 de VASOS COMUNICANTES, en esta ocasión con Paula Aguiriano Aizpurua (Donostia, 1986) estudió Traducción e Interpretación en Salamanca y sus lenguas de trabajo son el alemán, el inglés, el catalán y el euskera. Se dedica a la traducción editorial desde 2012 y a lo largo de los años la ha compaginado con la traducción jurada o de videojuegos. Ha formado parte de la junta de ACE Traductores de 2014 a 2017 y de 2019 a 2024.
Un libro sobre traducción
Debo reconocer que las lecturas sobre traducción, sobre todo las teóricas, son algo a lo que he dedicado muy poco tiempo tanto en la universidad (el plan de estudios en Salamanca era eminentemente práctico, y qué bien que fuera así) como a lo largo de mi carrera profesional (por lo que sea, nunca es el momento). No sé si lo considero una laguna, pero, si lo es, he ido rellenándola a trompicones gracias a las recomendaciones de colegas y a hilos de los que tiro cuando se me ponen al alcance de la mano.
Sí me gustaría mencionar dos libros, aunque seguramente no sea la primera en nombrarlos aquí. En primer lugar, El pez en la higuera, de David Bellos (editorial Ariel, traducción de Vicente Campos), que leí hace ya muchos años, pero cuyas reflexiones sobre el lenguaje, el idioma materno o nativo y la traducción desde muchos puntos de vista me dejaron huella. Y en segundo lugar, Hijos de Babel (Fórcola), al que le tengo mucho cariño porque fue mi puerta de entrada a lo que Salvador Peña más adelante llamaría la «autoetnografía de la traducción» (en una maravillosa conferencia durante el II Encuentro Profesional de la Traducción Editorial en Málaga), y porque en su presentación de Barcelona, allá por 2013, conocí a varias personas que luego se convertirían en apreciadas colegas y muy buenas amigas
Una traducción favorita
Tengo una memoria nefasta para estas cosas; podría mencionar cien maravillosas traducciones de colegas y aun así dejarme por el camino alguna importante. Así que voy a ser poco original: La historia interminable, de Miguel Sáenz, porque recuerdo de forma muy nítida el momento en que me di cuenta, siendo todavía una niña, de que entre Michael Ende y yo había otra persona que había reescrito ese libro para que yo pudiera entenderlo. Que el capítulo de la W empezara con la palabra «wagnerianamente» me sigue pareciendo mágico.
Un diccionario
Mi lado fetichista podría pasarse horas hojeando todo tipo de diccionarios en busca de curiosidades; incluso diccionarios obsoletos, como el Larousse que se compró mi madre cuando estudiaba inglés en Londres, en el que «ordenador» todavía es «el que ordena». Mi lado práctico nunca le estará lo bastante agradecido al compañero o compañera (por desgracia no recuerdo quién fue) que me descubrió Acolada, una empresa alemana que digitaliza diccionarios para poder «suscribirse» a ellos y consultarlos digitalmente.
La búsqueda más rara que he hecho en mi vida
Hace poco viví un buen ejemplo de ese azar que rige nuestro trabajo en más ocasiones de las que nos gusta reconocer. Tenía entre manos un libro ambientado a principios del siglo XX en la colonia alemana de Tanzania, en el que había topónimos y conceptos que me estaba costando localizar. Un día me conecté tarde a una sesión con mi mentorada porque quería terminar de comprobar si los cuervos existen en esa región de África. Cuando le expliqué a Carmen, una extremeña que entonces vivía en el Reino Unido, por qué había llegado tarde, me dijo como si nada: «Ah, pues yo tengo un amigo tanzano, puedo preguntarle lo que necesites».