Traducción literaria: procesos de enseñanza y aprendizaje VV. AA.

Viernes, 10 de diciembre de 2021.

Traducción literaria: procesos de enseñanza y aprendizaje, Nerina Caradonna, Lucía Ramírez, María Laura Ramos, Alejandra Rogante, Ana Rosberg y Cecilia Rossi (Trad. Lucas Lasagna y Victoria Ginepro) Coordinador: Gabriel Torem, Ediciones del Sofía-Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenber, Buenos Aires, 2021, 200 páginas.

José Luis Aja

Esta obra colectiva recoge la experiencia directa de los profesores que componen el Traductorado Técnico Científico Literario en inglés de la Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenber (Buenos Aires). Se trata del primer título publicado por Ediciones del Sofía, una editorial que surge de una necesidad: la divulgación del material didáctico empleado por la institución, fruto no solo de la experiencia docente, sino también del riguroso trabajo de investigación que la Escuela Normal Superior Broquen de Spangerber ha desarrollado a lo largo de los últimos años. Esta iniciativa está, además, al alcance de todos, pues ofrece gratuitamente sus contenidos al lector interesado a través de este enlace.

La obra se hace eco de una realidad: la crisis de traductología clásica. Todos los autores del libro comparten una visión, en la que el centro de atención se desplaza del crítico a la experiencia traductora.

Lucía Ramírez, en «Traductores y proyectos», entiende la traductología como una historiografía de los traductores. Se inspira en fuentes clásicas, como Antoine Berman, Andrew Chesterman o James Holmes, para establecer los parámetros culturales que definen la actividad del traductor en términos de canonicidad. Finalmente, Lucía Ramírez ofrece un listado de traductores relevantes en el panorama editorial argentino como modelo de ejercicio para estudiantes.

Gabriel Torem, coordinador del volumen, propone en «Sobre la lectura instrumental» unas interesantes reflexiones sobre la trascendencia del proceso lector en el ámbito traductológico y, mediante la selección de una serie de ejemplos textuales concretos, diseña un triple modelo de lectura-análisis basado en un conocimiento holístico de la obra (lectocomprensión), en una lectura instrumental (estudio retórico y literario) y, por último, en el diseño de una estrategia traductológica coherente, de conjunto, que sirva de armazón para las soluciones traslativas y estilísticas adoptadas a lo largo de todo el trabajo.

Ana Rosberg, en «Variantes de la traducción literaria», recoge algunos prototipos de estrategia traslativa que etiqueta según los conceptos de fluidez, traducción filológica y adaptación, fundamentados a partir de clásicos de la traductología francesa como Berman o Meschonnic, al tiempo que reinterpreta algunos fundamentos propuestos por Benjamin en «La tarea del traductor». Cada modelo aparece acompañado de unos fragmentos de traducción, a los que sigue una batería de preguntas a modo de ejercicio. Rosbgerg concluye su trabajo con una serie de reflexiones sobre la traducción poética.

Nerina Cardona, en «De pensamientos y dialectos», resume eficaz y brevemente uno de los grandes desafíos que caracterizan a la traducción literaria: lo importante no es el qué, sino el cómo. El cómo es, sin duda, lo que refleja la dificultad de reproducir una serie de factores relacionados con la subjetividad del personaje literario: menciona, en concreto, el monólogo interior, el fluir de la conciencia y las jergas sociales. En los dos primeros casos, el traductor debe hacerse eco de la confusión que transmite el original sin caer en la tentación de ordenar o embellecer el texto, especialmente cuando refleja el caos que caracteriza al fluir de la conciencia, tal y como sucede en las traducciones del Ulises de James Joyce realizadas por Valverde y Borges. Si traducir el monólogo interior o el fluir de la conciencia pueden entenderse como una forma de desorden lingüístico, la reproducción de la jerga, del dialecto o de los idiolectos son un ejemplo extremo de la creatividad que caracteriza a la labor del traductor, pues Cardona, siguiendo a Sapir, afirma con acierto que «no existen dos lenguas lo suficientemente semejantes como para que sean capaces de representar una misma realidad social» (p. 117).

El capítulo «Una experiencia de traducción inversa», María Laura Ramos aporta una serie de ejercicios prácticos que demuestran, desde la soledad habitual del docente («aún desconozco la utilidad que el ejercicio pudo tener para el estudiante», pp. 137-138), su profundo conocimiento sobre los procesos de aprendizaje. Este capítulo, que reflexiona sobre los referentes culturales en traducción, ofrece un sintético repaso de lo dicho sobre el concepto por los estudios anglosajones ―Newman, Venuti―, pero no solo ―Molina Martínez―, para ofrecer al lector una herramienta propia, en la que se valora la dimensión didáctica de la traducción inversa, con frecuencia denostada por los profesores de traducción directa. Llega a la conclusión de que el tratamiento traslativo de los elementos culturales no es solo una cuestión de detección y de técnica traslativa, sino también de habilidad a la hora de dosificar las necesidades informativas que los lectores reclaman y que el propio texto impone.

