Redes profesionales de colaboración y ayuda mutua – Carla López

30 septiembre de 2019

Este texto está basado en una charla dada en mayo de 2019 a estudiantes de Traducción de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre la importancia de nutrir la red de colaboración e intercambio que posibilita el crecimiento profesional. Dicha red se alimenta también de experiencias profesionales o intereses alejados muchas veces del ámbito específico de la traducción, pero que en ocasiones se intersecan con él y nos abren posibilidades en un principio insospechadas relacionadas con nuestra profesión.

En la primavera de 2019, Juan Gabriel López Guix me invitó a dar una charla a los alumnos de cuarto año de Traducción de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Atónita, pensé en un primer momento que se había confundido. Resultó que no. Antes de aceptar, le pregunté qué creía que podía ofrecer una traductora con pocos años de práctica profesional como free-lance a un grupo de jóvenes que en pocos meses podían convertirse en mis compañeros de profesión. «Tu experiencia, que es bastante reciente, y lo que siempre comentas sobre las redes de colaboración», repuso con asombrosa convicción. Así pues, partiendo de esa premisa, hilé algunas ideas basadas en mi andadura en el sector de la traducción con el propósito de ilustrar que, si uno ha descubierto su vocación por este oficio, vivir de la traducción (sin morir en el intento) no solo es factible, sino también aconsejable.

Este artículo aborda el tema central de aquella charla, la red de ayuda mutua y colaboración que, en mi opinión, subyace en los diversos caminos hacia el éxito profesional, amortigua los altibajos sufridos por el caminante y proporciona los recursos y el sostén necesarios para atreverse a explorar oportunidades más gratificantes y lucrativas en el sector. Está dedicado especialmente a los traductores noveles y estudiantes que buscan abrirse camino en el mundo de la traducción y, en general, a todos los colegas cuyas traducciones y publicaciones son una fuente constante de inspiración y aprendizaje.

Hace cuatro años, una de las primeras dudas que me asaltaron cuando decidí establecerme como traductora autónoma fue «¿cómo y por dónde empiezo?». A decir verdad, hasta entonces había evitado el trabajo por cuenta propia como quien rehuye un gran peligro. La inestabilidad que suponía me parecía colosal. Cada vez que pensaba en el asunto, llegaba a la misma conclusión: volumen de trabajo incierto, ingresos inciertos, gastos garantizados. Imposible. La ecuación tenía demasiadas incógnitas que no sabía cómo despejar. Con todo, llegado el momento (y la madurez, supongo) me animé y di el primer paso. De modo que elaboré un plan de viabilidad hacia la autonomía: ahorré para cubrir casi un año de gastos de manutención, saldé deudas, me informé sobre el Estatuto del Trabajador Autónomo, busqué ayudas para jóvenes emprendedores, me asocié a ACE Traductores y me lancé a la aventura. Hasta conseguir el primer encargo, aproveché para tomar cursos y participar en actividades relacionadas con la escritura y la traducción. Vamos, que me dediqué a disfrutar. Al fin y al cabo, como dice Libertad, «lo importante es hacer lo que a uno le gusta».

Quino, Mafalda 7, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1970

A pesar de las numerosas advertencias sobre las grandes probabilidades de morir de inanición en mitad del camino, aquí estoy; rellenita, vivita y coleando. Desde luego, el porvenir no estuvo exento de complicaciones. En los últimos años he afrontado desafíos de todos los colores. Sin embargo, las veces que me encontré ante una encrucijada, siempre logré salir adelante. En esos casos, la orientación de colegas y amigos más experimentados ha sido fundamental para llegar a buen puerto.

Volviendo a las redes de colaboración y ayuda mutua, las posibilidades que estas ofrecen son prácticamente infinitas. En concreto, de mi red han surgido magníficas oportunidades de cotraducción, colaboración y aprendizaje, así como ideas, proyectos y soluciones creativas que me han permitido sortear varios escollos y seguir navegando con relativa calma por los encrespados mares de la traducción.

Pero ¿qué es exactamente esta red? Para mí, es un gran tejido que conecta a personas con intereses comunes. Una telaraña invisible que cada uno de nosotros va tejiendo casi sin darse cuenta. Mi red, por ejemplo, posee varios nodos y se compone de un gran número de traductores y un grupo variopinto de profesionales con los que en algún momento me he relacionado. Con el tiempo, he descubierto que todos ellos han contribuido de una u otra forma a mis logros profesionales.

Decía antes que las redes se tejen. En mi opinión, cada vez que se da una interacción entre dos o más personas, con independencia del contexto en que esta se produzca, puede ocurrir una de estas tres cosas: se tienden nuevos hilos (la red se amplía), se cortan los hilos que se habían tendido (la red se reduce) o no se produce ningún cambio en su estructura. Realmente desconozco los mecanismos que desembocan en un resultado u otro. De lo que sí estoy segura es que la participación, la curiosidad, la empatía, el afán de aprender de los demás y la actitud constructiva son elementos esenciales para fortalecer sus hilos. De hecho, las redes funcionan porque sus integrantes se nutren del intercambio y buscan el beneficio general más que el beneficio personal. Cuando ambos coinciden, en la red prevalecen el sentimiento de comunidad, la ayuda mutua y la colaboración.

