Concha Cardeñoso: Donde Wenling, de Gemma Ruiz Palà

Miércoles, 26 de agosto de 2020.

Concha Cardeñoso Sáenz de Miera ha traducido del catalán Donde Wenling, de Gemma Ruiz Palà, Destino, febrero 2020.

Este libro, que salió muy poco antes del confinamiento por la pandemia del virus coronado número diecinueve, me descubrió cosas que no sospechaba. Por su «culpa» (y porque me revienta que hombres idolatrados en nuestra cultura occidental hayan sido unos auténticos maltratadores de mujeres cuyos abusos han quedado impunes y a veces hasta en la sombra) ahora le tengo más inquina a Hitchcock y más admiración a Tippi, por poner solo un par de ejemplos.

La historia, bastante autobiográfica y escrita en primera persona, empieza contándonos por qué la protagonista se pinta las uñas desde jovencita. Una cosa tan aparentemente superficial (y nunca mejor dicho) da pie a un viaje sorprendente por el papel de las mujeres en la sociedad contemporánea. La autora es periodista de profesión y sabe documentarse a fondo y verazmente, por eso las cosas que cuenta tocan las fibras sensibles del feminismo y de la solidaridad, del desarraigo y del arraigo, de la xenofobia y de la ignorancia (en las que vivimos, estas dos últimas, tan a menudo).

Todo gira en torno a la relación de la protagonista con Wenling, que es una mujer china emigrada a Barcelona; tras un tiempo de lucha para salir adelante, consigue montar un saloncito de manicura, pedicura y peluquería en el barrio barcelonés de Gràcia, barrio en el que también vive con su marido, su hijo y su hija. Pero además salen a colación otras muchas escenas históricas reveladoras que, como ya he dicho, están muy bien documentadas e inteligente y eficazmente imbricadas en el relato.

En cuanto a la traducción, que es lo que nos ocupa aquí, la batalla más destacable fue por el título. La editorial me pidió el título nada más empezar, y ahí empezó todo: Ca la Wenling tenía que ser «En casa de Wenling», me dijeron. Pero no podía ser, porque la casa de Wenling no sale en el libro más que un momento casi al final, intrascendentemente, y porque ese ca no se refería a su casa, sino al saloncito de manicura. Así se lo expliqué a la editorial, pero no querían aceptarlo de ninguna manera.

Estos fueron mis argumentos para defender otro título que no fuera el «literal» (copio fragmentos de los mensajes que mandé a la editorial):

I

Ahora que ya he leído un buen trozo, tengo que insistir con el título.

Lamento decir que «En casa de Wenling» no es nada adecuado, ni justo, ni da la idea que da en catalán, y que se refleja en todo el libro.

No le he comentado nada a la autora, pero es que resulta que en castellano no se dice «en casa de…» para referirse a un establecimiento comercial. Tendría que ser algo así como «La pelu de Wenling», donde «pelu» recoge la familiaridad de «ca».  O «el saloncito de Wenling», que también tiene resonancias familiares. O a palo seco: «El local de Wenling», u otras cosas que se nos puedan ocurrir, pero en esa línea.

II

No discuto el título en catalán, que me parece perfecto. En la novela sale otra «ca la…» para refererirse a un establecimiento comercial: «ca la pentinadora»  o incluso «ca la Maria dels Àngles», que es la misma «pentinadora». Y en catalán funciona bien decir «ca la… /ca’l…» para establecimientos comerciales.

Si mi castellano fuera de latinoamérica, propondría «Lo de Wenling», pero no es el caso. 

Por otra parte, sí que es una peluquería, el establecimiento se llama precisamente «Perruquería Yang» (que es el nombre del marido de Wenling). 

En cuanto a cómo voy a traducir «ca la Wenling» en el cuerpo del texto, dependerá de cada contexto, pero «la pelu» tiene todas las de ganar, desde luego, aunque eso no significa que, dependiendo del contexto (insisto) encuentre otras formas de decirlo. Pero en ningún caso será «en casa de Wenling», eso seguro, a menos que haya alguna escena en la casa propiamente dicha (en el comedor o en la sala de estar, por ejemplo, en cuyo caso sí podría decir «en casa de Wenling»), pero me parece que no, que no hay ninguna escena que no sea en la peluquería. 

Me remito al hecho de que «ca la/ ca’l» no es equivalente a «casa de» en todos los contextos (por ejemplo en el que nos ocupa), ahí está precisamente el mérito de una buena traducción: dar en la lengua de llegada lo que dice la de partida, no las palabras que usa para decirlo. 

E insisto, no es la casa de Wenling: nunca vemos nada más que la peluquería, todo sucede en la peluquería. Esto no equivale a «casa» en castellano. Y la expresión «casa de Wenling» no va a salir en la traducción. 

Lo que veo más claro de momento es «La pelu de Wenling». Es lo que hay, aunque tampoco a mí me entusiasme como título.

III

Otra idea para el título: «Donde Wenling».

Por favor, pensadlo bien, no os quedéis con «En casa de Wenling» porque no es justo. «Donde», en castellano, puede expresar la casa, pero también el sitio en el que está esa persona habitualmente, donde se encuentra con alguien, etc. y, por lo tanto, puede ser una solución aceptable para el título.

Del DUE de María Moliner:

donde (del lat. de unde)

 adv. rel. Expresa una relación de lugar: ‘La casa donde vives. La camisa estaba donde la dejaste ayer’. 1 Adonde. 2 Do. 5 Popularmente se usa como preposición con el significado de «en casa de» o «a casa de»: ‘Estoy donde la tía Julia’ 

IV

Este es el párrafo en el que se consagra el título del libro. Os paso el fragmento en catalán y la traducción. Por favor, pensadlo bien: 

Unilateralment, que en fa de temps que jo ja li havia canviat el nom. Deixava enrere el seu carrer i em va trucar el Max, on pares? Ni vinc dels xinos, que era com jo també n’hi deia al principi, ni de la meva amiga xinesa, que és com aviat vaig substituir-ho, ni la paraula manicura, no va sortir. Hola, doncs m’enganxes que surto de ca la Wenling. Vaig frenar en sec. Eo, que encara hi ets? Ca la Wenling, anava repetint per mi. Eo? Ca la Wenling… Ja en dic ca la Wenling…

Anda que no hace tiempo que le había cambiado el nombre yo, unilateralmente. Ya me iba de su calle cuando me llamó Max, ¿dónde estás? No dije saliendo de los chinos, como lo llamaba yo también al principio, ni que estaba con mi amiga china, como se lo cambié poco después, y tampoco la palabra manicura. Hola, pues acabo de salir de donde Wenling. Frené en seco. Hola, ¿sigues ahí? Donde Wenling, iba repitiendo para mí. ¿Hola? Donde Wenling… Ahora digo donde Wenling…

 

Y, bueno, al final los convencimos, y este plural no es mayestático ni de modestia, es que conté con el apoyo inestimable de Gemma Ruiz Palà, la autora. Y a algunas personas de la editorial les encantó el título, por cierto.

Aquí para saber algo más.