Les copains d’abord, Georges Brassens

Miércoles, 9 de septiembre de 2020.

 

 

 

 

Non, ce n’était pas le radeau

De la Méduse, ce bateau

Qu’on se le dise au fond des ports

Dise au fond des ports

Il naviguait en pèr’ peinard

Sur la grand-mare des canards

Et s’app’lait les Copains d’abord

Les Copains d’abord

 

Ses fluctuat nec mergitur

C’était pas d’la litterature

N’en déplaise aux jeteurs de sort

Aux jeteurs de sort

Son capitaine et ses mat’lots

N’étaient pas des enfants d’salauds

Mais des amis franco de port

Des copains d’abord

 

C’étaient pas des amis de luxe

Des petits Castor et Pollux

Des gens de Sodome et Gomorrhe

Sodome et Gomorrhe

C’étaient pas des amis choisis

Par Montaigne et La Boétie

Sur le ventre ils se tapaient fort

Les copains d’abord

 

C’étaient pas des anges non plus

L’Évangile, ils l’avaient pas lu

Mais ils s’aimaient tout’s voil’s dehors

Tout’s voil’s dehors

Jean, Pierre, Paul et compagnie

C’était leur seule litanie

Leur Credo, leur Confiteor

Aux copains d’abord

 

Au moindre coup de Trafalgar

C’est l’amitié qui prenait l’quart

C’est elle qui leur montrait le nord

Leur montrait le nord

Et quand ils étaient en détresse

Qu’leurs bras lancaient des S.O.S.

On aurait dit les sémaphores

Les copains d’abord

 

Au rendez-vous des bons copains

Y avait pas souvent de lapins

Quand l’un d’entre eux manquait a bord

C’est qu’il était mort

Oui, mais jamais, au grand jamais

Son trou dans l’eau n’se refermait

Cent ans après, coquin de sort

Il manquait encore

 

Des bateaux j’en ai pris beaucoup

Mais le seul qu’ait tenu le coup

Qui n’ai jamais viré de bord

Mais viré de bord

Naviguait en père peinard

Sur la grand-mare des canards

Et s’app’lait les Copains d’abord

Les Copains d’abord.

No era la balsa el barco aquel

De la Medusa, sí que no,

Era sabido en todo el mar

Sí, en todo el mar

Charco adelante, con cachaza

Como si fuera entre melaza

De nombre “La peña y no más”

La peña y no más

 

Era plus ultra su blasón

Le guste o no al zahorí

No era un farol, que era verdad

Era la verdad

El capitán y sus grumetes

No eran ningunos cabroncetes

Sino que era gente legal

La peña y no más

 

No eran amigos de postín

Cástor y Pólux, yo que sé

Ni sodomitas ni de Onán

Tampoco de Onán

No eran amigos de elección

Ni contertulios de salón

Las zurras sabía encajar

La peña y no más

 

No eran ángeles de Dios

Ni conocían a Moisés

Aunque se quisieran la mar

Quisieran la mar

No tenían más letanía

Padre Nuestro o Ave María

Juan, Pedro, Pablo y los demás

La peña y no más

 

Si se temía un Trafalgar

La amistad tomaba el timón

Y era ella su estrella polar

Su estrella polar

Pedían socorro con los brazos

Como semáforos de barcos

Si parecía naufragar

La peña y no más

 

Nunca dejaban de acudir

Nunca se daban un plantón

Si uno faltaba al embarcar

Lo iban a enterrar

Y me cago en la mar os digo

Que cuando se marcha un amigo

No se lo deja de añorar

Por siempre jamás

 

He navegado en muchos barcos

Pero uno solo no se hundió

No dejó nunca de arribar

Nunca de arribar

Charco adelante, con cachaza

Como si fuera entre melaza

De nombre “La peña y no más”

La peña y no más.

 

 

Texto traducido por los personajes de la fotografía:

 

 

De izquierda a derecha: Maite, la otra Maite (yo), Alicia, Max, Chon (en el DNI, Ascensión), dos personas que ahora mismo no localizo y Anna. No pongo los apellidos porque temo equivocarme en alguno. Finales de los noventa en Bruselas. Unos cursos de traducción literaria que organizaba el Centre Européen de Traduction Littéraire. En aquellos años acudían esencialmente traductores de la Comunidad Europea en Bruselas o Luxemburgo que estaban un poco aburridos de traducir a diario asuntos serios y áridos y querían aproximarse a la traducción de literatura. Hice talleres con ese grupo varios años. Al principio trabajábamos más ceremoniosamente, un año en el castillo del capitán Haddock o así, que la comunidad valona había convertido en residencia para estudiantes, y luego en la biblioteca del CETL. Las últimas veces nos íbamos a casa de Anna y, mientras yo hacía lentejas o cocido (en mi maleta llegaban una mezcla de diccionarios e ingredientes para estómagos españoles nostálgicos) e intervenía desde los fogones, ellos trabajaban en la mesa de la cocina.
Un año decidimos traducir a Brassens «para que se pudiera cantar». Eligieron ellos la canción. Y, cuando acabamos, la cantamos. Y la grabamos… Ojalá encontrase la cassette… Y ojalá, con el paso del tiempo, no nos hubiéramos perdido la pista…
Fue un estupendo ejercicio de decir otra cosa para decir lo mismo sin caer en errores de naturalización ni arrancar de raíz el texto de su tierra materna.
Seguro que pueden hacerse varias versiones igualmente válidas. La nuestra fue ésta.

María Teresa Gallego Urrutia