Alejandra Rogante, en su capítulo «Escritura y traducción», analiza la relación entre ambas actividades creativas para proponer una serie de actividades didácticas en la clase de traducción. Rogante parte de la perspectiva constructivista que plantea Don Kiraly al considerar que el aprendizaje de nuestra profesión no es algo unívoco, sino que se produce gracias a la confluencia de varios factores y a la intuición del estudiante a la hora de enfrentarse a sus primeros trabajos. Por este motivo, la autora plantea la importancia de la escritura como forma de iniciar al alumnado en los procesos traslativos utilizando una herramienta relacionada con la escritura creativa. Tras sugerir la lectura de una serie de textos breves en inglés, Rogante propone la recreación de lo leído para reproducir en español no una traducción, sino un texto paralelo que busque una continuidad o una conclusión de lo narrado, un ejercicio de imaginación limitado tan solo por una regla: buscar en la lengua meta estrategias narrativas paralelas a las utilizadas en el texto original ―recreación de imágenes, reproducción del monólogo interior, tratamiento de la adjetivación o de los usos adverbiales― con el fin de desarrollar no solo la creatividad, sino también la capacidad de reproducir técnicas lingüísticas y expresivas ajenas.

Para Cecilia Rossi, cuyo artículo «Traducción literaria y límites disciplinares» aparece en autoría compartida con los traductores ―una iniciativa digna de mención―, es esencial que el estudiante comprenda la reflexión de Benjamin sobre la esencia del texto literario: la dificultad no reside tanto en el mensaje en sí cuanto en la poética, en la forma de decir. Esta reflexión sobre la naturaleza de la literatura en clave benjaminiana va más allá de «La tarea del traductor» y se acerca a otros textos de las Iluminaciones como «El narrador», entresacando un concepto de Benjamin sobre el texto literario imprescindible para comprenderlo: su inabarcabilidad. Un estudio comparado de dos traducciones del poema «Mitad del mundo» (Raoul Schrott) pone de manifiesto la polisemia del original y los diferentes significados implícitos en ambas traducciones, que pueden considerarse como válidas en función de la lectura propuesta por cada traductor.

A partir de aquí, Rossi retoma el argumento de la creatividad para plantearse su interrelación con el proceso traslativo, planteándose una serie de preguntas: ¿cuál es la diferencia entre escritura creativa y traducción literaria? ¿Cómo han reflejado esta realidad los Estudios de Traducción? ¿Pueden estos contribuir a un conocimiento más profundo de los mecanismos que rigen la escritura creativa?

Las respuestas a esta preguntas llevan implícitas algunas reflexiones sobre la intertextualidad en las que, partiendo de los postulados que plantean Gentzler, Genette o el propio Borges en su artículo sobre las traducciones de Las mil y una noches, Cecilia Rossi pone de manifiesto el valor de la traducción como forma de lectura y, asimismo, como forma de escritura, insistiendo una vez más en la delgada línea que separa la obra original de la obra traducida. Estas observaciones dan pie a un breve resumen sobre el escaso papel que los Estudios de Traducción han dado tradicionalmente al valor creativo del traductor, especialmente del traductor literario, para marcar el indiscutible cambio de tendencia que supuso la publicación de The Translator’s Invisibility (Lawrence Venuti, 1995). Estos nuevos aires han permitido la reconciliación de traductores, siempre escépticos ante el cariz que tomaban los estudios académicos, y teóricos, que admiten la importancia de la creatividad en los procesos de aprendizaje.

 

José Luis Aja es traductor y profesor universitario. Licenciado en Filología Italiana, se doctoró en la Universidad Pontificia Comillas con la tesis titulada Los Racconti Romani de Alberto Moravia y el tratamiento del discurso oral en las traducciones españolas y francesas de la obra. Ha traducido ensayos de filosofía, cine, teoría de género y lingüística aplicada. En el campo de la narrativa, ha traducido novela contemporánea, así como literatura infantil y juvenil. Entre sus traducciones destacaremos El Corsario Negro, de Emilio Salgari (El País, 2004), Nemo. El gigante de piedra, de Davide Morosinotto (Anaya, 2017) y El corazón en braille, de Pascal Ruter (Anaya, 2018).