Representación bidimensional de una red de colaboración y ayuda mutua

Sin duda, dos nodos importantes de la red son la universidad y las asociaciones profesionales. En la universidad no solo tuve el primer contacto con el mundo de la traducción, sino que además entablé amistades que aún conservo y me relacioné por primera vez con traductores profesionales. Los dos primeros libros (una novela y un ensayo que traduje a seis y cuatro manos, respectivamente) fueron posibles gracias a ese nodo. En cuanto a las asociaciones, ACE Traductores ha desempeñado un papel fundamental en mi trayectoria. En 2016, asistí a un encuentro que se organizó en Gijón, «Traductores verdes [fritos]», orientado precisamente a la creación de redes entre traductores editoriales y en especial entre quienes se iniciaban en el oficio o querían introducirse en el ámbito de la traducción literaria. La experiencia fue fantástica, superó con creces mis expectativas. Durante tres días, traductores de distintas generaciones compartieron su experiencia en mesas redondas y microexposiciones, y trataron temas imprescindibles que me han servido para desenvolverme en el sector de la traducción editorial. En ese encuentro conocí a muchísimos compañeros de profesión y regresé a casa con un puñado de amigos. Unos meses después, una colega y amiga menos verde que yo me recomendó para un encargo que en aquel momento ella no podía asumir. Así llegó la traducción del tercer libro. Y, poco a poco, la rueda comenzó a girar.

Quienes me conocen saben que me gano la vida traduciendo libros, pero también textos jurídicos y financieros. Eso sí que ocurrió por casualidad. Durante los años que cursé la licenciatura en Traducción en la UAB, trabajé como secretaria a media jornada en un despacho de abogados y, al cabo de unos meses, mis jefes me ofrecieron un puesto de traductora en plantilla. Dado que el volumen de trabajo no era constante, además de traducir, me pusieron a cargo de la gestión documental, lo cual me sirvió para explorar en profundidad los distintos tipos de escritos y resoluciones judiciales. El archivo se convirtió en un tesoro de documentos paralelos. Esa experiencia concluyó en 2010, un año después de graduarme, y fue sumamente enriquecedora. A mediados de 2015, uno de mis exjefes se enteró de que estaba trabajando por cuenta propia y, al poco tiempo, me encargó la traducción de un contrato, el primer trabajo que hice para una empresa en calidad de autónoma. De modo que otro de los nodos de la red guarda relación con las experiencias laborales pasadas.

Por último, me gustaría abordar brevemente el nodo que engloba las aficiones. Citaré un ejemplo en el que afición y traducción convergen. Hace unos años me interesé por el yoga y decidí tomar un curso para profundizar en la práctica. Entusiasmada con mi nuevo hobby, devoré libros enteros sobre el tema en distintos idiomas. Más tarde, y para mi sorpresa, recibí encargos de traducción a través de personas que me habían recomendado como «yogui traductora». La simbiosis que se da entre la traducción y las aficiones es bastante curiosa. A veces, como en el ejemplo anterior, una afición conduce a la traducción y otras veces, es la traducción la que conduce a una afición. Esto último me sucedió con la astronomía y la cosmología después de cotraducir un libro de divulgación científica. Y es que, en realidad, uno de los mayores placeres de la traducción se deriva justamente de esa posibilidad que ofrece de aprender de forma constante, su tesoro de estímulos que alimentan nuestra curiosidad.

He intentado subrayar en estas breves líneas la importancia de lo colaborativo. Existe una visión tradicional según la cual la traducción es una actividad solitaria y aislada. Sin embargo, en el curso de nuestra trayectoria vamos estableciendo diferentes clases de relaciones que nos ayudan a crecer profesionalmente. Alimentarlas, tejiendo vínculos de colaboración y ayuda resulta imprescindible para seguir aprendiendo, progresar en la profesión, conocer la situación general del sector editorial o compartir experiencias. Las redes así tejidas constituyen un pilar fundamental de la traducción profesional. Al principio quizá no nos percatemos de ellas, pero allí están, esperando a ser descubiertas. Cuando las reconocemos y las nutrimos, se abren puertas insospechadas. La unión hace la fuerza.

Reunión de traductores durante el II Encuentro Profesional de la Traducción Editorial celebrado en Málaga en octubre de 2018. Fotografía de J. G. López Guix

 

Carla López

(Buenos Aires, 1984) es Licenciada en Traducción por la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde el año 2015 se dedica a la traducción editorial, que compagina con la traducción de textos jurídicos y financieros. Traduce al español desde el inglés y el portugués.